El parqué
Sesión mixta
Salud sin fronteras
Alguna vez hemos reflexionado en esta tribuna sobre la importancia de la salud pública como disciplina capaz de aportar medidas eficaces en materia de promoción de la salud y de prevención de la enfermedad, o en materia de minimizar el impacto de numerosas enfermedades que afectan al conjunto de la población.
La salud pública tiene la característica de aunar enfoques metodológicos y tecnológicos de diferentes disciplinas y, como consecuencia de ello, incorpora desde una visión multidisciplinar la aportación de numerosas categorías profesionales. A las profesiones clásicamente sanitarias como son la profesión médica, de enfermería, veterinaria o farmacéutica, se suman sociólogos, matemáticos, informáticos y un largo etcétera. Una de los aspectos que a mi más me gusta señalar cuando hablamos de salud pública es el referido a su invisibilidad; la salud pública es invisible para una buena parte del sistema sanitario y de la sociedad. Es invisible, por ejemplo, cuando funcionan sus estrategias preventivas ya que si los programas de seguridad alimentaria aseguran que no haya intoxicaciones alimentarias, nos parece normal. O si funcionan con éxito los programas preventivos en materia de control de aguas potables, nos parece normal. Podríamos señalar muchísimas otras áreas de trabajo cuyas consecuencias no sólo son la prevención de muchas enfermedades que generan sufrimiento a las personas, sino que funcionando bien la salud pública, funciona bien la economía. Su aportación al bienestar social y a la economía de una sociedad es algo indiscutible aunque sea demasiado invisible.
En este área de conocimiento, la salud pública, sabemos desde hace muchos años que invertir en salud pública es invertir en salud y bienestar. Y ello hace que se pueda afirmar que invertir en salud pública, genera retornos positivos de esa inversión. La pandemia nos permite hacer pedagogía en relación con la importancia de la salud pública y su aportación al objetivo de vencer a las enfermedades y minimizar sus consecuencias.
En los últimos años nuestro sistema no ha priorizado lo suficiente el objetivo de fortalecer y mejorar las estructuras de salud pública y es algo que se ha notado en algunas fases de la gestión de la pandemia. Esto no quiere decir que no tengamos buenos equipos y buenas capacidades. Tampoco obvia la gran aportación de las estructuras y profesionales a la gestión de la pandemia. Pero hay luces y sombras; hay carencias que se deben resolver aplicando las previsiones que en su momento hacia la Ley General de Salud Pública de 2011 que, desafortunadamente, no se impulsaron.
La comisión de reconstrucción que abordó en el Congreso de los Diputados las líneas de trabajo para superar el impacto de la pandemia, estableció la necesidad de priorizar el fortalecimiento de la salud pública. Ahora se está manos a la obra y hay que dar un voto de confianza hasta ver hechas realidad dos iniciativas que yo considero clave: la creación del Centro Estatal de Salud Pública que se había establecido en la Ley citada de 2011 y que creo debiera ser una Agencia, y la aprobación de una Estrategia de Salud Pública para todo el país. Sabemos que se avanza en esos asuntos aunque aspiramos a que culmine cuanto antes el proceso que permita hacer realidad esta aspiración y comprobar que se da prioridad al fortalecimiento de nuestras estructuras. Algo que debería ir acompañado de más y mejores recursos. Es el camino a seguir.
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