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Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Pobreza: palabrería hueca y medallitas

Las secuelas de la crisis del Covid-19 causan mucho más padecimiento en zonas como el Polígono Sur

El sábado fue el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. La Asociación Andaluza de Barrios Ignorados (AABI) y la plataforma Nosotros También Somos Sevilla volvieron a levantar la voz por enésima vez para denunciar el empobrecimiento que sufre la población del Polígono Sur, más peligrosamente afilado con la crisis de la pandemia. Aunque el Covid-19 no ha hecho distingos en su ataque, es evidente que los efectos y las secuelas de esta agresión han causado mucho más padecimiento en una zona de la ciudad que -no hay que dejar de decirlo cuantas veces sea menester- está en la trasera, apartada de los focos y muy lejos de las rutas de los touroperadores. No luce.

Este periódico le dio a la noticia una columna. La pobreza es para los que no son pobres un relleno forzoso en el que rascar superficialmente. Para los que lo son, es un vacío que se expande y se hace cada vez más inabarcable. Quiso la casualidad, pues no hubo planificación ni intención alguna, que este mismo periódico publicara al día siguiente, ayer, una entrevista a la escritora Sara Mesa, y quien tuvo interés en sus respuestas a las preguntas de Juan de la Huerga pudo leer en una de ellas, recordando su libro Silencio administrativo, acerca de por qué no se atiende ni el 1% de las solicitudes del ingreso mínimo vital atendidas: "Es lo mismo todo el tiempo: palabrería hueca, el altavoz de los medios, medallitas… pero cada vez más gente comiendo de la basura. Si no han aprendido de los errores en la gestión es porque no les da la gana: hace mucho tiempo que se están señalando cuáles son los fallos".

Interesa que haya pobres. Si algún día se erradicara la pobreza habría gente que se haría pobre y que, obviamente, no quiere serlo, sino que prefiere desde algún despacho, un negociado o una ventanilla dedicarse a los pobres, aunque sea muy muy muy lentamente y fallando. Dar con una solución definitiva sería letal para estas personas. Ya no tendrían nada que hacer, y podrían ser los próximos pobres. Así que como si fuera cosa de un día -internacional o no, qué más da-, una vez al año se informa de los pobres de siempre. Como mucho, semestralmente. Tampoco hay prisa. Una estadística fría que tras su exhibición se vuelve a meter en el refrigerador, no vaya a ser que los números se descongelen. Se sacarán a la próxima, y sí, seguirán ahí. Habrá más. Porque la pobreza se reproduce y se multiplica igual recalentándola que bajo cero.

"Una ciudad crece porque tiene el potencial para ser una máquina de crear riqueza y convertir a los pobres en no tan pobres", dice Deyan Sudjic en El lenguaje de las ciudades.

Pero Sevilla está en otras cosas. En adoquines, por ejemplo.

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