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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Sevilla necesita más Dior y menos borrachos

La ciudad puede y debe seleccionar los acontecimientos que acoge y evitar siempre el horror de la final de la Champions en París. El día 16 será el superjueves sevillano

Modelos de Dior

Modelos de Dior / M. G. (Sevilla)

El desfile que la firma Dior prepara en la Plaza de España para el próximo jueves será el broche perfecto al festivo del Jueves de Corpus. Una procesión de honda tradición y de enorme belleza por la mañana, sin que se olviden sus animadas vísperas por las calles del centro, y una pasarela de diseño exquisito y prestigio internacional por la noche en el principal monumento de la Exposición Iberoamericana. Se avecina un jueves redondo donde la ciudad demostrará que  puede combinar sus costumbres más arraigadas con la captación de acontecimientos de primer nivel y, lo que es más importante, de alta calidad. ¡Y no olviden que esa misma noche, además, hay concierto de Alejandro Sanz en el estadio Benito Villamarín! Así, señor alcalde, así se hace. Ya lo dijo Antonio Muñoz el otro día en la presentación del Día de la Tapa, cuando presentó una suerte de superjueves sevillano. ¡El alcalde con su discurso casi nos pisa este artículo!

Se pueden hacer y se deben las cosas bien, claro que sí. No tenemos que resignarnos a ser el destino preferido para las horteras despedidas de soltero y de los descontrolados hinchas de fútbol que deambulan borrachuzos por unas calles que acaban apestando a alcohol. Gente que no acaba en la Casa del Libro, precisamente, sino con las peleas de siempre en los mismos lugares de siempre. ¿O ya se nos ha olvidado? El buenista de turno dirá que son minoría, pero al final se llevan un espacio en los medios de comunicación y en las redes, ¿Y se supone que debemos proyectar marca de ciudad segura, no?

Podemos acoger más ceremonias de los premios Goya, más desfiles de moda, más juras de bandera para miles de civiles (¡Cómo cuida siempre el Ejército la Plaza de España!), más congresos de profesionales de distintas ramas en el auditorio de Fibes… La forma de captar turismo de calidad es con acontecimientos de calidad. Y Sevilla debe estar ya en condiciones de seleccionar. La ciudad es como  un bar. Bajas el precio de la cerveza y ya sabes qué perfil de cliente te entra. Subes el precio, como por cierto hizo algún restaurante el día de la final de la Europa League, y evitas a los indeseables que te invaden la terraza, se quitan la camiseta y echan los pies por lo alto en el asiento donde horas después de sentará otro cliente. Esto conviene tenerlo claro salvo que se quieran aplicar perspectivas propias de pensamiento de carril, por las que sólo importan las elevadas cantidades de visitantes y la ganancia económica a corto plazo. Nunca antes nos han hablado tanto de la necesidad de trabajar el concepto de marca de ciudad, pero se ha cuidado  menos su imagen en muchas ocasiones. No, todo no es bueno ni todo es recomendable para esa marca.

Sevilla puede y debe elevar el nivel de las grandes citas que como capital debe acoger. No debemos ni podemos renunciar a esos denominados eventos. Se trata sólo de ser selectivos. Tampoco debemos dejar de acoger grandes finales de fútbol, claro que no, pero sí reforzar muchos protocolos de seguridad que garanticen la convivencia urbana, que la imagen de la ciudad no quede por los suelos, que los vecinos no se sientan incómodos ni los comercios tengan que cerrar antes de tiempo. No debemos asumir el riesgo de que nos ocurra un día como sufrió París con la reciente final de la Champions. La final de la Copa del Rey de 2023, que finalmente no se jugará el Sábado de Feria, será una gran oportunidad para demostrar que hemos aprendido la lección de las dos últimas finales que hemos vivido en Sevilla. Nos ha costado dos décadas encauzar la Madrugada del siglo XXI, de un mundo en cambio en el que las tradicionales certezas hay que trabajarlas día a día. Nada es seguro. Ni siquiera la procesión de la Virgen del Rocío sale ya bien. Atrás queda esa creencia interiorizada de que ciertas cosas se organizaban solas y siempre con éxito. Aquí hay que tenerlo todo muy estudiado y previsto, no dar nada por hecho: las fiestas, los partidos de fútbol que nos traen miles de visitantes de diferente condición y la captación de acontecimientos de verdadera calidad que sustituyan a los que podríamos llamar tóxicos. ¿Alguien calculará, por ejemplo, el impacto negativo que ha provocado la final de la Champions en París?

Cuidar una ciudad es mirar bien a quiénes invitamos. Sevilla no debe ser un piso que se pone en alquiler para estudiantes. Mucho mejor las fotografías de las modelos de Dior en la Plaza de España que los videos de la panda de ebrios bañándose en la ría o dándome mamporros en la Puerta de la Carne. Francia está muy cerca.  

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