La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Qué clase de presidente o qué clase de persona
Tenemos muchos Antonio Brea, de manera que usted puede escoger el que prefiera o quedarse con el paquete entero, que es lo que le recomiendo: el sindicalista de la enseñanza comprometido con el bienestar social, el historiador en gran medida frustrado por una universidad que no supo valorar su brillantez intelectual, el varón enamorado que es capaz de los más galantes requiebros, o el mod a medias que nunca se atrevió a montar en vespa pero que viste parka en invierno y se maquea con traje gris de los tres botones reglamentarios. También tenemos al Brea de vieja y desengañada lealtad joseantoniana, un romántico que, sin embargo, es capaz del pragmatismo más crudo y cartesiano a la hora de analizar una situación. No hay que olvidar al Antonio DJ en tugurios del Moscú sevillano, gran conocedor de esa galaxia oscura de grupos soul, pop y de rhythm and blues, ni al Brea hijo amantísimo, algo que delata su profunda hidalguía. Últimamente se puede ver a Antonio Brea Balsera en su condición de barbo azul del Guadalquivir, superviviente a cambios climáticos y especies invasoras, degustando con indisimulado gozo los manjares servidos en la mesa redonda (tanto por la forma como por los comensales) del restorán Victoria 8. Pero el que traemos hoy a este artículo es el Antonio Brea auteur, que acaba de indultar algunos de sus artículos publicados en este periódico para guardarlos en el cofre de un libro de título muy Antoniano: Hilándolo fino. Ejercicios de inconformismo realista (Fides Ediciones), con prólogo del escritor y gastrónomo sevillano, Javier Compás, compañero del autor en no pocas aventuras.
Para presentar este volumen, que nos muestra a un Brea en continuo movimiento y evolución, pero siempre fiel a unos pocos principios irrenunciables, nos reunimos unos cuantos amigos en el hospitalario Círculo Plus Ultra, uno de esos milagros de la sociedad civil sevillana que nunca recibirá –ni las piden– subvenciones públicas (esas a las que son tan aficionados tantos rebeldes de boquilla), pero que es fundamental en la ciudad para oír voces vetadas en dependencias públicas y publicanas. Frente a todo esto, el nuevo libro de Brea es un ladrillo más en ese enorme acueducto que muchos están construyendo para regar de ideas nuevas –pero con hondas raíces– a España y Europa, ambas sometidas a una pertinaz sequía. Que otros levanten muros.
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