Broncano y Rosalía: la nada

La interviú-show de Broncano a Rosalía parecía diseñada para que el público no asistiese al más mínimo destello de genio

Broncano y Rosalía.
Broncano y Rosalía.

13 de noviembre 2025 - 05:30

ANTES se intuía que la masa, ese blandiblú elevado a los altares por el marxismo y la mercadotecnia capitalista, no solía ser muy fina en sus gustos. Ahora, en los tiempos de la revolución digital, se sabe fehacientemente. Solo hay que leer la lista de los contenidos más vistos en internet (la de verdad) o las audiencias televisivas para constatar que el sagrado pueblo se complace, sobre todo, con crímenes de criadas, tragedias griegas, peleas de gañanes, fichajes de peloteros, noticias de cama, exabruptos variados, etc. Poco Mozart y aún menos Stendhal, qué le vamos a hacer. Una prueba muy clara fue la entrevista que Broncano hizo a santa Rosalía, que en los últimos tiempos posa con el gesto de éxtasis de la Beata Albertoni, superado definitivamente el glamur de polígono de Motomami y apuntándose a esa tendencia que todos apuntan del resurgir del catolicismo. Ya se me ha adelantado alguien: Nietzsche ha muerto. Y lo siento por buenos amigos como Alberto González Troyano, que tuvieron en san Friedrich una guía para sacudirse el fango gris con el que el nacional-catolicismo, primero, y el Partido Comunista, después, habían manchado sus vidas.

Prometo por mi conciencia y honor (si es que ambos términos significan algo en estos tiempos) que llegué a la entrevista de Broncano a Rosalía, en TVE, con los ojos limpios y el alma predispuesta a disfrutar de una artista que cuenta con todos mis respetos. Pero desde el primer momento los telespectadores nos topamos con un muro (vivimos en la España de los muros) de absoluta banalidad, con una interviú-show que parecía diseñada para que el público no asistiese al más mínimo destello de genio tanto por parte de la artista como del entrevistador. Aquello fue, como bien dijo el profesor Lombardo, la nada. Llama la atención que se dedique tanto esfuerzo y dinero público solo para escenificar la charleta de dos coleguitas sin ninguna voluntad de brillantez, llena de jueguecitos y coqueterías y completamente vacía de verbo. Pero aún más llamó la atención el tono triunfalista de los titulares de los medios plurinacionales, que destacaron al día siguiente la gran victoria en las audiencias de Broncano. Algunos creen que los índices de audiencias son una traslación fiel de la intención de voto de los españoles. Si gana Broncano, arrasa Sánchez, o algo así. Hemos pasado de las dos Españas de los hermanos Machado a las de Broncano y Motos. Todo un logro colectivo tras cincuenta años de Democracia, como dice el Gobierno (aunque a mí, como a tantos, las cuentas no me salen).

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