Cabalgar las convicciones

09 de octubre 2025 - 03:07

Solo un personaje con la inteligencia superlativa y la dureza de rostro de Pablo Iglesias es capaz de acuñar una frase tan brillante y cínica como aquella de “hacer política es cabalgar las contradicciones”. Gracias a esta máxima, podemos, por ejemplo, estar dando todo el día la matraca con la educación pública y luego mandar a nuestros niños a una especie de Eton vegetariano. O criticar el desaforado estilo de vida de las élites al mismo tiempo que te construyes una mansión en una zona de lujo. O presentarte como un activista del cambio climático y no bajarte del avión. Las posibilidades que abre dicha cabalgadura son múltiples.

Uno de mis placeres culposos es el seguimiento en Instagram de algunos de los miembros más cools de la izquierda caviar. Intento justificarlo por el interés periodístico, pero muchas veces responde a una mera pulsión cotilla. El espectáculo, a veces, es impresionante. Cambios continuos de modelitos, fiestas non-stop, viajes en avión por todo el mundo, casas de campo, restoranes de rutilantes estrellas, islas paradisiacas, algún congreso en Nueva York o Praga... Hay una nueva prensa rosa progresista que es capaz de teorizar sobre la nueva desigualdad y los lejanos ricos de Palm-Beach, pero es incapaz de hacer una autocrítica sobre su propio estilo de vida, que sería inalcanzable para la gran mayoría de los españoles. ¡Qué bien cabalgan las contradicciones estas buenas gentes! Son consumados jinetes que aguantan sin inmutarse sobre el toro salvaje de la crisis planetaria que está provocando el fin del orden mundial emanado de la II GM. Contra esa izquierda a la María Antonieta es contra la que se está rebelando la ciudadanía. No son los bulos los que están hundiendo en las encuestas a los partidos de izquierda, es la evidencia de que ellos mismos se han construido una burbuja de frágiles paredes en la que se mezcla la teoría política radical con un estilo de vida happy few. Para pijas ya tenemos a los Pocholos, no necesitamos a estos advenedizos.

Todos tenemos derecho a vivir bien: a comer rico, a viajar por el mundo y a vestir lanas y algodones de primera. Pero no lo tenemos a desplegar una superioridad moral y a predicar para los demás el alma franciscana del decrecimiento al mismo tiempo que vivimos una vida de maharajá. Eso que llaman “cabalgar las contradicciones” no es otra cosa que vieja hipocresía. No es nuevo en la izquierda. Lo sabían los de la nomenclatura soviética y lo saben los líderes de la dictadura cubana. Quizás la verdadera revolución, que no tendrá nada que ver con la que estos predican, llegará el día que se cabalguen más las convicciones y menos las contradicciones.

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