
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El sonajero de la ampliación de la Feria de Sevilla
La aldaba
Cochambre, ruido, borracheras, suciedad, veladores de Sierpes que vuelan hasta el Banco de España y cargas policiales. Aunque nos aliviemos con el dato de que, al menos, no han sido muchas. La pregunta después de una nueva final de fútbol es la misma. ¿Compensa este acontecimiento en una ciudad como Sevilla? ¿Necesita la marca o el destino Sevilla de estos torneos? Dicen que la Semana Santa exige un análisis justo ahora antes de que se olviden los muchos problemas, excesos y retrocesos que hemos padecido. ¿No cabría hacer una gran pensada sobre estas finales que dejan las calles del centro como un estercolero y que las convierten durante horas en un territorio inhóspito? Muchos sevillanos tenemos cada vez más claro que este tipo de hitos generan un balance negativo. Desde el punto de vista económico o de proyección de la ciudad no se justifican los riesgos y molestias que se soportan. Un destino consolidado desde el punto de vista turístico como Sevilla no necesita este tipo de eventos, ni de más chinos, ni de más promociones extraordinarias. Sevilla supera ya los tres millones de turistas al año. ¿Acaso no estamos en condiciones de ser más selectivos a la hora de acoger ceremonias o actos? Tenemos muy claro que el modelo fue la gala de Christian Dior en la Plaza de España. Pocas compañías han atraído un público más cualificado y han hecho un uso más exquisito de la Plaza de España. Y podríamos citar las convocatorias de Elle o de la MTV. Sin borracheras, sin mesas por los aires, sin la Policía Nacional en tensión, sin reyertas, sin mensajes de los clubes llamando a evacuar la Plaza Nueva por la calle Zaragoza. Distinto es que vendamos como normal que solo ha habido unas cuantas cargas policiales... ¿Hemos perdido el Norte?
Estas finales deportivas deberían ser para otras ciudades que puedan estar en otra fase de crecimiento turístico, pero no para Sevilla, que al final ahonda en el proceso de degradación. Hay que apostar por convocatorias de más nivel, por acontecimientos que no generen cochambre ni problemas de inseguridad. Se entiende que haya que darle uso a un recinto inútil como el Estadio de la Cartuja, pero tenemos muchas dudas de que compense a una ciudad con valores tan consagrados como Sevilla. Urge esa gran sentada como con la Semana Santa y dejar de correr como pollos sin cabeza a la búsqueda de chinos y de más finales de fútbol. Se nos olvida que aquí tenemos residencia real oficial (el Alcázar) y que ya hemos acogido mundiales y Eurocopas. No seamos catetos. No somos el ombligo del mundo, pero no perdamos la perspectiva. Sufrimos cierto complejo de inferioridad. No tenemos criterio.
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