La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
El denominado periodismo digital, poco reflexivo y que se centra en la búsqueda del impacto, ha encumbrado las historias que antes, si acaso, no pasaban de las últimas páginas de un periódico. Una edición digital es muchas veces el cubo de la ropa sucia donde todo cabe. Basta presionar que entra siempre una prenda más. El criterio ha muerto. O quizás simplemente ha sido sustituido. Cualquier hecho de la vida cotidiana, anécdota o aspecto de la vida doméstica merece un titular porque el gran público busca el entretenimiento antes que la información. Esta realidad incontestable no exime de que haya algunos de esos asuntos publicados que son útiles: la denominada información de servicios. Odenuncias que antes se quedaban en la hoja de reclamaciones y ahora tienen miles de lectores en pocos minutos. Ocurre con los bares cada vez con más frecuencia. La gente se crispa más con un mal servicio en un restaurante que con la previsible ley de amnistía para salvar a Puigdemont y su cuadrilla.
El otro día atendimos la queja del matrimonio que acudió a un restaurante de Carmona, de privilegiada ubicación, y que fueron levantados de la mesa antes de pedir. “Lo sentimos pero ahora tenemos una reserva de cena para diez personas y solo somos dos camareros”. Y en el Puerto de Santa María vimos en temporada alta un restaurante muy conocido con solo la mitad del aforo cubierto y sin aceptar más comensales. Los potenciales clientes se marchaban a pesar de que había mesas vacías. ¿La razón? La misma. “Solo somos dos camareros”. Un empresario lo explicaba en un foro:“Mejor decir la verdad, renunciar a dar el servicio antes que darlo mal y generar la frustración en el cliente. Es una dolorosa realidad”. El buen señor aspiraba al menos a cierta misericordia de un público crispado que clava rejones en vez de opinar. Este periodismo digital, que se basa en tantas ocasiones en los contenidos de las redes sociales, donde no hay criterios profesionales desde el punto de vista ni de la información ni mucho menos de la opinión, permite cuando menos palpar, pulsar y conocer algunas realidades que, al fin, son las que a todos nos afectan en algún momento.
La mala atención o la falta directa de ella lastran el gremio del que vivimos en buena medida: el sector servicios. No damos abasto ni en cantidad... ni muchas veces en calidad. Aunque la bajada de calidad también es de una clientela que dejó de ser selecta y distinguida, que eran los adjetivos recurrentes de antaño. No hay camarero para tanto cliente. Ni suficientes clientes buenos para muchos negocios de alta calidad. Y ahora todo se sabe, porque lo hemos elevado a la categoría de información.
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