Las dos orillas
José Joaquín León
Noticia de Extremadura
Cuando Sor Ángela de la Cruz fue canonizada en la Plaza de Colón de Madrid el sábado de Feria de 2003, el alcalde Monteseirín dejó todo listo para la actualización del rótulo de la calle que tiene dedicada desde la República. La fotografía difundida el lunes siguiente fue la de los operarios municipales colocando las letras de "santa" en sustitución de las de "sor". No hacía falta, pensaron tantísimos sevillanos que le siguieron llamando Sor Ángela sin más, como siempre, como dicta San Agustín de Hipona cuando habla de la muerte: "Llámame por el nombre que me has llamado siempre, háblame como siempre lo has hecho. No lo hagas con un tono diferente, solemne o triste". Estaba el sábado el arzobispo Saiz imponiendo las manos, entregando los Evangelios o tomando el juramento de obediencia a Pablo Noguera Aledo en la Catedral como nuevo diácono de la Iglesia, cuando alguien nos preguntó al oído: "¿No se le dice "hermano Pablo" a partir de hoy? ¿Cómo le decimos?". Aquí conviene aplicar el criterio sevillano. La fundadora de la Compañía de la Cruz sigue siendo eso: Sor Ángela. ¿Alguien dudaba de su santidad antes de que el Papa Juan Pablo II la proclamara? Pues no. Y el hermano Pablo sigue igual, es el hermano de la Cruz Blanca, el leal secretario del cardenal Amigo que ha querido quedarse en Sevilla, estudiar en el Seminario, ser ordenado diaconado y esperemos que sacerdote el próximo año. No se marchó para cerrar una etapa, no. Sigue aquí porque le importa por encima de todo la Iglesia a la que ama y el servicio que siempre le ha prestado, ora de secretario, ora de diácono. La ciudad le dio su medalla de oro con toda justicia, que recogió con humildad y melancolía en los días de amargura, todavía de conmoción por la muerte de don Carlos.
Vimos postrado de rodillas al hermano Pablo ante monseñor Saiz y asistíamos a la ejemplar conducta de una persona de profundas convicciones. ¡Cuánto daría un político de hoy por tener un secretario, jefe de gabinete o asesor de tanta lealtad, discreción y eficacia! Seguro que al término de la ceremonia, Pablo Noguera, el hijo de emigrantes nacido en Francia y que llegó a Sevilla desde el país galo como la Virgen de los Reyes, se fue a la capilla donde reposan los restos del cardenal a dejar una oración. Unos vieron esa mañana la película de la Sevilla del cardenal proyectada a toda velocidad: el Papa Juan Pablo II en el Palacio Arzobispal, las canonizaciones, la venta de San Telmo, la pastoral penitenciaria, los canónigos Navarro, García Vázquez, Garrido Mesa, Domínguez Valverde, Isorna o Gómez Guillén; el médico Ricardo Mena Bernal, la boda de la Infanta, las grandes restauraciones, las coronaciones, el nuevo Seminario... Otros vimos eso y quizás algo más profundo. Si no se ordenó antes fue por no distraerse ni un minuto del objetivo de servir a la Iglesia por medio de la responsabilidad de ser el secretario personal del cardenal. Y se ordena ahora para seguir cumpliendo con el mismo objetivo por medio del diaconado. El hermano Pablo, el de siempre.
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