La lección de Mariano, el del Donald

La aldaba

El mejor comentario sobre Morante se lo hemos oído al dueño del restaurante de la calle Canalejas

La Casa Fabiola, ¿night club?

La calle Asunción, la alegría sevillana de los domingos

Morante de la Puebla.
Morante de la Puebla. / Rosell

14 de octubre 2025 - 04:00

Qué aluvión de reacciones más saludable el generado desde la tarde del domingo, cuando Morante se quitó (que no cortó) la coleta. Hemos disfrutado con análisis sesudos y hasta hemos digerido los inevitables pregones trufados de lenguaje maximalista y afectado. Pero bienvenido sea todo por el bien de una Fiesta que se ha venido arriba gracias a los gestos de toreros como José Antonio. Incluyan los de dar facilidades para que se retransmitian festejos de primer nivel. Entre tanto parabién, repasos a la trayectoria, lamentos y miedos por un futuro sin el de La Puebla del Río en los carteles, nos quedamos con la aguda reflexión de Mariano García, el dueño del restaurante Donald, fundado en 1973. Estaba el señor Mariano comentando la noticia del día con Salomón Hachuel en el Hoy por Hoy de Radio Sevilla cuando dijo la gran verdad que no le habíamos oído a nadie. “No podemos ser egoístas y querer ver siempre el genio de Morante”, insistió en varias ocasiones. Quienes quieren al torero deben ver la persona que hay detrás del genio, el ser humano que sufre su patología, la que nunca ha negado. Tiene derecho a tomar sus decisiones, que deben ser respetadas con afecto y comprensión, vino a decir el empresario de la calle Canalejas, que pronunció un discurso que humanizaba a la figura en el momento más preciso, cuando tantos aficionados pensaban más en ellos, llevados por el fervor, que en su propio ídolo. No tenemos derecho a exigir siempre el genio y estamos obligados a ponderar la persona, su bienestar, su salud.

Morante ha hecho mucho más por la fiesta que torear de ensueño, porque ha tenido altura de miras al darse cuenta hace unos años de que el tinglado se venía abajo y que los carteles no podían ser una suma de egos, pero también ha contribuido a que los problemas de salud mental se enfoquen con naturalidad, se tomen en serio y, sobre todo, se vean sin prejuicios ni estigmas. Cuando lo fácil hubiera sido recordar tantas orejas, el rabo cortado en la plaza de la Maestranza, el toreo de capa, el natural eterno del pasado San Miguel, los detalles de estética antigua recuperados como homenaje al toreo en blanco y negro, llega Mariano y pone el foco en la persona antes que en la figura. Porque nada hay por encima de la suprema dignidad de la persona, como siempre recordaba el cardenal Amigo. Aquí cabría decir que para ser buen aficionado hay que ser buena persona. No hay artista que pueda ser comprendido y valorado en su globalidad sin conocerse su entorno, sus circunstancias, los avatares de su vida. La lección de Mariano ha sido sencilla, rotunda y oportuna.

stats