El maltrato a los usuarios del Metrocentro

Tranvía bloqueado.
Tranvía bloqueado.

15 de noviembre 2025 - 05:30

DENTRO de la Historia Universal de la Infamia de los Medios de Transportes do Mundo habría que dedicar un amplio capítulo al desastroso Metrocentro (nombre pretencioso y mentiroso con el que se bautizó al neotranvía de Sevilla). Desastroso ha sido desde su inauguración y así sigue siendo en la actualidad, después de haber pasado por el Ayuntamiento de la ciudad no pocos alcaldes y concejales de Movilidad de PP y PSOE, que en esta cuestión se comportaron con igual torpeza. Para encontrar un ejemplo similar al maltrato que sufren los usuarios del Metrocentro tendríamos que exceder los límites municipales y acudir a los trenes del ministro Óscar Puente y a los aviones de Ryanair de Michael O’Leary, dos gentlemen que deslumbran con sus buenas maneras y verbo fino en los principales salones sociales de la vieja Europa.

Algunos dirán que se me ve el plumero de usuario agraviado y quisquilloso (más que plumero es un colorido penacho de gran jefe apache). Otros, que mi tono es más propio de una de esas cartas al director que vierten sobre concejales y alcaldes cubos de improperios y reproches. Y llevan razón. Por la presente, mesié se erige en portavoz de todos aquellos parias y usuarios que sufren continuamente los cortes de la línea 1 (única e inacabada) de dicho Metrocentro. Entre ellos se encuentran ancianos en tacataca, maduros con fascitis, mutilados, señoras con tacones de vértigo, estudiantes con prisas... y una amplísima gama de los que no vamos al centro de paseíto, a ver cofradías o a comprar calcetines, sino a trabajar, al médico o al notario. Sin embargo, para nuestra desgracia, tenemos que ver continuamente cómo se interrumpe el servicio a la más mínima ocasión: manifestaciones que no suman más de veinte personas, procesiones que no conoce ni el más hartible de los capillitas, lluvias mil, masas consumistas, aburridos que ven en el alumbrado navideño una excusa para no quedarse tranquilos en su cuarto, como nos recomendó don Blaise Pascal. Y todo esto acompañado por una absoluta falta de información que el jueves quedó patente cuando la gente, bajo chaparrones apocalípticos, se acumulaba en la parada de la Plaza Nueva sin saber que el tren nunca llegaría. Ahora, hasta enero (y ya veremos si más) la línea estará limitada en el Archivo de Indias por unas obras (¡otras!) en la Plaza Nueva. El acceso peatonal al centro es el verdadero infierno, y no precisamente el de Dante.

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