La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
El alcalde de Sevilla pide perdón por las molestias que provocan las obras en la Cuesta del Rosario y promete que se ejecutarán lo antes posible para no alterar en exceso la vida de comerciantes, vecinos y cientos de sevillanos que acceden al sector de la Plaza Nueva por esta vía. Bien, está muy bien el reconocimiento de las molestias, como hizo con motivo de la cumbre de banderilleros de la ONU. Pero no hay que agilizar nada por el mero hecho de ir más rápido, sino acabar las obras bien, que no suframos chapuzas (caso de la calle Zaragoza) y que el resultado de los trabajos sea beneficioso y duradero. Los alcaldes tienen que ordenar la ejecución de obras. ¡Faltaría más! Reformar, reurbanizar, priorizar el arreglo de calles, arreglar, adecentar, mejorar y hasta peatonalizar cuando se tienen claros los efectos beneficiosos. La ciudad no se puede ni se debe parar. Sí se tienen que cumplir unos plazos razonables, porque la incertidumbre y el caos matan al comercio y desesperan a los vecinos. Muchos recordamos cuando el alcalde Rojas-Marcos se entrevistó con cada uno de los comerciantes de Tetuán en la primera gran peatonalización que se emprendió en la ciudad en aquel comienzo de la década de los años 90. Las protestas fueron sonadas, las portadas de los periódicos ("Rojas-Marcos pone Sevilla patas arriba") fueron muchas durante meses y el resultado fue sencillamente inmejorable. El andalucista también levantó los alrededores de la Catedral, no se olvide, con resultado desigual. Que le pregunten a Monteseirín con la Avenida de la Constitución, Asunción, O'Donnell o San Jacinto. O a Zoido con Almirante Lobo (que segó los árboles). Las obras son tragos que hay que pasar, los alcaldes tienen que tener altura de miras, tirar para adelante, no arrugarse por los intereses cortoplacistas y apostar por proyectos de verdadera mejora para la ciudad. Gobernar consiste en tomar decisiones y establecer las prioridades. A lo largo de los años ha habido obras chapuceras (la remodelación de Marqués del Contadero), otras que han sido un verdadero éxito (la referida de Tetuán) y algunas muy discutibles (la Avenida). Una ciudad que avanza necesita obras que cumplan los plazos y los niveles de calidad. Una ciudad que progresa exige un modelo de crecimiento hacia al futuro que incluya renovaciones y apuestas. Hay que hacer lo que se debe hacer con un criterio claro. El problema ocurre cuando la obra se eterniza, se han olvidado de abrir los alcorques, no se han planificado las redes de suministros y hay que volver a levantar el firme a los pocos meses o directamente las losetas bailan, que de todo hemos sufrido en los últimos años. Acierta Sanz al pedir perdón por las molestias tanto como al emprender las obras que considera que se deben hacer. Hay otros aciertos que iremos comentando antes de la llegada de un agosto que enmudecerá los sonidos de esta Aldaba y dejará de guardia el sonido de los chorros de agua clara de una fuente del Alcázar. Y de fondo, el traqueteo de una hormigonera. Las dos Sevillas. Estamos de obras, perdonen las molestias.
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