La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Nos libramos de pasar vergüenza
COMO el Gobierno de progreso nos invita cada mañana a hacer ejercicios de memoria histórica, hoy podríamos hacer nuestras flexiones neuronales con la figura de Arnaldo Otegi. Por ejemplo, podríamos recordar que el actual coordinador general de EH Bildu –uno de los más leales apoyos del gobierno presidido por Pedro Sánchez– perteneció a diferentes facciones de la banda terrorista vasca ETA en los años setenta y ochenta. También que participó activamente en el secuestro de Luis Abaitua en 1979, un empresario cuya angustiada familia tuvo que pagar un rescate que sirvió para seguir manteniendo viva la actividad terrorista de la organización abertzale. También podríamos rememorar que fue detenido en 1987 en Francia y entregado a España, donde fue condenado a prisión 6 años, aunque en 1990 ya estaba en libertad provisional (ay la Justicia, ese brazo vivo del franquismo). Una vez en la calle se dedicó a la militancia exclusivamente política en Herri Batasuna, formación que fue disuelta por considerarse el brazo político de ETA. No estaría de más recordar, asimismo, que Otegi, aunque ha renunciado a la vía terrorista, nunca ha pedido perdón de forma explícita a las víctimas. Como mucho, un simplón “ETA no debió causar sufrimiento”. Bien, pues con este individuo es con el que el actual presidente Sánchez y su escudero Santos Cerdán (a punto de ingresar en la Historia general de la corrupción española) mantuvieron, en mayo de 2018, una reunión secreta en un caserío (aunque ellos, que mantienen un relación complicada con la verdad, lo niegan con vehemencia) para pactar la moción de censura que desalojó del Gobierno al PP, una operación tan legítima como indecente.
Todo parecería el inicio de un chiste adolescente (“Iban Sánchez, Otegi y Cerdán por el valle de Olatz...”) si no fuese por lo siniestro del asunto. Para llegar al poder Sánchez se impulsó en un presunto corrupto (todavía no está condenado, pero el informe de la UCO es demoledor) y en un ex terrorista que aún no ha tenido el mínimo de decencia para pedir perdón a las víctimas de ETA. Posteriormente, para mantenerse en la poltrona vendría lo de arrodillar al país ante Puigdemont (otra vez Cerdán de muñidor), reconvertido en articulista de El País. Hoy, siete años después de la reunión, tenemos una España cada vez más dividida en lo social y lo territorial: Sánchez gobierna, Cerdán cobra y Otegi gana.
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