La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El lugar de Andalucía donde Dios existe
Ni la descomposición del segundo mandato de Suárez, iniciado el 1 de marzo de 1979 y finalizado el 29 de enero de 1981 con su dimisión tras meses agónicos de ruido de sables que culminaron en el 23-F, atentados del terrorismo vasco, desafección del Rey, moción de censura socialista de mayo de 1980 y descomposición de su partido.
Ni la descomposición del cuarto mandato de González, acosado por escándalos de corrupción –Roldán, Ibercorp, Banesto, Flick, Seat, Intelhorce- y terrorismo de estado –GAL– que, agravados por los precedentes de los casos Filesa, financiación ilegal del partido, o Guerra, que junto a otros factores políticos y personales condujo a la dimisión de Alfonso Guerra, llevaron a la derrota del PSOE en 1996.
Nunca se ha vivido el desmoronamiento de un presidente y un gobierno como el que se está viviendo. Escándalos que afectan a su ámbito familiar, de gobierno y de partido, con extensión nacional e internacional y naturaleza política, jurídica, económica o sexual, que incriminan –con sentencia dictada, causa abierta y prisión preventiva, envío de juicio oral o dimisiones– al fiscal general del Estado, dos secretarios generales de organización del PSOE, un ministro, dos altos cargos de presidencia, un presidente de diputación, un secretario general local…
Una catarata de escándalos en la que se suman atropelladamente novedades en la investigación de casos conocidos o descubrimientos de nuevas podredumbres. Solo en las últimas 48 horas se han conocido las detenciones de Leire Díaz y Vicente Fernández, ex presidente de la SEPI; la dimisión de José Tomé; la detención del socio de Cerdán, Antxon Alonso; las detenciones de Julio Martínez y Roberto Roselli, presidente y CEO de la aerolínea Plus Ultra; el envío a juicio de Aldama, Koldo y Ábalos por integración en organización criminal y otros seis delitos, manteniendo en prisión a los dos últimos; o que la UCO concluye que la trama de hidrocarburos destinó un millón de euros a comprar la voluntad de Ábalos y su Ministerio.
Sánchez se pudre en el poder como el señor Valdemar de Poe: “Todo su cuerpo, en el espacio de un minuto, o aún menos, se encogió, se deshizo, se pudrió entre mis manos. Sobre el lecho, ante todos los presentes, no quedó más que una masa casi líquida de repugnante, de abominable putrefacción”.
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