¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Ussía, el último acto del “otro 27”
Me da vértigo ver la fecha junto a mi nombre. 5 de marzo de 1977. Como también me lo da el título del libro, Sobre la dictadura del Proletariado (Ediciones Siglo XXI), de Etienne Balibar, profesor francés colaborador de Louis Althusser. El libro se inicia con un viaje al pasado desde París (1976) a Moscú (1936) con la disyuntiva Dictadura o Democracia, seguido de las tres tesis teóricas de Lenin sobre la dictadura del proletariado. El libro está lleno de subrayados y anotaciones de un imberbe que entonces tenía 19 años. Lo compré y lo leí para un trabajo en Sociología. Mi profesor, Lorenzo Chacón, me dio la máxima calificación. Recuerdo que me encerré en la casa de mis abuelos en Almagro, entre encajes y berenjenas, para escribirlo. Lo guardaba como una reliquia, pero en una de mis muchas mudanzas se traspapeló.
Junto a la sesuda y pormenorizada lectura del libro, recuerdo tres citas que acompañaban al trabajo: una del Guzmán de Alfarache, otra de Alfonso Guerra y la más célebre, de Santiago Carrillo: “Dictadura, ni la del proletariado”. Apenas un mes antes de la compra del libro se produjo la matanza de los abogados de Atocha. El PSOE había sido legalizado en febrero y el PCE lo sería el Sábado Santo 9 de abril.
Saco esta historia del baúl de los recuerdos de Karina porque ese trabajo académico debió ser la primera vez que tecleé en una máquina de escribir el nombre de Alfonso Guerra, que esta noche recibe el premio Manuel Clavero que le entrega el Grupo Joly. Llevo cuarenta y cinco años entrevistando a Alfonso Guerra. Lo conocí el verano de ese mismo año 1977 en la librería Antonio Machado (todavía en la calle Miguel Mañara) y a él le debo la topografía sentimental de Sevilla que encierra Ocnos de Cernuda, poeta del 27 en el que se inspiró para titular sus memorias, Cuando el tiempo nos alcanza.
Lo entrevisté en El Correo de Andalucía en su primera visita a Sevilla después del 23-F. No olvido el titular: “Le tengo más miedo a Kafka que a Tejero”. En junio de 2004 viajé a Ayamonte y Vila Real de Santo Antonio para contar el España-Portugal de la Eurocopa lusitana en la frontera. De noche, en el hotel Don Diego, vi por televisión a Fernando Sánchez Dragó hablando con Guerra del primer volumen de sus Memorias. Viajé a Madrid con Ruesga Bono y Javier Chaparro para hablar con él en la Fundación Pablo Iglesias.
Ingresó en la Academia de Buenas Letras, pretexto para un nuevo encuentro el 27 de abril de 2022. No olvido la fecha porque era el cumpleaños de mi hija Carmen. Apagué el sonido del móvil. Me regaló fotos antiguas en su librería, ya en Álvarez Quintero. Una charla muy cordial. Nos despedimos. Recuperé el sonido del intruso y entre los mensajes encontré la doble noticia de la muerte de Juan Diego y don Carlos Amigo Vallejo. San Juan de la Cruz (y de Bormujos) se iba con todas las bendiciones. Una inoportuna otitis me impidió acompañar a Guerra en Ribadeo, junto a la playa de las Catedrales, invitado por la Fundación Sargadelos. Comparte protagonismo con Soledad Becerril en mi relato Noche capicúa, ambientado en la jornada electoral del 28 de octubre de 1982. Fue uno de los 202 diputados.
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