Dos o tres Españas

02 de diciembre 2025 - 03:07

En el poema Españolito de Campos de Castilla, Antonio Machado dio fuste a la expresión “dos Españas”. No la sacó Machado de su insondable chistera de octosílabos. El Duelo a garrotazos de Goya y otras manifestaciones biliares de artes apuntaron a lo mismo, el odio fraterno o próximo y vecinal; la traición, el crimen y el castigo. Hace no pocos miles de años, nació helénica toda narración sobre la dialéctica entre el bien y el mal humano. En la antigua Grecia se describió toda esa taxonomía cruenta con o sin infantería, quizás caída de la abstracción de dioses implacables y el nihilismo de las fuerzas de la naturaleza.

Un resentimiento, odio, desprecio, supremacismo, leyendas dolientes y mitos que no sólo nos caracterizan a nosotros, península, país, nación y Estado viejo como pocos aún vigentes. Aunque sí puntuamos notable alto en la mala leche “hacia ese otro por y contra el cual somos”. Fue antes de la premonitoria alusión de Machado que la bipolaridad patria se tornó sanguinaria Guerra Civil. La expresión de polos repelentes ha pervivido ya sin aludir a batallones, paredones, checas, fosas comunes, ajustes de cuentas que esperaban generaciones a renovar la sangre costrosa y la peste a pólvora en las viejas uñas heredadas. Hoy, por trivial y comodona fortuna, las dos Españas enfrentan a canales y otros medios que te dicen lo que tú esperas y gustas oír o leer, que no es otra cosa que propaganda y –¡válgame el Señor Marx!– opio para el pueblo: Broncano y Motos, la Sexta y Antena 3; El País, Egin y El Mundo; el Madrid y el Barça, la peste de los hinchas violentos del jodido fútbol (que tanto amaba).

Hay otras dos Españas: la llena y la vaciada. O tres. La que vive de la productividad del “efecto sede” y la atracción de jóvenes formados, para la que el turismo es una mera especia o un mal menor, y la rural maltratada por internet y el tren, que necesita el turismo como agua de mayo. En medio, la tercera: bellas ciudades que gastan para el evento masivo y el dios del low cost lo que no tienen: en policía, bomberos, limpieza e infraestructuras. Sin que la cuenta le salga al ciudadano silente, ni a la estructura económica: sí al ayuntamiento yonqui de la tasa, la licencia, el IBI... y sus remotos señoritos, intermediarios de viviendas hechas norias calentitas.

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