La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La mala sombra de Sevilla Este
Hace un año que te marchaste. Desde entonces se ha escrito mucho en homenaje a ti, a tu obra y a tu legado. Todos los elogios merecidos y algunos tardíos. Yo tenía pendiente el mío propio, pero créeme que necesitaba la cura que da el tiempo, que transforma el dolor profundo en nostalgia y hace recobrar el ánimo. Ha sido duro estar sin ti estos 12 meses que dan la vuelta a un año con su presupuesto, los consejos, las reuniones de trabajo, los santos, los cumpleaños, las vacaciones de verano, las corridas de toros, la liga de fútbol, las Navidades. En fin, todo lo que me ha hecho sentir tu ausencia.
Nos conocimos hace mucho y empezamos a trabajar juntos hace más de 25 años. Muchas horas mano a mano, con proyectos y retos, tantas alegrías y algún sinsabor, discusiones sobre asuntos de trabajo, de fútbol, de política, de la vida en general… Muchas tardes de agosto en tu casa de Sanlúcar, a las que yo llamaba “las reuniones de Marivent”, para preparar el curso siguiente. Como soy ingeniero y sabes que me gusta poner número a casi todo, he calculado que han sido sobre ¡20.000 horas!, quizás más. También muchos momentos mezclando lo personal con lo profesional que romperían lo aconsejado por los tratados de management, que con toda certeza puedo decir que en este caso se equivocan. De lejos soy la persona que ha pasado más tiempo profesional contigo y que puede hablar con más conocimiento de causa.
Y como en tanto tiempo he tenido la suerte de conocer al profesional brillante, al gran empresario rupturista, al padre exigente, al marido compañero, al hijo rebelde, al abuelo orgulloso, al hermano generoso, al amigo de verdad, al jefe retador, al hombre con valores… tengo que decirte que eres mucho más de lo que se conoce. Eres un fuera de serie, un maestro, una persona de las que aparecen muy de tarde en tarde. Un tipo excepcional, capaz de idear cómo cambiar el mundo, dejando que otros lo hicieran mientras pensabas en el siguiente paso. Estoy orgulloso de todo lo que has conseguido y de todo lo que hemos hecho juntos. Lo he pensado estos meses desde que no te veo y como se dice ahora ¡ha sido una pasada!
Hoy sé que hubieses triunfado y salido por la puerta grande allá donde la vida te hubiera mostrado el pico de su muleta. Te imagino en Nueva York liderando alguna empresa de Wall Street, en San Francisco habiendo creado un unicornio de entre las 10 primeras del ranking, en China siendo un trader mundial, en Oriente Medio liderando la nueva OPEP con un petróleo “reciclable”, o qué se yo… Pocas personas son conscientes de tu dimensión global. Yo la conozco bien y te admiro.
Te fijaste en mí siendo un chaval recién salido del horno de la Universidad de Sevilla. Me diste la oportunidad de viajar contigo por el mundo de los negocios y acepté. Mucho de lo que soy, y no sólo profesionalmente, te lo debo a ti. Gracias, Pepe, han valido mucho la pena esas miles de horas juntos. Y aquí me quedaré en tu empresa y con tu gente para seguir con nuestro proyecto tal como querías. Como toda persona de valía, dejaste un legado detrás de ti. No creo, como tú tampoco creías, en los “grandes hombres” que se marchan llevándose con ellos su obra y que se rodean de mediocres; son fruto de las circunstancias del momento, fuego de paja. Y como te iba diciendo, nos verás en Persán seguir adelante ese viaje que comenzamos por los noventa, donde nunca hay meta final porque siempre estamos en camino hacia un nuevo objetivo. Uno que cuando se vislumbra se aleja para engrandecerse antes de ser alcanzado. Como sabes, a este nuevo desafío lo llamamos one billion. ¿A qué te gusta? Jejeje, ¡acabo de ver tu sonrisa y el brillo de tus ojos azules ante el reto!
Cuando nos despedimos te di recuerdos para mi padre. Sé que estáis juntos leyendo, dale un beso y un fuerte abrazo de mi parte. Te mando otro para ti. Hasta siempre, Pepe.
También te puede interesar
Lo último