Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Que venga el barco

La actuación de la UE en la tragedia de la inmigración retrata como pocas cosas las miserias del continente

Si estuviera en el lugar de Pedro Sánchez -Dios no lo permita- habría hecho exactamente lo mismo que él con el barco cargado de inmigrantes que Italia y Malta han abandonado a su suerte. El presidente del Gobierno español lo ha hecho, seguramente, por dos razones: por un simple sentimiento humanitario, perfectamente comprensible, y porque necesitaba una primera medida propagandística que lo pusiera en el mapa de Europa. Un poco, o un mucho, como lo que hizo Zapatero cuando a los pocos minutos de llegar a La Moncloa anunció la retirada de las tropas españolas de Iraq. Éste va a ser un Gobierno nacido para la propaganda y la imagen; lo anuncia así desde cómo fue elegido y comunicado hasta sus primeros anuncios, aunque Máxim Huerta y sus líos fiscales le haya supuesto una primera mancha que la dimisión del ministro más breve de al democarcia no limpia.

Hubiera compartido la decisión sobre el buque Aquarius por la primera de estas circunstancias, la humanitaria. Pero también lo hubiera hecho por algo que no consta que haya considerado Sánchez: por la necesidad de dar un puñetazo en la mesa de la Unión Europea y gritarle bien claro que nos estamos cargando los ideales y los objetivos sobre los que se sustentó la propia idea de la unidad europea. La política migratoria es el ejemplo más claro de hasta qué punto nos estamos empequeñeciendo dentro del mundo y cómo los egoísmos y las miradas de corto alcance se están imponiendo en el continente. Posiblemente, ya no tenga remedio y el sueño surgido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial esté herido de muerte. Pero mientras quede alguien con ganas de levantar la bandera azul con las doce estrellas, eso que ganamos.

No consta que Pedro Sánchez lo haya hecho por un ideal europeísta ni haya considerado las consecuencias que el precedente español pueda tener en el desplazamiento de la presión migratoria desde las costas del sur de Italia a las del sur de España; desde el caos libio al argelino y marroquí. Como si no tuviésemos ya un rosario diario de pateras que hace mucho que han desbordado nuestras capacidades asistenciales. Sí consta que lo ha hecho porque necesitaba dejarse ver. Pero ojalá la decisión sirva para que Europa, y Europa somos todos, se ponga manos a la obra para solucionar un problema que no sólo es humanitario. Es también político y retrata nuestras miserias como pocas cosas lo han hecho en las últimas décadas.

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