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El truco que recomienda una nutricionista para hacer más saludables los frutos secos

Investigación y Tecnología

Tiene un impacto significativo en la calidad, digestibilidad y valor nutricional de los frutos secos

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Frutos secos en remojo / @crisssegura_

Los frutos secos, aunque son un alimento saludable y lleno de nutrientes, a menudo son consumidos directamente del envase sin mayor preparación. Almendras, nueces, avellanas, pistachos y demás variedades son comunes en muchas dietas, tanto por su sabor como por su versatilidad nutricional. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que estos alimentos requieren un proceso previo de lavado y, preferentemente, de remojo antes de ser consumidos. Esta práctica, aunque simple, tiene un impacto significativo en la calidad, digestibilidad y valor nutricional de los frutos secos.

Consumir frutos secos crudos y sin lavar puede parecer inofensivo, pero estos productos, aunque luzcan limpios, pasan por varios procesos antes de llegar al consumidor: recolección, secado, almacenamiento, transporte y envasado. Durante todo este recorrido, pueden acumular residuos indeseables como polvo, pesticidas o restos de productos químicos. Además, de forma natural, muchos de estos frutos contienen compuestos que dificultan la absorción de minerales esenciales. Lavarlos y remojarlos no solo mejora su higiene, sino también su valor nutricional y su efecto en nuestro sistema digestivo.

Limpieza y eliminación de antinutrientes

Uno de los motivos principales por los que se recomienda lavar los frutos secos es la presencia de residuos superficiales. Aunque estos alimentos suelen venderse aparentemente limpios, pueden contener polvo, tierra o restos de pesticidas debido a su manipulación y almacenamiento. Un buen enjuague con agua fría es suficiente para retirar buena parte de estas impurezas. No se trata solo de una cuestión estética o de sabor, sino también de salud, ya que estos residuos pueden generar molestias o incluso reacciones en personas sensibles.

Pero más allá de la higiene, existe otra razón de peso: la presencia de antinutrientes. Los frutos secos contienen compuestos como los fitatos y oxalatos. Estos elementos, conocidos como antinutrientes, interfieren con la absorción de minerales importantes como el hierro, el calcio o el magnesio. "Al lavarlos o, mejor aún, al dejarlos en remojo ayudan a reducir estos compuestos", manifiesta la entrenadora y nutricionista, Cristina Segura, en su cuenta de Instagram (@crisssegura_). Para que sea más efectivo, debemos meterlos en remojo en agua filtrada entre seis y doce horas. Esto se debe a que el agua activa ciertas enzimas presentes en las semillas que, al reaccionar, degradan estos inhibidores y liberan los minerales, haciéndolos más disponibles para el cuerpo humano. Así, al preparar adecuadamente los frutos secos, no solo se eliminan sustancias perjudiciales, sino que se mejora su perfil nutricional.

Digestibilidad y activación enzimática

Otra ventaja importante del remojo es la activación enzimática. Los frutos secos son, esencialmente, semillas. Cuando se les remoja, se inicia un proceso similar al de la germinación: las enzimas se activan y comienzan a transformar las reservas internas del fruto. Esto no solo hace que los frutos secos se vuelvan más fáciles de digerir, sino que mejora su biodisponibilidad. Es decir, el cuerpo puede asimilar de forma más eficiente los nutrientes que contienen.

Muchas personas experimentan una sensación de pesadez o malestar estomacal después de consumir frutos secos, especialmente en grandes cantidades. Esta sensación suele deberse a que, en su estado natural, los frutos secos son densos y difíciles de descomponer. Gracias al remojo, su estructura interna se suaviza y se facilita su digestión. Aunque el proceso puede parecer innecesario o tedioso, especialmente para quienes llevan un estilo de vida rápido, los beneficios a nivel digestivo pueden ser notables.

Un punto a tener en cuenta es que, aunque el remojo puede causar una leve pérdida de ciertos nutrientes sensibles al agua, como algunas vitaminas del grupo B, esta disminución se ve compensada por el aumento en la disponibilidad de otros nutrientes clave. Por otra parte, es importante escurrir y secar bien los frutos secos si no se van a consumir inmediatamente después del remojo. Esto puede hacerse con un paño limpio o colocándolos en el horno a baja temperatura (unos 150 grados por 15 a 20 minutos), o utilizando un deshidratador. Este paso previene la aparición de moho y permite conservarlos en buen estado durante más tiempo.

Finalmente, siempre que sea posible, es preferible comprar frutos secos con cáscara ya que esta capa natural actúa como una barrera protectora, conservando la frescura y reduciendo el contacto con contaminantes. Una vez retirados de su cáscara, se recomienda realizar todo el proceso de lavado y remojo para asegurarse de que estén en óptimas condiciones para el consumo.

En resumen, lavar y remojar los frutos secos no solo es una medida de higiene, sino también una forma efectiva de mejorar su calidad nutricional y su efecto en el organismo. Un gesto simple que puede marcar la diferencia en cómo nuestro cuerpo asimila estos alimentos tan valiosos.

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