Corpus Christi en Sevilla: "Es el espejo de la religiosidad popular que vertebra a la sociedad sevillana desde la Edad Media"
“Las corporaciones civiles que antes desfilaban empiezan a ceder protagonismo a las hermandades, que hoy articulan el tejido social sevillano”, explica Miura
El listado de altares, balcones y escaparates del Corpus de Sevilla 2025
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Sevilla amanecerá la mañana del jueves 19 de junio con el característico olor a romero en el centro de la ciudad. Se acerca la festividad de Corpus Christi, una fiesta que, si bien mantiene su corazón litúrgico, ha cambiado de forma con el paso de los siglos, que ha ido adaptando su paso a los vaivenes de la historia, conservando su esencia pero mutando en formas de expresión.
“El Corpus ha sido y es la gran fiesta de la religiosidad sevillana desde hace siglos”, comenta José Fernández, catedrático y doctor en Historia del Arte de la Universidad de Sevilla. “Fue especialmente importante tras el Concilio de Trento, cuando la Iglesia católica quiso reafirmar con fuerza el misterio de la transubstanciación ante los ataques del protestantismo”. Así, lo que ya desde la Edad Media había sido una celebración popular, con bula papal desde 1264, se afianza como símbolo de la fe católica, vertebrando la sociedad a través de un acto colectivo, que aún se conserva.
Dios en la calle
Pero si el Concilio de Trento imprimió carácter catequético al Corpus, antes de eso su dimensión se considera más festiva. José María Miura, profesor de Historia Medieval en la Universidad Pablo de Olavide, sitúa los primeros datos documentados en la segunda mitad del siglo XIV, aunque hay referencias más antiguas, como las vinculadas a Alfonso X y al papa Inocencio IV. “En sus orígenes, el Corpus tenía un carácter cívico, no exclusivamente eclesiástico. Participaban todos los estamentos sociales. Era como una entrada real, con el Santísimo abandonando la Catedral y saliendo a la ciudad. Era, literalmente, Dios en la calle, y parecido a lo que vemos ahora”.
Aquella Sevilla medieval recibía el Corpus como una gran fiesta del pueblo. Dragones de siete cabezas, como la famosa Tarasca, gigantes y cabezudos, chirimías, representaciones burlescas del mal y niños cantores formaban parte de una escenografía exuberante. “En Granada aún se mantiene la Tarasca, pero en Sevilla estos elementos se fueron perdiendo”, Fernández. Carlos III suprimió muchas de estas expresiones lúdicas en el siglo XVIII, y poco a poco, la procesión fue adquiriendo una compostura más solemne.
Con la llegada del liberalismo en el siglo XIX, se produce un nuevo giro: la religiosidad gana peso frente al componente civil. “Las corporaciones civiles que antes desfilaban empiezan a ceder protagonismo a las hermandades, que hoy articulan el tejido social sevillano”, explica Miura. En ese proceso, el Corpus se convierte en una representación teatralizada de la Sevilla devota, con una procesión que, aunque haya perdido ciertos elementos, conserva una amplitud y una profundidad simbólica únicas.
Las hermandades sacramentales
De hecho, hoy en día las hermandades sacramentales tienen un papel crucial. “Desde el siglo XVI, estas hermandades crecieron de forma espectacular”, apunta Fernández. “La bula de 1511 del papa Julio II, traída a Sevilla por Teresa Enríquez, la 'loca del Sacramento', incentivó su fundación. Muchas se fusionaron luego con hermandades de gloria o penitencia, pero el poso sacramental permanece”. En la procesión del Corpus, cada año se alinean estas corporaciones junto a instituciones civiles, militares (aunque ya no participan como antaño) y autoridades religiosas, en un desfile que es tanto devoción como espejo de ciudad.
Elementos como los seises —esos niños danzantes ante el Santísimo— o los carráncanos, que aún sobreviven, son vestigios de aquella Sevilla más festiva. “El Concilio intentó eliminarlos, pero han perdurado. Son como restos fósiles del Corpus medieval”, apunta Miura. Hoy, en cambio, la teatralización se ha desplazado al simbolismo: las portadas efímeras instaladas en la Plaza de San Francisco rinden homenaje a hitos cofrades actuales. Este año, por ejemplo, se dedican a la Virgen del Rocío de la hermandad de Redención y a la Esperanza de Triana. “Es un gesto reciente, pero muy significativo”, señala Fernández. “El ayuntamiento reconoce así los momentos importantes de la religiosidad local”.
La liturgia del Corpus, como la Iglesia misma, da la impresión de ser eterna, inamovible. Pero los expertos insisten: nada más lejos de la realidad. “La Iglesia tiene el don de hacernos creer que todo es igual desde siempre, pero no es cierto”, señala Miura.
Sevilla, entre toldos, incienso y calor —este año también se esperan más de 40 grados—, saldrá de nuevo al encuentro del Santísimo. Será, como siempre, una procesión grandiosa, porque “¿por qué no va a ser grande, si Sevilla lo es?”, se pregunta Fernández. El jueves reina un nuevo Corpus Christi en Sevilla como una tradición que cambia sin romper y que sigue caminando con paso firme y aroma de romero por la historia viva de la ciudad.
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