La Bocamanga

Ver cofradías

Están ya próximos los días y urge hablar de este tema antes de que sea demasiado tarde. Uno de los problemas que tiene nuestra Semana Santa en Sevilla es que cada vez es más difícil encontrar personas que sepan ver una cofradía. En breve tendremos ya las primeras procesiones por las calles de la ciudad y se van a llenar de espectadores que acudirán a contemplarlas sin saber bien qué ven. Evidentemente, el que tenga vista verá lo que suceda ante sus ojos pero serán muchos los detalles que se le escapen y por ello no podrá valorarlos como parte integral de lo visto. Que los cortejos se hacen largos y tediosos por el número de nazarenos y fomentan por ello la necesidad de sillitas para aguantar tanto tiempo de pie esperando que lleguen los pasos es un mantra muy repetido en los últimos años a modo de justificación y argumento para instar a tomar medidas sobre el número de nazarenos que deben componer los cortejos. Nada se dice de que dicha desmesura afecte de igual modo al número de costaleros de cada paso o al número de componentes de las bandas de música, que eso forma parte de otro debate. El caso es que esa visión mántrica viene propiciada porque no se sabe qué se está contemplando principalmente.

Una vez establecido el problema, vamos a ver las causas. Decía mi recordado padre Otero, aquel filósofo dominico que trató de formarnos al clásico modo en los Maristas de mi época, "nihil volitum quin praecognitum", que viene a traducirse "nada es querido sin ser antes conocido". Luego aquí tenemos la que para mí es la causa principal. En esta Semana Santa popular ya no sabe la mayoría qué va a ver, ni siquiera muchos de los que forman parte de los cortejos saben qué hacen ni por qué lo hacen. Esa ignorancia condicionará la conducta del espectador obviamente. Recuerdo de pequeño que, aparte de lo enseñado por mi padre, muchas veces en la calle alguna persona enseñaba a algunos de los que estábamos contemplándola una procesión determinada algún detalle reseñable e indudablemente identificativo de una cofradía al pasar. Esa enseñanza pasaba a formar parte del patrimonio cultural y cofradiero propio. Estaban los programas de mano con los horarios también que solían traer además muchos otros detalles como los estrenos, los capataces, las bandas,... y que también llamaban la atención sobre algún elemento distintivo de cada cofradía. De esta manera no sólo había información sino que además existía formación.

Otra segunda causa la veo en despojar a las procesiones del sentido religioso que las motiva reduciéndolas a un mero hecho cultural. Una vez desvirtuadas será difícil que el espectador le encuentre sentido a la mayoría de lo que vea.

Como tercera causa está el hecho contemporáneo de vivir en la sociedad de la prisa que vive de lo inmediato. Si agotamos las vísperas anticipando muchos de sus elementos sin disfrutar de ellas cómo vamos a tener un comportamiento distinto al ver las cofradías en la calle.

De las buenas cofradías siempre se ha dicho que eran de verlas desde la Cruz de Guía al Preste. La calidad media de los cortejos es cada vez mayor y por eso debería ser cada vez más atractiva su contemplación. Se respeta lo que se quiere y se quiere lo que se conoce, quizás así entendamos mejor en qué situación se encuentran nuestras cofradías en la calle.

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