Mater Dolorosa

Existe un rechazo natural al dolor que sólo el amor puede superar. Desde el amor se dota de sentido al dolor, físico o interno

La hermandad no es una familia

La Hermandad de El Cerro en la Semana Santa de Sevilla 2025
La Hermandad de El Cerro en la Semana Santa de Sevilla 2025 / José Angel García

16 de abril 2025 - 12:47

El canadiense Ignatieff explica que "las culturas que sólo persiguen el éxito no prestan mucha atención al fracaso, la pérdida o la muerte. La consolación, dicen, es para los perdedores".

Efectivamente el dolor o el fracaso, es algo con lo que hay que convivir, sin embargo se percibe como una situación ajena al hombre que hay que solucionar cuanto antes y si no se puede, lo que ocurre con frecuencia, lo más práctico es desentenderse. La cultura del descarte, como llama Francisco al aborto y la eutanasia, entre otras manifestaciones, es buena prueba de ello.

Precisamente estos días recorren nuestras calles distintas imágenes de Cristo crucificado, un aparente fracaso, y otros momentos de la Pasión que nos van mostrando la relación entre el dolor y el amor. Cristo nos redime por amor, mediante el dolor, el dolor físico y el espiritual de cargar con nuestras culpas. También la Virgen asoció voluntariamente su sufrimiento a la redención. Esa es la enseñanza fundamental de esas catequesis plásticas que estos días pasean por Sevilla.

La experiencia del dolor es bien conocida por todos, algo que se rehúye y se intenta evitar, porque se nos escapa el sentido que está llamado a tener en la vida humana. Cuando se presenta se asume con rabia, angustia, resignación o tristeza. ¿Qué sentido tiene el dolor, sobrevenido o buscado?, podríamos responder a esa pregunta con otra: ¿por qué el padre o la madre permanece toda la noche acompañando a su hijo enfermo o renuncia a pequeñas gratificaciones, legítimas, en favor de los hijos?, ¿por qué hay quien sacrifica sus ratos libres para atender un comedor social o llevar a los sin techo una taza de caldo y un rato de conversación?, ¿por qué algunos enfermos asume su dolor ofreciéndolo por intenciones concretas: su hermandad, el hijo con problemas, o cualquier otra? La respuesta es sólo una: por amor, Amor a Dios que alcanza también a los hombres.

Existe un rechazo natural al dolor que sólo el amor puede superar. Desde el amor se dota de sentido al dolor, físico o interno. Amar es darse y uno siempre puede amar porque siempre puede darse, el amor no se agota; pero ese ofrecimiento permanente de la persona solo cobra sentido si hay quien acepte ese ofrecimiento, y ese alguien es Dios, que nunca es indiferente ante el dolor de los hombres.

Separar el dolor del amor, encerrarse en una lógica egocéntrica, significa perder de vista la única perspectiva que permite dar sentido al sufrimiento. La experiencia enseña que lo que realmente frustra una vida no es el dolor, sino la falta de amor. El sufrimiento siempre tiene un sentido, asociarlo a la Redención, también a la propia.

Hay un detalle en el que podemos fijarnos estos días de Semana Santa. Las Dolorosas sevillanas tienen una característica común: el suyo no es un dolor desgarrado, que se expresa plásticamente con el realismo más tremendo. Aquí la Virgen se nos muestra con un dolor contenido, hondo, íntimo y elegante. Apenas unas lágrimas que le resbalan por las mejillas manifiestan externamente esa pena honda. Eso es posible porque el mismo Dios la conforta, no suprime su dolor, pero lo dota de sentido al asociarlo a la Redención y encomendarle la maternidad de todos los hombres.

Por eso va siguiendo a su Hijo por las calles, a distancia, discretamente. A veces se concede un breve descanso, y cuando los costaleros la levantan de nuevo, se queda un momento suspendida, quieta, le cuesta reemprender el camino; pero sin dudarlo echa el izquierdo por delante para continuar andando con suprema elegancia tras el Hijo al que nunca alcanza, hasta que lo reciba exangüe en sus brazos. Luego paseará por Sevilla su Soledad serena, asumiendo y ofreciéndonos su maternidad recién encomendada.

Las distintas imágenes y misterios que estos días recorren nuestras calles nos muestran la relación entre el dolor y el amor. Cristo nos redime por amor, mediante el dolor, el dolor físico y el espiritual de cargar con nuestras culpas. También la Virgen asoció voluntariamente su sufrimiento a la Redención. Esa es la enseñanza fundamental de esas catequesis plásticas que estos días caminan por Sevilla.

Sólo desde el amor se puede dotar de sentido al dolor; pero un amor sólido, fundamentado. Construir el amor, a Dios y a los demás, sólo sobre sentimientos es débil y a la menor contrariedad se derrumba. Explicaba Rafael de León que: "EL cariño no es un cielo/con nubes y golondrinas/…/es un llanto sin pañuelo/y una corona de espinas".

Parados frente a un Cristo, en cualquier calle, resuenan las palabras de San Juan Pablo II en Sevilla: "¡No tengáis miedo!, ¡mirad a Cristo!, ¡el amor vence siempre!" Una nueva manera de ver las cofradías y de asumir el dolor.

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