Soñando despierto

Que el último hálito sea del Museo

  • Lunes Santo. Segundo día de una Semana Santa que se ha hecho virtual a causa del coronavirus y que sólo nos permite soñar con que Cristo inhale del Museo su último hálito

Salida del Cristo de la Expiración de la Hermandad del Museo - Semana Santa Sevilla 2019 / JOSÉ ÁNGEL GARCÍA

SEGUNDO día de Semana Santa y segunda estación dolorosa por dejar de vivir el sueño de todo el año. Hoy es Lunes Santo, el día indicado para que el Cristo de la Expiración que vive en el viejo convento mercedario inhale su último soplo de vida cuando ya sea alta madrugada entre la arboleda del Museo. Para ese momento, el gallo ha cantado varias veces, pero qué más da, si la pandemia se ha llevado por delante la Semana Santa, esa celebración que en Sevilla se hace absolutamente imprescindible.

Hasta la nueva liturgia de 1956, el Lunes Santo era el día más joven de la Semana Santa y tenía su centro en San Vicente y en el Museo, todo giraba en ese reino del azahar de la Sevilla más rancia y auténtica. Vera Cruz, Las Penas y el Museo como trípode donde se sustenta la fe de un barrio que es el corazón de la ciudad de toda la vida y aquí en este centro del centro es donde se remata el lunes cuando ya es bien entrado el martes, el Martes Santo. Lunes de azahar del centro y de mucho pueblo en el Tiro de Línea, de señorío joven por Santiago, de duelo y rosa de sangre en Santa Marta, borrachera de trianerismo desde donde termina Triana y recuerdo triste de una trabajadera cuando por el Postigo la Virgen de Guadalupe parezca que no cabe por el Arco.

En este segundo acto de la gran celebración, todo empieza muy pronto en Santa Genoveva, la parroquia del Tiro de Línea. Si la parroquia de San Gonzalo lleva ese nombre por Queipo de Llano, Santa Genoveva lleva el de la esposa del militón que cambió el destino de Sevilla cuando los tiros. Y la ciudad dispersa hoy muchas de sus fuerzas entre Santa Genoveva y San Gonzalo, entre el bullicio tempranero de mediodía y la alegría trianera en sus más apartados confines. Ropa nueva en el Tiro de Línea y ambiente grande por donde estaba La Torrecilla, el santuario vinícola donde Juan Sierra departía con los jóvenes y no tan jóvenes que querían seguir su senda de poeta irrepetible y cantor como ninguno de nuestra gran fiesta.

Arranca tan fuerte como temprano este Lunes Santo que ve cómo hoy ganan en número las del casco histórico a las de barrio, pero son tan fuertes las tres de barrio, las de esos barrios tan distantes, tan distintos, San Gonzalo como punto final de Triana y Santa Genoveva, corazón de un Tiro de Línea que lleva sesentaitrés años llevando sus pasos a la Catedral, y el Polígono San Pablo. Todo empieza muy pronto y termina muy tarde, con el cielo del Tiro de Línea cruzado por saetas que no tienen fin, como en un duelo en el que la pena suena por seguiriyas en la acústica de un barrio que esa noche tiene mucho de pueblo en día grande. Como durante todo el día lo tiene el Polígono de San Pablo en torno a su Cautivo y Rescatado.

Será todo casi a la misma hora en que Triana se vaya alejando en busca del Barrio León tras una Virgen de la Salud que se hermoseó como nunca a su salida junto a los ancianos de Carrere. Es la más joven cofradía de Triana, ¿o queda alguien que dude que el Barrio León es también Triana?, pero se ha ensolerado en progresión geométrica así que han ido pasando los años y el Lunes Santo ya no tenga nada que ver con la austeridad con que lo crearon hace ya casi un siglo muy largo y tremendamente intenso. De Santa Genoveva a San Gonzalo, barrios obreros en sus proyectos que van solapándose con la modernidad y el progreso, pero que se echan arrebatados a la calle tras sus ya ensoleradas cofradías. Lo de las mujeres del Tiro de Línea tras su Cautivo no tiene parangón, pero es que esa Virgen de la Salud viajando de costero a costero entre los naranjos en flor de la Triana más profunda es para vivirlo.

Pero el centro es mayoría en esta segunda singladura de la gran celebración. Del centro es el, posiblemente, más impresionante duelo de la Semana Santa de Sevilla, ese paso de Santa Marta que Luis Ortega Bru talló sin irse de compás nunca y en el que la sangre de Cristo muerto y yacente cae en la vertical de una rosa roja, muy roja que jamás falta a lista. Y se funde con las negruras de Santa Marta, el gozo de la Virgen del Rocío yendo y viniendo por Santiago o San Leandro tras un hijo que culmina su traición mediante un beso.

Y del centro, al centro del centro, a San Vicente. Austeridad de la Vera Cruz por esa antigua Pajarita especie de cabo fronterizo entre Baños y Teodosio donde cada día del año se corrige en una pizarra lo que falta para el Lunes Santo. Pasa el Cristo de la Vera Cruz y ya pone en minúscula pizarra que para el Lunes Santo quedan tantos días, que no ha terminado éste y ya se hace la cuenta atrás del que viene.

Recuerdos inenarrables de cómo Jesús de las Penas y la Virgen de los Dolores se internan por ese reino del azahar que es Cardenal Cisneros. Antañazo, cuando enfrente de la parroquia estaba el Estado Mayor del Aire, algún flamenco protegido por el general Díaz de Lecea se rompía por seguiriya ante Jesús caído de las Penas. Antes de que termine este lunes ya será martes y el Cristo expirante que salió de las manos de Marcos Cabrera vendrá camino de casa. Ya digo que a esa hora habrá cantado el gallo un puñado de veces, ya es martes y Cristo avanzará en busca de su último hálito entre frondosa arboleda de casa, ¿dónde mejor?

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