Napoleón Solo en la Gran Pirámide
calle rioja
Símbolos. Javier Sierra presentó en la Cámara de Comercio su última novela antes de viajar a Polonia a apadrinar 'El maestro del Prado'
LOS dos nacieron en agosto. Los dos se encerraron una noche en la Gran Pirámide de Egipto, uno en 1799, el otro casi dos siglos después, en 1997. El primero, Napoleón Bonaparte, tenía 28 años. El segundo, Javier Sierra, 27. Sus trayectorias se han vuelto a unir en una novela, La pirámide inmortal (Planeta), que su autor presentó ayer en Antares, ante un auditorio en forma de pirámide de atentos y rendidos mortales a los que pidió oscurecer la sala "para estar más en ambiente, más en Cuarto Milenio".
De norte a sur, como el otro Bonaparte, Pepe Botella. Javier Sierra (Teruel, 1971) ha presentado su última novela en Bilbao, Salamanca y Sevilla. Al final cogió un taxi para no perder el AVE que le llevó a Madrid, donde tomará un vuelo hasta Cracovia, donde presenta la edición en polaco de El maestro del Prado, su última traducción.
Aunque es aragonés, Javier Sierra no sabe decir de corrido los Cinco Magníficos, la mítica delantera del Zaragoza. En lugar de Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra, al final se vio arropado por otro quinteto no menos magnífico. A Juan Sánchez Gallego, espléndidos 85 años, "para algo servirá el esoterismo", le llama "mi maestro" en la dedicatoria; José Luis Hermida y Pepe Ortiz lo entrevistaron en Canal Sur cuando publicó su primera novela; Ignacio Darnaude Rojas-Marcos, otro ufólogo octogenario, cita la enciclopedia Más allá de los ovnis que dirigió Sierra en su libro La vida después de la muerte, esa obsesión que llevó a Napoleón a pasar una noche en la Gran Pirámide y a este novelista a imitarlo sin más vitualla que agua, galletas y una linterna.
El quinteto lo cierra Moisés Garrido, onubense, que conoce a Javier Sierra "desde que tenía quince años". Les unió la revista Más allá de la ciencia que fundó en 1989 el doctor Jiménez del Oso y de la que Javier Sierra es consejero delegado. Como la novela y la charla transcurrieron sobre Egipto, había un Moisés, compañero de aficiones, en la primera fila, y otro Moisés, Sampedro de apellido, representando a la Cámara de Comercio. Cristóbal Cervantes presentó al autor.
No dio muchas pistas sobre la novela, acogiéndose a una máxima de Ernest Hemingway. Francisco Herrero, presidente de la Cámara, que ayer sonaba a estancia de la Pirámide, llegó justo cuando apareció en la pantalla el obelisco del templo de Komombo dedicado a un dios con cabeza de cocodrilo. Sevilla era una meca de novelistas: Sierra compartía hotel con Martínez de Pisón; la víspera estuvo en la ciudad Juan Manuel de Prada.
La egiptología existe gracias a Napoleón, que se llevó 167 sabios a Egipto. Esos barcos de sabiduría no los hundió Nelson. Javier Sierra está de cumpleaños. Una década de La cena secreta, traducida a más de cuarenta idiomas. Demasiados para mantener un secreto. Anoche cenó en el AVE.
Napoleón Bonaparte nunca quiso hablar de aquella noche. Ni siquiera por carta a su esposa Josefina. Napoleón Solo, como el personaje de Robert Vaughn en la serie televisiva El agente de CIPOL de los sesenta, antes de que naciera Javier Sierra. "No sé lo cristianos que seréis vosotros a estas alturas", interpeló Sierra al público después de mostrar equivalencias entre los evangelistas y los animales de un templo faraónico.
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