Adiós a otro comercio histórico de Sevilla: Cierra Cuadro en la calle Alcaicería
El centro despide a otro de sus comercios clásicos, presente en la ciudad desde el año 1934
Un hotel, una joyería, una tienda de artesanía y cuatro bares: estos son los nuevos ‘Establecimientos emblemáticos' de Sevilla
Basta con que aparezcan las sombras del derribo de una casa, el cambio de un jardín o el cierre de una tienda para que aparezcan recuerdos que durante años se han quedado arrumbados. Cuando aparecieron los carteles de descuento en existencias de trajes de flamenco en el gran escaparate de la calle Alcaicería donde los uniformes comparten espacio con casi eternos trajes de corto comenzaron los rumores. “¿Será que cierra Cuadro?”.
En la tienda, la discreción de los comercios de toda la vida, como en la Casa Real, ni confirman ni desmienten. Cierran, pero no se sabe cuándo. Son esa Sevilla de siempre, donde los duelos se llevan con elegancia.
Desde 1934 han surtido a miles de cocineros, mecánicos, empleadas de hogar, personal de laboratorio y no solo para el trabajo. Los primeros trajes de corto de muchos niños, los mantones de lana para los fríos de abril, chaquetas y, sobre todo, las cubanas. Esas prendas que eran sobre todo el uniforme de verano de los abuelos y que en los últimos años se han puesto de moda con otro nombre: guayaberas.
Entonces, el mismo dependiente que hoy sigue tras el mostrador de Cuadro te hacía la pregunta más difícil. “¿Dos o cuatro bolsillos?”. Tú solo ibas a comprar el regalo para tu abuelo de parte de tu abuela y casi escogías al azar, pero con la tranquilidad de que siempre acertabas porque era de Cuadro.
Un comercio que empezó a crecer en plena posguerra de la mano de un marino mercante que decidió atracar en la Alcaicería y, con el trabajo de su mujer, comenzar un negocio que, durante todo este tiempo ha formado parte de la historia de muchos sevillanos. Don José Cuadro Diéguez y Dolores Fernández Lavela sentaron las bases de una tienda que tiene mucho que contar y que ha sabido adaptarse al paso de los tiempos hasta que ha chocado contra el escollo de la globalización desmedida y el abaratamiento de los costes por la externalización de la producción.
El cartel de Liquidación por Cierre es un bofetón en la cara a quienes lamentan la pérdida de comercios históricos, pero hace años que no atraviesan sus puertas. Don José y Lola dieron paso a la siguiente generación, sus hijos Rafael y Maruja, que estudió Farmacia en Granada, aunque también trabajó en la tienda.
En los últimos años, han estado al frente Rafael, Daniel y María. Una línea familiar que está ligada a la costura, el tejido y el siempre discreto y elegante trato con el público, pero también a la diversificación del producto.
Cuadro fue pionera en la venta por tallas. Los gabanes, trajes y calzones largos, pijamas, batas, americanas... que llevaban los cosarios desde la Encarnación hasta Cantillana, Villamanrique, o Cortegana. Ahora lo llamarían externalización, entonces era una forma de llevar la confección a zonas alejadas del centro de la ciudad que era el verdadero hervidero comercial desde donde se vestía gran parte de Andalucía. No sólo acudían los cosarios, también otro clásico de la época. Los diteros compraban las prendas que luego vendían a dita en los nuevos barrios alejados del centro como San Pablo o Los Pajaritos.
Más tarde llegaron los uniformes: Persán, Coca Cola, Lipasam, los Amarillos o Cruzcampo vestían de Cuadro. Algo que también quedó en el olvido. “Antes se priorizaba comprar los uniformes donde estaban las empresas, ahora lo importante es apurar los costes”, comentan en Cuadro.
Pero una de las innovaciones fueron los trajes de corto, los de flamenco. Empezó como una prolongación de la casa. En los negocios familiares, hogar y empresa se entrelazan. Los padres de los actuales dueños de Cuadro realizaban los trajes de flamenco a sus hijos para el Rocío y la Feria, y se dieron cuenta de que había hueco en el mercado.
Fue entonces cuando empezaron a verse por ferias y romerías chaquetillas de ‘an ca Cuadro’ con pantalones de vuelta blanca y pañuelos llamativos. Los ponchos para la lluvia, que también han servido para resguardar a algún Cristo en Semanas Santas pasadas por agua, y las pellizas pasaron a formar parte del inmenso escaparate de Alcaicería.
Ahora, mientas el cartel de Liquidación por Cierre cuelga en el cristal del escaparate, es el momento de recoger todo lo sembrado por don José Cuadro. Es el precioso instante en el que los recuerdos se agolpan en la mente de muchos de los que pasaron y compraron por allí.
La Alfalfa se quedó primero sin los pajaritos, luego sin coches y, ahora, sin el almacén Cuadro, pero aún hay mujeres que recuerdan cuando traían las americanas, los pantalones o las camisas confeccionadas por tías o madres a la casa de don José y conseguían un sustento que ayudó a muchas familias sevillanas en plena posguerra.
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