De los Bloods a la Mara 18, una historia de las bandas latinas en Sevilla
La detención de un pandillero salvadoreño vuelve a poner de manifiesto la actividad de estas organizaciones en la capital andaluza
Crips, Trinitarios y Bloods, así cayeron las estructuras de estos grupos
La reciente detención en Dos Hermanas de un fugitivo salvadoreño, miembro de la mara 18, es un episodio más que revela la existencia de las bandas latinas en Sevilla, donde este tipo de organizaciones llevan ya tiempo asentadas. Con este, son ya nueve los detenidos en los últimos tres años relacionados con las pandillas. En la capital andaluza y su área metropolitana hay constancia de la presencia de organizaciones como los Crips, los Bloods, los Trinitarios y ahora de una de las maras más fuertes de Centroamérica, la 18, rival histórico de la más conocida mara de la calle 13, también llamada Salvatrucha.
La Policía Nacional arrestó el 5 de junio a un ciudadano de El Salvador a quien le constaba en vigor una requisitoria judicial internacional por encontrarse huido de las autoridades de su país. Estaba buscado en su país por su presunta participación en las actividades ilícitas de la pandilla. En concreto, el detenido sería el encargado de mover armas y droga dentro de la estructura criminal, recoger el dinero producto de la extorsión que la mara exige a los habitantes de la zona controlada por ellos y vigilar los movimientos de la policía, avisando en el momento que detectaban actividad policial en los lugares de interés.
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También conocida como Barrio 18, Big Barrio 18, Mara 18, Calle 18 o simplemente la 18, esta mara se originó en Estados Unidos, concretamente en la ciudad de Los Ángeles. Desde ahí se extendió rápidamente por toda Centroamérica, ya que no exigía los códigos de pureza de otras pandillas latinas. Así, se convirtió en una de las organizaciones criminales transnacionales más potentes de América. La Policía Nacional indicó que actualmente se tiene constancia de la existencia de camarillas de esta mara en otros países europeos.
El origen: pintadas en la Macarena
Uno de sus miembros, al menos, llegó a Sevilla, lugar en el que ya había constancia de la presencia de bandas latinas desde principios de la década pasada. En 2011, la Policía Local de la capital andaluza detectó pintadas de pertenencia a estas bandas en la Macarena. Lo hizo un agente especialista en grafitis, después de que el sindicato mayoritario del cuerpo, el Sppme, ofreciera una formación a los agentes en bandas latinas de la mano del guardia civil Pedro Gallego Martínez, considerado como uno de los principales expertos en la materia en España y autor del libro La mara al desnudo.
Por entonces, la actividad de las bandas latinas era prácticamente embrionaria, pero ciertas pintadas en las paredes, tatuajes o una determinada forma de vestir ya indicaban un significado de pertenencia a un grupo y de control del territorio. En la barriada Doctor Marañón se identificaron entonces pintadas de los Latin Kings y los Ñetas, dos bandas enfrentadas. Algunos de los grafitis estaban pintados sobre los de la banda rival. Con ello, las bandas pretendían marcar su territorio.
"Es lo primero que hacen. Delimitar su espacio. Luego querrán expandirse, captar más adeptos y más recursos. Para ello empezarán extorsionando a los chicos más pequeños, luego pasarán a los pequeños robos y hurtos, hasta que empiecen a tener el control de la venta de droga, que les otorgará recursos para permitirse obtener otras cosas, como las armas", explicaba entonces Pedro Gallego. "Las paredes son como un periódico que dan mucha información sobre la cuestión", apuntaba este experto, que añadía que en Sevilla aún no había mucha actividad de pandillas. Aseguraba que la ciudad iba unos diez años por detrás de Madrid o Barcelona, porque en la capital andaluza no había tanta inmigración y además la crisis de finales de la década anterior hizo a muchos extranjeros marchar de vuelta a sus países de origen o buscar trabajo en otros lugares de Europa.
Los Crips y las humillaciones en la Ronda
Como predijo el guardia civil, una década después, las bandas pasaron a la acción. 2023 fue un año clave. Ese año hubo tres operaciones policiales contra las pandillas en Sevilla, donde ya llevaban tiempo actuando. La primera de estas investigaciones fue en febrero de ese año contra los Crips y acabó con tres menores detenidos. La Policía denominó a la operación con el nombre de Cripman. Los arrestos tuvieron lugar el 6 de febrero, un mes después de que cometieran varios robos en la puerta del Burger King de la Ronda de Capuchinos. A los implicados se les imputaron varios delitos: robos con fuerza, coacciones, lesiones y contra la integridad moral.
Los agentes tuvieron conocimiento de que había un grupo de jóvenes dedicado a cometer robos con violencia y a amenazar a otros menores, a los que exigían dinero como tasa a abonar por utilizar simbología de su banda en redes sociales. Amenazaban a sus víctimas con darles una paliza a ellos y a sus familiares si no pagaban. El 4 de enero, tres menores fueron rodeados por un grupo de jóvenes de entre 14 y 18 años. Todos iban vestidos con ropas oscuras y pasamontañas y obligaron a los adolescentes a dirigirse a una calle cercana para, una vez allí, ponerlos de rodillas. Ya en esta postura, los agresores les propinaron varios guantazos en la cara y les escupieron en repetidas ocasiones, mientras les preguntaban si pertenecían a una banda rival. Todo esto fue grabado con los teléfonos móviles de los agresores y publicado en las redes sociales.
La estructura compleja de los Trinitarios
La segunda operación se produjo en mayo de 2023 y fue contra los Trinitarios, si bien se trató de una redada a nivel nacional que acabó con 40 detenidos y reveló una estructura criminal mucho más organizada y profesionalizada. La Policía Nacional desmanteló la estructura de financiación del grupo, que había defraudado más de 700.000 euros. A los detenidos se les imputaron los delitos de pertenencia a organización criminal, estafa bancaria, falsificación documental, usurpación de identidad y blanqueo de capitales.
La investigación se desarrolló en Madrid, Sevilla y Guadalajara. Hubo en total 13 registros, en los que se intervino numeroso material informático, instrumentos para la apertura de puertas, ganzúas, candados, dinero en efectivo y literatura relacionada con el grupo. En Sevilla fueron detenidas dos personas y uno de los registros fue en el barrio de San Jerónimo.
Entre los miembros de la organización criminal figuraban dos hackers que realizaban estafas bancarias a través de las técnicas de phishing y smishing. Con los beneficios logrados pagaban las minutas de los abogados de los miembros del grupo en prisión, satisfacían las cuotas de pertenencia a la banda, compraban droga para revenderla, así como también adquirían para sus enfrentamientos con miembros de bandas rivales. Además, compraban cupones de criptodivisas que eran canjeados en la wallet de uno de los miembros que controlaba esa cartera virtual como caja común de la organización.
Operación Macana contra los Bloods
A finales de ese mismo año, la Guardia Civil puso en marcha la operación Macana, en la que fueron detenidos los dos máximos responsales de los Bloods en Sevilla, que tenían hilo directo con los jefes supremos de la banda en América y que se desplazaban continuamente a Madrid para tratar con los líderes de la pandilla en España. Un tercer líder sería detenido en mayo de 2024. La operación surgió a raíz de una serie de agresiones y enfrentamientos violentos protagonizados por jóvenes y menores de edad bajo el pretexto de su pertenencia a bandas rivales.
En su mayoría, las peleas transcurrían durante la celebración de distintos eventos lúdicos, tanto en localidades de la comarca del Aljarafe como en Sevilla capital, donde llegó a haber una reyerta en la Feria de Abril. Los pandilleros utilizaban armas blancas como navajas, punzones u objetos cortantes con gran capacidad lesiva. También tenían machetes y armas de fuego simuladas de gran apariencia real. El líder del bloque, como se denomina a las ramas de estas organizaciones según el territorio en el que se asienten, había recibido el encargo de captar nuevos miembros para la misma y crear toda una estructura fija en Andalucía.
Menores captados
Los Bloods se había erigido en una de las organizaciones con mayor presencia entre los adolescentes y jóvenes sevillanos. Muchos de ellos son captados en centros de protección de menores y no tienen por qué ser latinos. Hay españoles enrolados ya en sus filas. Es muy habitual que los chicos captados para estos grupos sean miembros de familias desestructuradas o con graves carencias familiares, de ahí que los centros de protección de menores sean un caladero para estas pandillas. En ellas, los adolescentes encuentran un sentimiento de pertenencia y arraigo que no tienen en sus hogares.
Una vez que son captados, van subiendo en la organización realizando una serie de pruebas. Una de estas actividades consiste en arrodillar a otros chicos, en una humillación que luego es grabada con teléfonos móviles y subida a las redes sociales. Otra de las pruebas consiste en soportar castigos físicos. Es conocida la prueba de los 31 segundos, en los que el aspirante a pasar de nivel tiene que aguantar que el resto del grupo le pegue durante este tiempo. Así irán pasando de nivel y ascendiendo en la escala de la pandilla. En la cúspide están los llamados supra o cabecillas.
Los términos nación, familia y hermanos están presentes continuamente en el lenguaje de las bandas, para reforzar así el sentimiento de pertenencia de los jóvenes. La estética es también importante. En el caso de los Blood, por ejemplo, suelen ir vestidos con prendas rojas, en clara referencia al nombre de la pandilla, que significa sangre en inglés. El color de los Crips es el azul. Es muy habitual el uso de bandanas o pañuelos que les cubran la cabeza. Así posan en fotos que luego suben a internet.
Las redes sociales son una herramienta muy potente de expansión de las bandas, y en parte han sustituido a las pintadas con las que se marcan los territorios. Instagram es una de las plataformas preferidas por estos chicos, que han llegado a fotografiarse portando machetes de gran tamaño, los llamados popularmente pelacocos, en actitud amenazante o desafiante hacia bandas rivales. Por aquí se organizan quedadas para pegarse, en un modus operando muy similar al de los grupos ultras del fútbol.
El tráfico de drogas es una de las actividades con las que se financian estos grupos. Los líderes utilizan a los menores como correos, pues los más jóvenes no suelen ser parados por la Policía. Los niños llevan las sustancias estupefacientes guardadas en su ropa interior o en sus calcetines. En ocasiones, los menores miembros de estas pandillas se encuentran en una situación similar a los integrantes de una secta. Sufren problemas de adicción a estos grupos como si de toxicómanos se tratara. También resulta muy difícil salir de las bandas y muchos de ellos prefieren seguir dentro por temor a represalias contra ellos o contra sus familias.
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