'Ellas en la ciudad' y la lucha de las mujeres que construyeron (de verdad) los barrios de Sevilla
Movistar Plus+ estrena hoy un documental, dirigido por la arquitecta Reyes Gallegos, que narra las historias de las primeras moradoras en zonas como Parque Alcosa, La Oliva y San Diego
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Bloques de hormigón, campo, más campo y carretera. Con guasa irónica –y más razón que un santo– Juani, vecina de La Oliva, es clara en su definición: “Mucho asfalto y yastá”. Así eran la mayoría de los barrios que se empezaron a edificar en la periferia de Sevilla durante los años 70. Construcciones masivas que alcanzaron la nada desdeñable cifra de 50.000 viviendas: 10.000 en San Diego, 7.000 en Rochelambert, 9.000 en el Polígono Sur, 11.000 en el Polígono San Pablo y 5.000 en Pino Montano. Por ofrecer algunos datos. Torres altas confeccionadas con materiales humildes que prometían erigirse como la capital del futuro. Eso, al menos, era lo que decían las vallas publicitarias que rodeaban las obras. Todo un reclamo para los hombres que venían a trabajar en las nuevas fábricas de la ciudad. Un hogar para soñar junto a sus familias.
Detrás de las promesas, la realidad era bien diferente. Lo habría sido aún más si ellas –audaces y valientes– no hubieran existido. El documental Ellas en la ciudad, que se estrena hoy en Movistar Plus+, retrata las historias de las verdaderas responsables de que todos estos barrios –desangelados y pensados para que los hombres se movieran rápidamente en coche– tuvieran servicios mínimos. Desde colegios a bibliotecas. Luchadoras que sin saber escribir ni leer dieron un impulso real a ese concepto de vida de barrio al que tanto se apela en la actualidad. Detrás de la cámara está la arquitecta y profesora de la Universidad de Sevilla Reyes Gallegos. En la producción, Rafael Cobos (La isla mínima, Modelo 77, El hijo zurdo).
Ayer se celebró el preestreno en el Cine Cervantes. Por la mañana, la Plaza Padre Castro en el Parque Alcosa era toda una fiesta. Algunas de las protagonistas atendían a los medios con paciencia y alegría. Entre historia e historia, posaban para las cámaras con la misma soltura que una estrella de Hollywood. “Nos van a poner hasta taxis para llegar al Cine Cervantes”, comentaban Maribel y Julia con una sonrisa en la cara mientras preguntaban a los reporteros si conocían su barrio.
"Aquí se decía que se tardaba menos en llegar a Madrid que al centro"
La primera aterrizó en Alcosa –cuyo nombre responde a las siglas del constructor: Alfredo Corral S.A.– con apenas 26 años, movida por la necesidad de formar una familia junto con su marido. “Nos encontramos un barrio que no tenía absolutamente nada... ni una tienda para comprar ni un autobús para llevarnos a ningún sitio. Estábamos completamente alejados de todo y las mujeres empezamos a luchar”, recuerda. Una lucha que se tradujo en reclamar servicios mínimos como colegios, institutos, centros de salud, parques, bibliotecas y líneas de autobuses, “porque aquí se decía que se tardaba menos en llegar a Madrid que al centro”. “Nos ha costado conseguir todo, ha sido a fuerza de mucho movimiento, si había que cortar una carretera lo hacíamos y si teníamos que salir con un altavoz por las calles gritando: Mirones bajaos de los balcones, pues también”, apunta.
Mujeres que se conocieron en el colegio de adultos, un lugar en el que aprendieron a leer, escribir y organizarse para conseguir sus objetivos. Entre clase y clase para obtener el graduado. Se suma a la conversación Victoria Ropero, vecina que llegó al barrio en 1972, “con una mano adelante y otra atrás” cuando “todo era fango”, “no había comerciales” y el agua provenía de un pozo “por lo que no servía para beber y guisar”. Si un supermercado fue el germen de sus primeras reivindicaciones, ahora asiste cada jueves para protestar por la sanidad. Lejos –mucho– de amilanarse, Victoria apostilla que las nuevas generaciones deben tener claro que “como no se muevan, aquí no se consigue nada”.
Pequeñas luciérnagas en el asfalto
Detrás de estos diamantes está la mirada de la arquitecta y profesora de la Hispalense Reyes Gallegos. Cuando dio con ellas estaba experimentando una crisis respecto a su profesión, “porque estaba muy alejada de la realidad”. Cámara en mano, se adentró en los barrios periféricos para conocer la vida entre tanto “hormigón y tanta carretera de asfalto”. De repente, “aparecían ellas como pequeñas luciérnagas, como esos seres de luz que estaban por todas partes”. Charlando en las esquinas, de un lado a otro con sus carritos para comprar en los mercados o haciendo una parada técnica bajo la sombra de una marquesina de autobús.
Lo que la arquitecta no sabía eran las movilizaciones que todas estas mujeres emprendieron. Una especie de El 47 que se dio de manera simultánea en diferentes zonas de la ciudad. “Lo que me llamó la atención eran las historias paralelas en barrios diferentes. Sin conocerse, ellas se organizaron y tuvieron un destino similar”, indica Gallegos a este periódico y pone en valor ese “patrimonio inmaterial” que las protagonistas dejan y que debería protegerse para preservar “lo que queda de barrio”. Aunque el mundo pueda disfrutar brillante documental a partir de hoy, la aspiración de su directora es humilde y se aleja de grandes ambiciones: “Quiero que se vea en los institutos, que la gente joven conozca la lucha de esta generación y que no se pierdan los derechos que estas mujeres han conseguido”.
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