El día que Zoido hizo de Acosta

Pleno

Todos los grupos apoyaron que el centro cívico de la antigua cárcel lleve el nombre de los sindicalistas del 1001. Soto y Saborido sumaban ocho encarcelamientos en la vieja prisión

Foto: José Ángel García
Francisco Correal

29 de marzo 2014 - 07:03

Desde ayer, el Centro Cívico ubicado en la antigua cárcel de Sevilla pasa a llamarse Sindicalistas Fernando Soto, Eduardo Saborido y Francisco Acosta. Saborido estuvo preso en cinco ocasiones en esa prisión y Soto tres veces. Como faltó Acosta, de viaje Camino Soria como la canción de Gabinete Caligari, el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, hizo las veces de tercer sindicalista, agasajó a tan ilustres visitas y les abrió las puertas de su despacho antes de atender al embajador del Reino Unido. Fernando Soto se tomó al pie de la letra su condición de miembro honorario de la Corporación, honor que comparte con sus compañeros por decisión plenaria de 21 de mayo de 2010, y tomó la palabra como en sus mejores tiempos para enmendar la plana de la propuesta. "Lo de Ranilla es una golfería de Sevilla, una tontería, es el nombre que le dio el lumpen a la cárcel de Sevilla por la que pasaron tantos trabajadores y trabajadoras". Un eufemismo, añadiría después Saborido, para meter a los presos políticos en el mismo saco que los comunes. Zoido era portavoz de la oposición cuando el Ayuntamiento emprendió esta iniciativa a la que ayer se sumaron los portavoces socialista, Juan Espadas, y José Manuel García, de Izquierda Unida. "Es un honor compartir el salón de plenos con vosotros. Sois un ejemplo", dijo este último. La propuesta del nuevo nomenclátor de la vieja cárcel partió de Ceadis-Andalucía, una asociación que encabeza el ex presidente de la Junta de Andalucía ­y ex portavoz municipal socialista­ José Rodríguez de la Borbolla y en la que hay antiguos munícipes de la Casa Grande: Francisco Moreno, Rosamar Prieto, Curro Rodríguez, Evangelina Naranjo, José María Romero o Guillermo Gutiérrez. Los dos últimos asistieron al Pleno en el que Javier Landa certificó el nuevo nombre y dio por buena la sugerencia de Soto. "La palabra Ranilla está fuera de sitio". Zoido es juez de profesión y destacó la lucha de los tres sindicalistas para conseguir "una sociedad más plural y más justa", víctimas de un proceso que ya está en los libros de Historia, el proceso 1001, cuyo inicio se retrasó porque iba a tener lugar el 20 de diciembre de 1973, el día que ETA atentó contra Carrero Blanco. La jornada fue doblemente festiva por los síntomas de recuperación y de fortaleza anímica que mostró Fernando Soto, que ha pasado por un calvario de intervenciones. Se deshizo en elogios de los profesionales de la sanidad que le atienden. Unas siglas del Servicio Andaluz de Salud (SAS) Zoido les abrió las puertas de su despacho y les regaló un libro del Consistorio que coinciden con las iniciales de los apellidos de estos tres mosqueteros del sindicalismo que la gente de bien recita cual terna de toreros o delantera de época: Soto, Acosta, Saborido. El alcalde les regaló sendos ejemplares de un libro sobre la historia del Ayuntamiento. "Me gusta, me interesa", dijo Saborido. "Y si no te interesa, te aguantas", terció Soto. Vidas paralelas que después de recorrerse presidios de media España y deportaciones en Santiago de la Espada, en la sierra de Segura, reconquistaron la libertad el mismo día, 28 de noviembre de 1975, ocho días después de la muerte de Franco. Acosta, ausente por viaje, salió libre en febrero de ese año. Estos concejales honorarios que figuraron en listas del Congreso y del Senado nunca formaron parte de una candidatura municipal. Una corporación en la que sí hicieron carrera, más o menos larga, compañeros de Comisiones Obreras como José Antonio Nieto, Eugenio López o Antonio Rodrigo Torrijos. El alcalde les hizo la misma dedicatoria a los dos. "Eso no me gusta ", objetaba Soto. "¡Ay, qué peleón es!", decía Leonor Mendoza, su mujer, la madre de sus tres hijos, la abuela de sus cinco nietos, una sevillana de San Bernardo casada con este torbellino del Cerro del Águila. Tres sindicalistas sevillanos de 1938 (Soto), de 1940 (Saborido) y de 1945 (Acosta), hijos de la guerra y la posguerra consagrados como artífices de la Transición. Recordaron las visitas al Ayuntamiento para reunirse con Utrera Molina "porque estaban arreglando el Gobierno Civil en la plaza de España y lo trasladó a la Plaza Nueva". "Ahora dice que nos admiraba, pero entonces nos A propuesta de Soto, desaparece de la denominación del centro la palabra Ranilla deportaba, nos multaba. Fue el que más caña nos dio. Sustituyó a Altozano Moraleda, que le decían el camisa blanca". El alcalde de Sevilla asocia la cárcel, hoy centro cívico, con una vivencia profesional. El 28 de junio de 1991, el mismo día que una bomba de ETA produjo cuatro muertos y sesenta heridos, "estaba en el juicio de un etarra en los Juzgados de Sevilla". No fue Soto el único que rompió el protocolo. La corporación había pasado la página de los sindicalistas por la del representante de Su Graciosa Majestad. Un policía local pidió fotografiarse con tan ilustres ex presidiarios. Después les contó el porqué de su afán. Diego Díaz, 49 años, perteneció entre 1988 y 1992 a la Policía Local de Villamanrique de la Condesa y el año de la Expo aprobó las oposiciones a la de Sevilla. Nieto de policía local, su abuelo, Manuel Corchero, y su tíoabuelo, Miguel Corchero, guardia de Asalto, murieron fusilados en el Cabo Carvoeiro. Esas dos palabras despertaron el interés y la solidaridad de Soto y Saborido. "La cárcel estaba llena y la naviera Ybarra prestó su barco para convertirlo en barco-prisión", decía Saborido. "Era un barco de carbón y muchos presos murieron asfixiados en la bodega". Como son hombres sin rencor, de una pieza, Soto le decía a Saborido: "¿Tú sabes, Eduardo, que cuando llega el Rocío no hay nadie en Villamanrique?"

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