Un pintor que se forjó en el Rastro y en las tablas

Contrastes. Miguel Caiceo inauguró en el Ateneo la primera de las dos exposiciones que va a tener esta primavera en Sevilla. Curtido en el teatro, empezó a pintar hace quince años

Sevilla. Miguel Caiceo, su presentador Luis Rizo, sus amigos y sus cuadros en el Ateneo.

Miguel Caiceo (Sevilla, 1950) era el criado de José Bódalo en ‘Coronada y el toro’, la obra de teatro de Francisco Nieva, el dramaturgo manchego que regresó del exilio de París. Bódalo le dio un consejo que nunca ha olvidado, no sólo en el teatro en el que se curtió durante tantos años, sino en la pintura, una actividad que descubrió hace quince años, y en la vida en general: “Miguelito, divirtiéndote tú, divertirás a todo el mundo”.

Y a fe que tantos años después, pues este año se cumplirán cuarenta años de la muerte del gran José Bódalo, Caiceo sigue fiel al consejo de su maestro, amigo y compañero. Se nota en el trazo de las pinturas que hasta final de mes se pueden ver en el Ateneo de Sevilla con el epígrafe de ‘Contrastes’. Para ser una vocación tardía, la ha cogido con ganas. “Pinto todos los días, tres o cuatro horas diarias”, dice quien además de la del Ateneo, el mes próximo inaugura otra exposición en el Museo Bellver de la calle Fabiola.

Lo presentó su amigo Luis Rizo, pintor y director de la sección de Arte del Ateneo de Sevilla. “A Miguel lo conozco desde hace 45 años, nos unía la amistad de Juanita Reina y la de Marisol. Viví la transición que hizo desde actor de teatro clásico a actor de comedia”. “Hombre, a Hamlet no llegué, pero he hecho de todo sobre las tablas de un escenario”, dice el reinventado pintor que nació en Sevilla el año que el siglo XX daba la vuelta, el del gol de Zarra a Inglaterra en Maracaná.

Su primera exposición la hizo en Abades Triana. Luis Rizo apuntó que estuvo la duquesa de Alba, “que se llevó un cuadro”. Caiceo recordaba perfectamente aquel bautismo artístico. “Era un compromiso. Tenía detrás la Giralda, la Torre del Oro y el río. Sólo faltaba el Gran Poder”. Un entorno monumental que conecta con su forma de entender la pintura. Después han venido más de cuarenta exposiciones. “Me gusta la belleza. Hay muchas cosas feas en el mundo como para seguir por ese camino”. También tuvieron cuadros suyos Concha Velasco o Alejandro Sanz.

Explora la tradición de los grandes pintores. En la exposición están sus particulares tributos a genios como Picasso o Van Gogh. “No pinto para que les guste a todos. Ni Velázquez le gustaba a todo el mundo”. A Miguel Caiceo le fascina, como consta en su particular reinterpretación de ‘La rendición de Breda’. Le gusta la técnica del collage, del que dio un curso de iniciación a un grupo de alumnos.

Rizo y Caiceo forman parte de una larga nómina de artistas que en octubre de este año participarán en una exposición que tendrá lugar en el Ayuntamiento. Cada uno de ellos ha elegido como motivación una novela de Julio Verne. Algo así como la vuelta al mundo en ochenta artistas.

Hijo de ferroviario, la infancia de Miguel Caiceo transcurrió en la calle Santa Clara en la que nace el poeta Rafael Montesinos y pasa parte de su infancia Antonio El Bailarín. “Mi madre bailó con él”. La calle que termina en el Monasterio de San Clemente en la que Bécquer tenía una novia que vivía cerca del palacio de los Bucarelli. Vivir tan cerca de la casa palaciega de los condes de Santa Coloma le despertó la afición a las antigüedades, que cultivó curioseando y comprando cosas en el Jueves de la calle Feria y como anticuario en el Rastro de Madrid. El teatro lo llevó a Madrid. “En Madrid me quería todo el mundo. Cuando decidí volver me preguntaba si en mi tierra tendría amigos”. Muchos de ellos estaban en la inauguración del Ateneo: pintores como Ricardo Suárez, profesores como Juan Antonio Huguet, anticuarios como Bruno, de Bastilipo, en la cernudiana calle Acetres. Son numerosos los coleccionistas que tienen obra de Caiceo, un pintor que mezcla en su paleta tradición y vanguardia.

El consejo de Bódalo era válido para las dos manifestaciones artísticas, pero están en las antípodas. “En el teatro tienes un escenario, un público, unas luces, la música, los técnicos. Cuando pintas, estás solo”. Una soledad como la mejor compañía en un pintor que dice del humor que es “el mejor medicamento”. No abandonó el teatro y sigue con las representaciones de su obra ‘El baúl de mis recuerdos’. Testigo de los cambios vividos por un país, por una sociedad, por él mismo.

Comparte con el llorado Fausto Velázquez la devoción por Frida Kahlo. Hay geometrías de Clausura y aperturas de la entrada de Jesús en Jerusalén. Un amigo se quedaría con una pareja de Novicios que tienen un aire de Vázquez Díaz y un torero barbilampiño. Caiceo explica la faena pictórica. “Al torero se le ve en la cara el miedo, la ilusión, la fuerza de la juventud”. El miedo y la ilusión, dos de las herramientas que unidas permiten afrontar aventuras inimaginables, sentirse personaje de una novela de Julio Verne.

Luis Rizo anunció los dos proyectos en los que anda inmerso el Ateneo de Sevilla: los centenarios de la generación del 27, cuyo bautismo tuvo lugar en Sevilla por la generosidad del torero Ignacio Sánchez Mejías con un Ateneo que presidía Manuel Blasco Garzón, y de la Exposición Iberoamericana de 1929, el certamen tantas veces aplazado, el sueño del arquitecto Aníbal González, retrasos que permitieron ese juego capicúa con la Exposición Universal de 1992. Dos centenarios explicados ante un actor, pintor, coleccionista que celebra sus tres cuartos de siglo.

Vino gente hasta de Marchena para estar con Miguel Caiceo. Cervantes es otro de los personajes a los que incluye en esta galería de tributos y homenajes. En el escenario, el actor se convierte en exponente de un texto previo; en la pintura, el texto es de trazos y colores, unos figurativos, otros simbólicos, algunos rayanos en el abstracto. El teatro necesita de unos decorados. La pintura requiere unos camerinos imaginarios del artista encerrado con sus sueños, sus fantasmas, para realizar sus incursiones en la historia que ocurrió o que se acaba de inventar.

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