La Plaza de España: la gran joya que levanta admiración, pero sin vigilancia y degradada
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El monumento de Aníbal González es el más visitado de Sevilla y despierta la admiración de propios y extraños, pero sufre de manera recurrente el vandalismo
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Si hubiera registros, la Plaza de España sería, con toda seguridad, el monumento más visitado de Sevilla. La joya de la corona, un espacio que asombra a propios y extraños por su magnitud, grandeza o su delicada decoración que no se encuentra en otro sitio. El sueño que Aníbal González diseñó para la Exposición Iberoamericana de 1929 es un bien de una delicadeza extrema que, casi cien años después de ese gran evento, reclama vigilancia y conservación. La explotación intensiva de la plaza es perjudicial para sus propios intereses, pese a que sus usos lúdicos no son una novedad. Tampoco está dedicada a lo que debería, o lo que el arquitecto sevillano quería. En los últimos tiempos también se ha abierto una espita sobre su apropiación indebida por parte del Estado, como han denunciado en este periódico el arquitecto Fernando Mendoza y el geógrafo e investigador Antonio Martín. Ambos han aportado importantes datos al respecto y han instado al Ayuntamiento a reclamar la propiedad.
Para conocer cómo fue la construcción de la Plaza de España hay que acudir irremediablemente al libro El Cicerone de Sevilla, escrito por Alejandro Guichot, amigo de Aníbal González. En esta obra se sigue y describe un proceso que Guichot dice que se inicia en 1912, aunque la mayoría de las fuentes sitúan el inicio de las obras dos años más tarde. “Guichot habla de un canto a los oficios de la época. De que se incorporaban todas las artes decorativas. Aníbal González quería que una parte del edificio se dedicara precisamente a la enseñanza de esos oficios”, señala el historiador Joaquín Egea, quien señala al mayor experto sobre el regionalismo sevillano y la propia Plaza de España, el catedrático Alberto Villar Movellán.
Prosigue Alejandro Guichot explicando que los bancos de las provincias son “como patios abiertos con asientos alicatados con los escudos, símbolos y hechos históricos, además de anaqueles”. En cada una de las arcadas de estos “patios” se van recreando las figuras de la cultura, milicia y la sociedad española. El programa iconográfico que emplea Aníbal González es tan amplio, rico y detallado que haría falta un reportaje para detallarlo. Son tres los materiales básicos que emplea el arquitecto: las columnas de mármol blanco, el ladrillo “entallado” y la cerámica policromada. “El estilo historicista desarrollado por Aníbal González se basa en una fusión del gótico, el mudéjar, el renacentista o el barroco, por lo que sentía atracción”.
Explica Guichot que el sueño de Aníbal González era que en la Plaza de España se instalara la primera universidad obrera. Al final se llegó a crear por real decreto de 17 de mayo de 1924 un colegio mayor hispano-americano.
El Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla es otra fuente de información principal para conocer la historia de la Plaza de España. En esa gran obra se explica cómo Rodríguez Caso había proyectado la idea de hacer una plaza cuadrada en la zona del Prado, para no meterla en el Parque de María Luisa. Quería que sirviera para celebrar los grandes actos públicos, también deportivos, aunque luego se proyecta el stadium. “El diccionario asegura que Aníbal González realiza un conjunto de tres edificios inspirados en la arquitectura de Palladio”.
Las obras se desarrollan hasta 1928, aunque en 1926 dimite Aníbal González por sus diferencias con Cruz Conde, sustituyéndole Pedro Sánchez Núñez con la colaboración de José Granados, mientras que el director de la obra arquitectónica pasa a ser Vicente Traver. El 31 de mayo de 1929, a los 52 años, fallece Aníbal González, dejando una ciudad conmocionada.
De la plaza destacan sus altas torres, que con sus 90 metros, rivalizan con la propia Giralda, un hecho que levantó las críticas de la Academia de Bellas Artes. El uso de la cerámica fue un auténtico espaldarazo a este oficio tan sevillano. “Los Álvarez Quintero definieron a Aníbal González como el arquitecto del color y de la gracia, como la entendía José María Izquierdo: ‘daba consistencia a la ingravidez; Solidez a lo aéreo; Sutileza a la dura piedra; Suavidad al tosco ladrillo’”, advierte Egea.
Casi cien años después de que la ciudad se admirara de la Plaza de España, su estado no es el mejor. “El problema es la falta de conservación y vigilancia”, recuerda Egea. Este espacio es de los que más sufren la lacra del vandalismo. En 2002 comenzó a plantearse una restauración integral. En 2010, se habla de invertir 9 millones de euros. “La Academia de Bellas Artes se quejó de que se estaban sustituyendo los materiales originales, en lugar de reutilizarlos”, insiste Egea. En 2019, el Defensor del Pueblo presentó una queja muy clara sobre el estado de la plaza y la falta de mantenimiento y vigilancia”.
Egea, presidente de Adepa, se muestra contrario al cierre de la plaza para cobrar una entrada. “Pedimos algo muy sencillo que ya existió. Un patronato como el que tiene el Real Alcázar. La Plaza de España no se puede cerrar dos meses para un ciclo de conciertos, pero sí se pueden hacer algunos sueltos u otros actos. El Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla recuerda que allí se hacían eventos o festivales. A partir de los años 50 se convierte en uno de los epicentros de la vida del sevillano”.
Los actos que se celebren deben generar unos ingresos que vayan directamente a cubrir los gastos de vigilancia y conservación. Las tres administraciones propietarias también deberían hacer sus aportaciones de dinero para conservar el monumento. “Nunca se puede cerrar porque se concibió como una plaza abierta, pero su uso debe regularse y que no afecte a la propia construcción, la vegetación o los animales. No puede ser tampoco un zoco de bares, de venta ambulante o de bailaoras de flamenco de quinta categoría”.
Cien años después de su concepción, la Plaza de España sigue despertando tanta admiración como preocupación por su presente y futuro.
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