Sevilla

Marcos Pacheco Morales-Padrón

Sevilla en el siglo XVIII

En el 300 aniversario del nacimiento del ilustrado Pablo de Olavide y Jáuregui, el autor recuerda cómo era la Sevilla de la que fue asistente entre 1767 y 1775

Fachada principal del edificio del Rectorado de la Universidad de Sevilla, en el Prado. / Rocio Ruz/Europa Press

06 de marzo 2025 - 06:00

Se celebran trescientos años desde el nacimiento del ilustrado Pablo de Olavide y Jáuregui, por lo que conviene recordar cómo era la Sevilla de la que fue asistente (1767-75). A pesar de su decadencia arrastrada, nuestra ciudad en el siglo XVIII conservaba una aureola de señorío y prestigio comercial. El ocaso, que había comenzado con la terrible epidemia de peste de 1649, no hizo más que aumentar con los años, al ser trasladado a Cádiz el monopolio del comercio con América (1717).

Durante esta centuria Sevilla tuvo que hacer frente a tres desastres naturales de gran impacto para el urbanismo. El primero fue el periódico desbordamiento del Guadalquivir; las riadas más graves tuvieron lugar en los años 1708, 1758, 1784 y 1796. Precisamente, este es el mayor problema y enemigo para la ciudad, que cada invierno traía tragedias a los barrios de la ciudad más próximos a él (Triana). Se van a adoptar una serie de medidas como la construcción del patín de Las Damas, en Torneo, o la zapata de la calle Betis. El segundo enemigo es que la ciudad siempre estuvo mal preparada contra los incendios, destacando los de 1707, 1717, 1739, 1759, 1761, 1772 y 1792, pero lo peor sin duda fue el terremoto de Lisboa en 1755. En Sevilla quedaron en ruinas más de trescientas casas y otras cinco mil con necesidad de ser reparadas. Además, se vieron afectados edificios como el Alcázar y la Catedral. Más de 1/6 parte del suelo urbano quedó convertido en solares y casas ruinosas. Este desastre natural podría haberse aprovechado para reconstruir las alineaciones de las calles, pero no se hizo.

En cuanto a su demografía, Sevilla, que llegó a ser la ciudad más poblada de España en el siglo XVI con poco más de 120.000 habitantes, vio decrecer su población en el XVII a 65.000 con motivo de la peste. En 1705 el censo nos arroja 85.000 vecinos, cifra que va a descender en 1709 debido a otra epidemia. De lo que no cabe duda es de la excesiva densidad de su población, por la existencia de numerosos corrales de vecinos. La segunda mitad del siglo XVIII significó para Sevilla un aumento demográfico lento. En 1747 se calcula un total de 65.000 habitantes, para en 1778 alcanzar los 76.463. En el 1800 desde el barrio de Triana se propagó una epidemia de fiebre amarilla, muy probablemente por su contacto con la marinera del Puerto, que bajaría la cifra de habitantes a unos 71.000.

Retrato de Pablo de Olavide. / M.G.

Respecto a las edificaciones, se van a producir una serie de reformas y nuevas construcciones de edificios religiosos y civiles. Durante este siglo la Catedral experimentó algunas modificaciones que supusieron la mejora y embellecimiento del recinto, como el derribo de casas colindantes que van a revertir el espacio para uso público. En el interior del casco urbano se construyeron una serie de edificios, sobre todo de carácter religioso (iglesia de San Luis de los Franceses, 1699-1730, por ejemplo), lo que produjo una sacralización de la vida pública. Pero las grandes construcciones de la época, que son las que dan carácter de grandiosidad a la ciudad, tuvieron que ser levantadas fuera de las murallas. Destacan el palacio de San Telmo (en 1722 se reanudaron las obras iniciadas en 1682, concluyéndose en 1796), el cuartel de la puerta de la Carne (instalación en Sevilla de un mando militar, 1785), la plaza de toros (1733 inicio de las obras), y la Real Fábrica de Tabacos (1728-1770).

Un hecho importante y gran avance que la Ilustración, de la mano de los monarcas Felipe V, Luis I, Fernando VI y Carlos III, promueve en Sevilla es la construcción de este último edificio, calificado como “el más noble edificio industrial de Europa”. Este avance supuso un gran cambio en la urbe, la cual empieza a tomar imagen de ciudad industrial a causa de la modernización y creación de nuevos puestos de trabajo (cigarreras). Sin embargo, la configuración del casco antiguo supuso un problema frente al crecimiento fabril debido a la estrechez de las calles y viarios defectuosos.

En cuanto al centro comercial de la ciudad, estaba, como antaño, repartido entre las gradas de la Catedral y la calle Génova. La plaza del Salvador era destinada al mercado de frutas, verduras y hortalizas; la del Pan para el artículo cuyo nombre indica; la de la Costanilla para la venta del pescado, y la de la Alfalfa para la venta de aves y caza.

Durante la centuria ilustrada también se realizaron intervenciones en los espacios públicos; se instalan fuentes (La Encarnación, 1720), se reforma la Alameda (abierta en 1574) y se empiezan a crear plazas delante de las iglesias (el Duque). Como remate de las obras públicas hay que mencionar las nuevas carreteras de entrada y salida de la ciudad a partir de 1777. Desde 1772, con el fin de mejorar la higiene, intentar la prevención de epidemias y mejorar la pulcritud de la ciudad, se establecen unos impuestos sobre la limpieza. También se renovó el suministro de agua y alumbrado público.

En cuanto a Olavide, durante su mandato hay que destacar la reorganización de la vida municipal con la división de la ciudad en cuarteles (cinco). Para el gobierno de estas divisiones se creó la figura de los alcaldes mayores, elegidos mediante un sistema de elecciones democráticas que no tuvo buena acogida por parte del estamento nobiliario. A partir de estos cuarteos se obliga a numerar todas las casas, iglesias y conventos. Podemos decir que el limeño Olavide fue un precursor de las ideas del urbanismo en Sevilla. Además de esta ordenación, destacan el embellecimiento de las orillas del río (paseo de Las Delicias), la reforma universitaria y las reuniones de intelectuales, entre otros.

En definitiva, y a bulto, la estructura urbana y social de la Sevilla del XVIII ya estaba configurada desde siglos anteriores, es decir, la nueva centuria no supondrá un cambio radical, pero sí será testigo de un proceso de transformación que le confiere unos perfiles característicos muy definidos. Son décadas de transición y crisis, el siglo del acercamiento de Sevilla a Europa: el de la Ilustración.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último