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Dos años de la muerte de Reyes: segundo aniversario de aquel escalofrío

Reyes es encumbrado en la final de Basilea, con una camiseta de homenaje a Puerta, el 19 de mayo de 2016.

Reyes es encumbrado en la final de Basilea, con una camiseta de homenaje a Puerta, el 19 de mayo de 2016. / Antonio Pizarro

Fue a mediodía del 1 de junio de 2019. Como un reguero de pólvora negra, la noticia se difundió vía telefónica o vía digital por toda la geografía sevillana, primero, andaluza, española y mundial después. José Antonio Reyes acababa de perder la vida de forma trágica, en un horrible accidente de tráfico en el que también murió uno de los dos primos que regresaban con él de Almendralejo en su Mercedes, Jonathan Reyes Reyes. Juan Manuel Calderón sobrevivió y puede contarlo, aunque la cicatriz de su alma será difícil que cierre del todo. El recuerdo del escalofrío de la noticia sigue indeleble en todos los que conocieron al genio de Utrera, que murió con 35 años.

El sevillismo recuerda tal día como hoy a uno de sus futbolistas más simbólicos, carismáticos, geniales y queridos. El canterano con más talento que salió jamás de la carretera de Utrera, la misma en la que fue a perder la vida por ese exceso de velocidad con que siempre lo vivió todo: la rapidez de su genio andaluz, lo raudo de su cuerpo liviano, la velocidad de su mente, para el chiste y para ver el espacio entre el bosque de piernas.

Reyes se fue del Sevilla, paradojas de la vida, también un 1 de junio, el de 2016. Hoy se cumple un lustro de aquella despedida entre lágrimas, más maduras y sentidas, menos infantiles y desconsoladas que las de enero de 2004, cuando tuvo que hacer las maletas para irse a Londres y arreglar las arcas de Nervión, rumbo al Arsenal. "Vuelvo a irme entre lágrimas y quiero que me recordéis como alguien que luchó hasta el final por nuestro escudo. Durante toda mi vida éste ha sido mi equipo y os llevaré adonde quiera que vaya en el corazón", escribió hace cinco años, tres antes de que fueran los demás los que derramaran miles de lágrimas por él en esa misma fecha marcada en su biografía de cine.

Pero antes de perder la vida, tras regresar del entrenamiento del Extremadura bien temprano, ya que no podría jugar aquella jornada, Reyes se entretuvo en ganar multitud de títulos, en igual medida que ganaba simpatías allá por donde repartió su pícara sonrisa y sus vivarachos y traviesos ojos. Una Premier, una FA Cup y una Community Shild con el Arsenal, una Liga con el Madrid, una Copa de la Liga con el Benfica, dos Europa Leagues y una Supercopa con el Atlético y las tres Europa Leagues con el Sevilla. Ese es el palmarés en plata. En oro, en platino, la leyenda de su fútbol genial sobrevivirá siempre a su destino trágico y a ese envidiable álbum de trofeos.

La mejor prueba de esto fue cómo se volcó el mundo del fútbol y cómo se vivieron sus exequias. Por el Ramón Sánchez-Pizjuán pasó lo más granado del fútbol español. Rakitic antes de volver a ser sevillista; Vitolo después de su controvertida marcha a un Atlético que envió su sentidísimo pésame; Emery entonces en el Arsenal, un club que también envió todas sus condolencias, como el Benfica, presente en su funeral, o el Real Madrid de Florentino y Sergio Ramos... El Betis, por supuesto, representado al más alto nivel, Ángel Haro, Lorenzo Serra, Gordillo, Joaquín y Juanito. Y el Córdoba, otro ex equipo en el que dejó una profundísima huella pese a su parca estancia. Y también el Extremadura con su plantilla íntegra y Diego Capel, que compartió su vestuario por última vez, de forma especialmente dolorida: fueron sus últimos copmpañeros sobre el césped.

Fue un futbolista universal y universal fue el dolor que sintió la comunidad del fútbol y que, de alguna manera, intentó confortar y enjugar las lágrimas de los sevillistas que vieron crecer a Reyes y que eran los protagonistas principales de aquel profundo luto: Joaquín Caparrós, Pablo Blanco, Manolo Jiménez, José María del Nido, Antoñito, Monchi, Jesús Navas... el utrerano José Castro.

Pero no hubo confortación posible. Sólo la memoria de su sonrisa, de su mirada inquieta, de su primorosa pierna zurda (242 partidos en el Sevilla, 37 goles, 37 asistencias), palió el dolor entonces como lo seguirá paliando en el recuerdo, el del futbolista con más talento que salió de la feraz cantera del Sevilla, el de aquel genio tan rápido de piernas como de mente.

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