Sevilla - Celta | Contracrónica

Los pies de Vaclík evitan su defenestración

  • El meta checo abrió con un error un partido de ida y vuelta que él sostuvo cuando el Sevilla le dio el tempo justo al duelo con el inquieto y urgido Celta

Vaclík mira a la grada tras un choque de Diego Carlos con Iago Aspas, autor del 1-1 tras el error del meta y asistente del 1-2.

Vaclík mira a la grada tras un choque de Diego Carlos con Iago Aspas, autor del 1-1 tras el error del meta y asistente del 1-2. / Antonio Pizarro

Todo el que se haya acercado a las pugnas religiosas que vivió Bohemia incluso antes de la Reforma protestante sabe que en la capital checa hubo varias defenestraciones. En la última, la tercera defenestración de Praga, el suceso que abrió la Guerra de los Treinta Años, los emisarios católicos fueron lanzados por la ventana de palacio con mayor fortuna que sus antecesores: cayeron sobre un montón de estiércol y la porquería los libró de otro daño mayor. Vaclík estaba a punto de sufrir la cuarta defenestración de Praga cuando salvó con los pies lo que había arruinado con las manos. Curiosa paradoja de un portero al que se le hace imposible quitarse el sambenito de su incierto juego de pies.

En estos tiempos en los que la herejía no es que un portero no sepa blocar un balón, sino que no sepa jugar con los pies, resulta llamativo que Vaclík se agarrara a sus extremidades inferiores por no saber agarrar con las superiores un centro de Hugo Mallo que abrió el duelo de ida y vuelta frente al inquieto y urgido Celta.

Y resulta llamativo porque si Bono se ha hecho a la titularidad de este equipo ha sido no sólo por su esplendorosa fase final de la pasada Europa League que coronó al Sevilla como hexacampeón. Sino también por el excelente juego de pies que muestra el internacional marroquí y que cimenta desde atrás la maduración del fútbol control que busca Lopetegui.

Con Vaclík, el Sevilla pierde pie, valga la coloquial frase. Pero por los pies, Vaclík sostuvo a un equipo que enredó sus piernas durante la primera parte ante la presión adelantada del Celta, valiente hasta casi lo temerario, de Eduardo Coudet. Si no llega a mediar su pierna izquierda en el disparo de Iago Aspas ya en la segunda mitad, cuando el Sevilla, mejor agarrado al partido que en la perniciosa y descontrolada primera mitad; si no llega a repeler también con el pie, ahora el diestro, el tiro a bocajarro de Santi Mina poco después, el Sevilla podría estar lamentando ahora la serie de contingencias negativas que se le han acumulado por el preñadísimo calendario nacional e internacional. La resiliencia de Lopetegui le debe algo a la suerte pedestre de Vaclík.

La suerte hay que buscarla y el Sevilla la halló al final. En los pies de Escudero y Munir, y en los de Renato Tapia y Jeison Murillo, que desviaron lo justo los disparos sevillistas para que éstos fueran a la red. Pero, poco antes, echó la simiente de la fortuna con esas dos intervenciones del checo, primero con la pierna izquierda, la mala, y luego con la derecha, la menos mala. Ante el Celta, las dos fueron tan buenas que redimieron el yerro grosero de sus manos en el empate de Iago Aspas, que hizo temblar las piernas de los sevillistas. La redención de Vaclík tendrá una vigencia mínima de dos semanas. Y debe absorber como una esponja esta inesperada oportunidad.

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