Sevilla FC

Un estadio nuevo o a reformar, las palabras y los hechos

En-Nesyri salta en el Sevilla-Osasuna, con el graderío sin llenarse y bajo el agua al fondo.

En-Nesyri salta en el Sevilla-Osasuna, con el graderío sin llenarse y bajo el agua al fondo. / Antonio Pizarro

Una de las ovaciones más cerradas que hubo en la pasada Junta de Accionistas fue cuando José Castro anunció durante su discurso de gestión que el consejo de administración no sólo atendería el blindaje de la mayoría reforzada para proteger el estadio en dos tercios del capital representado, sino al 75% del capital social.

El Ramón Sanchez-Pizjuán es uno de los caballos de batalla de todas las partes de la actual lucha accionarial del Sevilla. Cuando se acaban de cumplir 65 años del fallecimiento repentino, a los 56 años de edad, del hombre que lo proyectó y del que lleva su nombre, aquel Grand Stadium que imaginó el presidente eterno pide a voces una reforma absoluta.

Es algo que reclama el sevillismo de base, el sevillismo de carné y de apoyo in situ al primer equipo. Y no sólo con las constantes reivindicaciones de la plataforma de minoritarios Accionistas Unidos, que lograron del actual presidente esa promesa. También con hechos.

En el partido ante Osasuna, el histórico recinto, que mereció el apelativo de jugador número 12 para la selección española también, apenas acogió a menos de la mitad de su aforo: 20.335 espectadores. La lluvia influyó decisivamente para que fuera la segunda peor entrada esta temporada en Liga, sólo aminorada por los 13.962 espectadores que presenciaron el Sevilla- Rayo, con el aforo restringido aún al 40%, en pleno puente de la Asunción, con temperaturas que pasaron de los 30 grados aquel 15 de agosto.

Pero es que incluso en partidos con aforo restringido ya al 60% hubo mejor entrada. Ante el Valencia, hubo 23.654 sevillistas presentes en aquel partido, en horario laboral e intersemanal; y esa cifra aumentó a 23.956 espectadores ya en un horario normal de Liga en fin de semana.

Ítem más, ante el Levante, a la intempestiva hora del almuerzo y con temperaturas lindando los 30 grados o más al sol hubo 30.601 espectadores. La fiesta del reencuentro de la afición en el primer partido de aforo total fue completa, salvo porque el estadio no se llenó como cabría esperar.

En sus reivindicaciones a Castro para apoyarlo en la Junta de Accionistas, los Accionistas Unidos recibieron información técnica de la imposibilidad de realizar una visera completa que cubra todo el graderío. No se puede. A cambio, Castro les prometió una reforma integral, incluso con un presupuesto inicial de 110 millones de euros –el dinero inyectado por el CVC apoyaría ese proyecto–, con dos opciones: tirar el actual y levantar uno nuevo o ir demoliendo y levantando graderíos mientras el Sevilla juega sus partidos sin mudarse.

José María del Nido, al presentar su proyecto de cambio radical del Sevilla, también dio opciones para hacer un nuevo Ramón Sánchez-Pizjuán: ampliar su aforo sacando las escaleras en torres externas, "como en el Bernabéu", o tirar el actual y levantar uno nuevo.

Las promesas responden a una necesidad. El clima y los horarios influyen en la afluencia de un público acomodado a seguir en el hogar los partidos desde el confinamiento, porque en el regreso de la normalidad, volver a un estadio demasiado expuesto a las inclemencias del tiempo, y más con horarios que no miran por el abonado, se ha vuelto incómodo. El emblemático Ramón Sánchez-Pizjuán debe ser remozado Pero, ¿nuevo o reformado?

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