La hija de Karlos Arguiñano que había tomado un rumbo diferente
Vida en familia
El cocinero vasco puede presumir de reunir a la mesa a sus siete hijos todos los días
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Hay un rito diario que se cumple en la casa de Karlos Arguiñano. Una vez al día, en el almuerzo o en la cena, se deben reunir todos los miembros de la familia. Así no sólo hace piña sino que intercambian pareceres, hacen saber qué les pasa y así se ayudan entre ellos.
El éxito de Karlos Arguiñano no es sólo como comunicador o como marca, sino también como padre de familia. Dentro de dos años celebrará la bodas de oro con María Luisa Ameztoy, con la que se casó en 1974. Toda una vida dedicada al negocio familiar en Zarauz, Guipúzcoa, y media vida en el caso del marido dedicada al mundo de la televisión, desde que debutara en EiTB en 1989 antes de dar el salto a nivel nacional meses después, a TVE, para recalar en Telecinco y Antena 3. Siempre con buen ambiente.
La pareja tiene siete hijos, una hija María, es adoptada de cuando el chef estuvo grabando a destajo durate dos años en Argentina y otra hija, fruto del matrimonio, se llama Amaia y en principio era la que no se iba a dedicar, como casi el resto de sus hermanos, al negocio de la hostelería. También tiene otro hermano, Charly (lleva el nombre de su padre pero optó por llevar el diminutivo para disinguirse, y porque siempre le han llamado así), que es cámara y realizador.
De los hijos de Arguiñano, centrados mucho en la profesión del negocio de hostelería de KA (hotel y restaurante), con gran exigencia, Amaia prefirió seguir unos estudios universitarios y en una materia alejada de la gastronomía. Con su labor como ingeniera entró en la escudería de motos que refrendó su padre y estuvo varios años en el mundo del motociclismo, recorriendo los circuitos por todos los países, como telemétrica, para apurar el movimiento de los pilotos.
Amaia regresó a Zarauz y desde hace unos años sus conocimientos de ingeniería los ha trasladado a la labor enológica en la que se está afianzado. La pequeña de los hermanos se encarga de la innovación en las bodegas de txakoi con que cuenta Karlos Arguiñano. El vino típicamente vasco, con las uvas autóctonas hondarrabi (zuri y beltza), está en expansión y la bodega de Arguiñano, K5 Txakolina, en el municipio de Aia, destaca por su renovación de propuestas. El txakoli no es sólo el vino casero joven que durante mucho tiempo ha predominado en las barras de Euskadi, su potencial se está poniendo a prueba con la introducción de otras uvas para remarcar sabores o la maduración en barricas. Hay un univeros por explorar con este tipo de vino y Amaia Arguiñano está centrada en aportar su trabajo en esta faceta para la firma familiar y para lanzar al mercado propuestas comerciales atractivas.
Amaia rompió moldes en la familia pero ha puesto todo su talento al servicio de la marca Karlos Arguiñano desde su experiencia y una perspectiva diferente.
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