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De la piedra señorial de Ronda a los carros populares de La Algaba. Del artista de La Puebla del Río, Morante, a quien ayer nombraron Hijo Predilecto en su pueblo, a un ramillete de promesas que desfilarán hasta el domingo por esta plaza recoleta, donde han germinado tantos y tantos toreros -ahora con renombre- y en la que aquella mañana de octubre del año 2000 revistió su albero un mito, El Faraón de Camas, con su inesperada despedida.
La Algaba, taurina por los cuatro costados, con sus capeas y vaquillas, abrió sus brazos ayer a cuatro chavales, los cuatro primeros de esta edición 2013.
No cabe aquí la labor crítica ni mucho menos severa, sino hacernos eco, a vuelapluma, de chavales que quieren abrirse camino en un mundo tan difícil como el taurino. El ciclo comenzó con una gran becerrada, con casi lleno en los tendidos, lo que es noticia en estos tiempos de crisis,en los que incluso el aforo está siendo en tono menor en grandes ferias y con figuras. Y lo mejor: juventud. Porque aquí, los algabeños saltan al ruedo tras el espectáculo para lancear y muletear a varias vaquillas.
Fue todo un detalle ofrecer un espontáneo homenaje al novillero Miguel Ángel León, triunfador de la edición del año pasado y quien ya ha debutado con picadores.
El encierro de Hermanos Expósito ofreció posibilidades para un cuarteto inexperto.
Abraham Hernández, de Guadaira, se enfrentó a un castaño que salía suelto en el capote y que le faltó fijeza, por momentos, en la muleta. Hernández lo recibió con una larga de rodillas y fue arrollado en su primer lance, de pie. Con la muleta logró algunos naturales sueltos de buena ejecución. El epílogo, de rodillas, resultó embarullado. Con la espada pasó las de Caín. (Silencio tras aviso).
El segundo, de pinta negra y buenas hechuras, también embistió suelto en los primeros compases. Persiguió bien las telas. Benito El Crespo, de Guillena, intentó siempre hilar muletazos suaves. Lo logró con acierto en un par de tandas con la diestra. Sufrió un serio achuchón. Desacertado con los aceros -media muy tendida y cuatro descabellos-, fue premiado con un trofeo. (Oreja tras un aviso).
El algabeño Manuel Moreno se las vio con un colorao, corniabierto, al que lanceó con buen aire. Voluntarioso, estuvo a merced del novillo en numerosos pasajes, con varios desarmes y, lo peor de todo, una seria cogida en la que la res le estampó contra las tablas. Afortunadamente, el chaval pudo rehacerse y estoquear al animal. (Oreja tras aviso).
El cuarto ejemplar de Hermanos Expósito, colorao, también ofreció embestidas al local Francisco Aguilar, que lo recibió con una larga de rodillas, bien ejecutada. De hinojos, también, inició su faena de muleta. Logró sendas tandas, limpias, por ambos pitones en una faena que resultó variada, con el añadido de un par de capeínas, cambios de mano y un epílogo por manoletinas. (Dos orejas).
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