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La entrega de Juan José Padilla calentó la tarde en Valencia

Juan José Padilla, en una larga cambiada a su segundo toro, al que cortó una oreja en Valencia.
Paco Aguado (Efe) / Valencia

19 de marzo 2013 - 01:00

La entrega de Juan José Padilla de principio a fin de la lidia del cuarto toro calentó la tarde en la penúltima jornada de Fallas, que se saldó con una oreja para el jerezano y otra para Miguel Angel Perera.

En una tarde marcada por la sucesión de faenas largas e inconcretas, que apenas provocaban unas tibias palmas en el tendido, Juan José Padilla calentó el ambiente con su apasionada entrega ante el cuarto toro.

A pesar de llevar un aparatoso apósito cubriéndole la zona del rostro afectada por su última intervención quirúrgica, el espada jerezano salió a darlo todo. La delicada operación (en la que se le equilibró la mandíbula y se le encajó la dentadura) parecía no haberse producido hace una semana sino ser ya un recuerdo lejano a tenor de su derroche físico.

Porque Padilla saludó al toro de Vegahermosa no con una larga cambiada de rodillas, sino con seis, ganándole terreno una a una hasta la misma boca de riego. Con las banderillas, redondeó un tercio de mucho mérito, dándole muchas ventajas al astado en los dos primeros pares al cuarteo y cerrándolo con uno de violín en los mismos medios.

La plaza bullía cuando se cambió el tercio con una diana floreada, presagio de las grandes faenas en esta plaza, y Padilla respondió a la expectación echando de nuevo las dos rodillas a la arena para iniciar un trasteo animoso y variado a un bravo ejemplar que le ayudó a mantener caldeado el ambiente.

Para remate, volvió a alardear de valor también de rodillas, con adornos y desplantes muy cerca de los pitones entre gritos de ¡torero, torero! surgidos de un público admirado ante un diestro ya convertido en ejemplo de entereza ante la adversidad.

Sólo un pinchazo antes de una estocada volcándose en el morrillo debió llevar al presidente a no conceder a Padilla una segunda oreja pedida por aclamación. Antes, con el primero de la tarde, tampoco había escatimado esfuerzos, pero esta vez el de Jandilla fue perdiendo gas hasta pararse a mitad de faena.

La concreción y la intensidad de esa faena premiada del primer espada del cartel contrastó con las dilatadas y poco expresivas actuaciones de sus dos compañeros.

Con todo, Miguel Angel Perera acabó cortando también una oreja después de su extenso muleteo a un sexto cuajado y serio que no siempre respondió con fluidez a los exigentes muletazos de su matador. Aun así, el extremeño insistió una y otra vez hasta sumar méritos suficientes para avalar el trofeo. Con el tercero, Perera se mostró igual de obstinado, intentando con firmeza fijar en la muleta a un astado que tendía a desentenderse de la pelea, incluso hasta ser prendido por el pecho, aunque sin mayores consecuencias.

Las faenas de Perera, que escuchó sendos avisos antes de entrar a matar, tuvieron tan largo metraje como las de El Cid, al que correspondió el lote más completo en bravura y nobleza.

En cambio, el diestro sevillano le hizo al primero una faena ligera y de escasa convicción, y con el quinto, aunque más asentado en las zapatillas, se extendió en un muleteo insulso y de poco mando a un toro que no se cansó de embestir.

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