Camas reconoce a sus toreros: una plaza y una calle para Esaú Fernández y Oliva Soto
HOMENAJE
La localidad sevillana, que recientemente descubrió un busto de Curro Romero, dedicará sendos espacios urbanos a sus matadores más jóvenes
Curro Romero: La Pañoleta, 25 de julio de 1954
Camas dedicará un busto a Curro Romero
Será el próximo 19 de diciembre. El Ayuntamiento de Camas ha convocado a sus vecinos para inaugurar la calle que le ha dedicado a Alfonso Oliva Soto, matador de toros y miembro de una dinastía taurina estrechamente ligada a la localidad sevillana. Pero no es el único torero, hijo del pueblo, que será homenajeado. Al día siguiente y sin solución de continuidad está prevista la inauguración de la plaza que la localidad rotulará con el nombre de Esaú Fernández que, con Oliva, sigue llevando el nombre de este vivero de toreros que es patria chica de Curro Romero y el recordado maestro Paco Camino.
El Faraón de Camas, precisamente, presenció el pasado sábado el descubrimiento del busto que ha fundido Martín Lagares para recordar su memoria humana y taurina delante de su clásica peña, en la calle Santa María de Gracia. Romero tuvo ocasión de fotografiarse con la amplia baraja de matadores que acudieron a un acto que sirvió para reforzar los lazos de unión con su pueblo. "Gracias al pueblo de Camas, que siempre me ha tenido cariño verdadero, y ya no puedo más" señaló Curro.
Oliva y Esaú figuraban en esa fotografía -sobre estas líneas- aunque son muchos los años y las generaciones que le separan del Faraón. Pero son ellos, junto a la escuela taurina local, los que siguen llevando la llama taurina de la localidad. Alfonso Oliva Soto (1989) tomó la alternativa en la plaza de la Maestranza, el día del Corpus de 2008 en presencia del mismísimo rey de España. Ha logrado cuajar faenas resonantes en el ruedo sevillano, especialmente aquella al toro del conde de la Maza que se quedó en el umbral de la Puerta del Príncipe. En su última actuación vestido de luces, en la llamada corrida de la oportunidad de 2022, cortó una oreja aunque sólo pudo volver al anillo maestrante en 2024 en el cartel del festival a beneficio de la hermandad de los Gitanos que saldó con un doble trofeo.
Esaú Fernández (1989), por su parte, también alcanzaría el doctorado en la plaza de la Maestranza. Fue el 3 de mayo de 2011, de manos de Morante de la Puebla, cortando una oreja de cada uno de sus toros. En sus últimas temporadas se ha ido decantando por el circuito más duro convirtiéndose en un auténtico especialista de hierros como el de Miura, al que indultó el célebre ejemplar Guineo en Sanlúcar de Barrameda en la Corrida Magallánica de 2023. De Miura, precisamente, era el ejemplar al que cortó su última oreja en la plaza de la Maestranza en el cierre de la Feria de Abril de 2024.
Camas, de sus plazas y sus toreros
La Pañoleta fue en otro tiempo un auténtico emporio de ocio en el que no faltaban bares, bodegas, reñidero de gallos y, por supuesto, una coqueta placita de toros que forma parte de la memoria sentimental de Camas y no pocos sevillanos. Un monumento al toreo –obra del escultor Gil Arévalo– recuerda desde 2002 que a dos pasos de allí, bajo el asfalto frenético de la moderna autovía del V Centenario, se elevó ese singular coso taurino inaugurado en vísperas de la Exposición Iberoamericana que sirvió de rampa de lanzamiento a no pocos coletudos. El primer tramo de la que luego sería la moderna autopista condenó el coqueto anillo a finales de los 60 para trazar el enlace directo entre Sevilla y Castilleja de la Cuesta. El derribo de la plaza, paredaña de la superviviente bodega San Rafael, era un hecho en 1968.
El ayuntamiento camero sustituyó efímeramente el viejo coso con una portátil instalada en la explanada que hoy es la plaza de Nuestra Señora de los Dolores pero el recuerdo y la memoria de La Pañoleta pesaban en el imaginario de la localidad que planteó –en medio de la burbuja inmobiliaria del arranque del siglo XXI– la construcción de un moderno coso multiusos que no llegó a ver la luz. La placita de la Escuela Taurina Municipal, junto al cruce de Valencina, mató ese gusanillo con la organización de becerradas y clases prácticas que han mantenido encendida la llama del toreo.
Pero hablar del toreo de Camas conduce, obligatoriamente, a la ancha estela dejada por dos matadores coincidentes en el tiempo y el espacio como Paco Camino –hijo de Rafaelillo de Camas– y Curro Romero. El llamado Niño Sabio de Camas fue una de las figuras más importantes de la llamada década prodigiosa del toreo: los 60. Su nombre, junto al de El Viti y Diego Puerta, llenó de contendido las ferias de unos años apasionantes en los que Curro despuntaba como torero de culto. En cualquier caso, para entender el currismo –toda una religión laica– hay que recordar la longevidad taurina del Faraón y la indestructible fidelidad de sus verdaderos partidarios.
En el mismo caldo de cultivo que germinarían los nombres de Camino y Romero se cuecen otros aspirantes que no alcanzaron la misma gloria. Podemos recordar al novillero Manuel Pérez, el primer Vito, padre de Julio, el otro Vito que popularizó el apodo en las cuadrillas de Litri o Jaime Ostos. José Rodríguez El Pío, otro rehiletero de postín, gozó de un ambientazo como novillero en la yema de los 50. Antonio Cobo también llegó a la alternativa en 1959 pero encontró su sitio vestido de plata. En el camino se quedó –lo mató un toro en Barcelona en 1973– el banderillero Joaquín Camino, hermano de Paco. La dinastía de los Camino daría otros dos matadores, de nombre Rafael, y nietos de Rafaelillo de Camas.
Pero hay más toreros de oro: el Almendro, emblemático director de la escuela local y exigente forjador de los aspirantes a toreros, también llegó al doctorado en 1973 de manos del mismísimo Curro Romero y en la plaza de Sevilla. Curiosamente fue Paco Camino el encargado de convertir en matador a Antonio Chacón, El Pela, en la Feria de Abril de 1977 aunque encontró sitio de privilegio en las filas de los subalternos. Su hijo se anuncia en los carteles de hoy con el mismo nombre y con aire de figura de plata. Pero la lista de matadores y novilleros es más extensa. A riesgo de dejar algunos nombres en el tintero se pueden anotar los de Reverte, Morenito de Camas, Pepe Rivas, Marqueño, Alpañel, Curri de Camas, Pepe Luis Caetano... Hay que añadir el recuerdo de banderilleros como Enriquillo, El Patito, Pérez Aranda, Juanili, Guillermo de Alba o la dinastía de picadores de los Cameros, Lolo de Camas, El Chimo, Manuel Rivas o Alfonso Soto, abuelo materno de Alfonso Oliva Soto que, con Esaú Fernández, defienden el pabellón taurino de la localidad en la actualidad.
La nómina de los lidiadores cameros, de cualquier fama o condición, es más extensa aunque la dinastía de los Vargas, ascendientes de Alfonso Oliva Soto, merece un apartado especial. Hablamos de Salomón Vargas, pero también de Nicolás, aquel Gitanito de Camas que encontramos en los carteles de color sepia. Fueron tíos de su madre y su tío Ramón Soto Vargas, que cayó fulminado con una cornada en el corazón el 13 de septiembre de 1992 después de ser cogido por el novillo Avioncito, marcado con el hierro del Conde de la Maza. Dicen que Salomón fue el que enseño a Romero a coger los capotes en aquel campo de fútbol que servía de improvisada escuela taurina.
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