Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
EL REPASO
La política de cancelación no es nueva en el riquísimo universo que rodea las fiestas de San Fermín que deben su fama mundial a la mitificación de la jarana y el toro a través de la obra de Ernest Hemingway. El escritor de El viejo y el mar sufrió una auténtica epifanía en su descubrimiento de los encierros y las corridas en aquel viaje iniciático emprendido en 1923 que retrataría, en un completo aguafuerte de la llamada generación perdida, en el libro Fiesta. Hemos escrito de ello y tiempo habrá de seguir haciéndolo con la excusa de ésta o ésa efeméride que sirven para trazar esas historias taurinas evocadoras que alegran las pajarillas del cronista taurino.
Hemingway terminaría de redondear ese retrato literario del mundo taurino –visto a través de su particular prisma y presumiendo de gran entendido- con el libro Muerte en la tarde y, definitivamente, con El verano peligroso, el inmenso reportaje novelado de la competencia de Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín en el estío de 1959 que marcaría la despedida de España y de los españoles del ya premio Nobel norteamericano.
Pero tampoco hace falta ceñirnos a la obra de Hemingway –sin negar su influencia fundamental- para subrayar la universalidad de una fiesta que nunca podría ser la misma sin el temblor matutino del encierro y la olla desbordada de la corrida vespertina que se vive en la dualidad del público más o menos canónico de la sombra y la explosión dionisíaca que se experimenta en el sol a través de las peñas.
Si el mundo musulmán prescribe ir a la Meca al menos una vez en la vida, los aficionados –y los que no lo son- tampoco deben dejar de acudir, aunque sea una única vez en toda su existencia, a esa explosión festiva que cada uno puede vivir según sus propias reglas, olvidado el retrato dixtorsionado –pasa algo similar con el Rocío o la Semana Santa- que suelen hacer a menudo según qué medios. Hay un San Fermín para las familias, para los jóvenes, para los niños, también para los mollatosos… y hasta para los que no quieren ver un toro ni en pintura.
Pero el emblema, la fachada, el inmenso tótem pamplonica y sanferminero es el toro bravo. Negarlo u ocultarlo es estúpido y sectario. Pero así lo ha entendido el gobierno municipal de la capital navarra en una desafortunada promoción que vuelve a retratar de cuerpo entero a los chicos de EH-Bildu en su empanada antiespañola y animalista. Pues ahí lo dejamos…
Y mientras se acerca el sonido de ese chupinazo inmortal que alimenta la nostalgia de los ausentes continúa el viaje del toreo a través de las ferias, las cosechas, las vendimias y la invocación de tantos santos –para el ayuntamiento pamplonica tampoco existe la dimensión religiosa de San Fermín- que bendicen la vieja Iberia. El toro sigue saliendo en todas partes con su promesa de gloria y sangre. Entre San Juan y San Pedro pasaron lo ciclos de Alicante, Algeciras, Soria, Zamora… La feria de Burgos entra en sus días grandes pero las huestes del toreo ya miran de reojo al altísimo puerto de montaña de Pamplona en el que se medirán con uno de los toros más fuertes de la campaña.
No han faltado acontecimientos en la semana taurina que se fue, empezando por la triunfal encerrona alicantina de Manuel Escribano, que escogió la divisa de Victorino Martín para estrechar aún más una simbiosis profesional que ha marcado la trayectoria profesional del torero de Gerena pero también la historia reciente de la propia vacada cacereña que marcó un antes y un después del glorioso indulto de Cobradiezmos en la plaza de la Maestranza.
Nueve años después, Escribano volvía a conseguir el perdón de la vida a uno de esos antiguos albaserradas llamado Bohemio al que crujió por naturales emulando, de alguna forma, aquella faena del 28 de junio de 1988 –que ya ha llovido- que marcó la consagración definitiva del Niño de la Capea en la Beneficencia madrileña. Esta vez fue a orillas del Mediterráneo; Bohemio se sumaba a esa lista creciente de toros memorables que están completando una temporada para el recuerdo.
Reconforta ver multiplicarse en los carteles los nombres de toreros como Fortes o David de Miranda. También que la empresa Tauroemoción haya tenido el acierto de suplir con Borja Jiménez la baja eventual de Morante –se espera que esté listo para hacer el paseíllo en el coso burgalés, escenario de su alternativa- en las plazas de Soria y Zamora con resultado triunfal. El de Espartinas es uno de los matadores necesarios del momento y su vocación espartaquista le confiere categoría de torero de ferias. Quizá haya llegado el momento definitivo de cuidar ciertas citas, de renunciar a algunos escenarios que no aportan nada…
En cualquier caso, hablar de la parada del genio cigarrero –posiblemente en el mejor momento creativo de su vida taurina- nos lleva a despertar los peores fantasmas. Hace un año andaba sumido en el primer y más amplio corte de temporada veraniego que preludió el calamitoso final de la campaña. Mejor no aventar esos recuerdos…
Nos marchamos ya, cargando las pilas para el inicio del ciclo de promoción de nuevos valores que llenará los cuatro primeros jueves de julio en la plaza de la Maestranza. El serial no se puede entender sin ese público juvenil y familiar, sin las viandas y la selecta nevería y las ganas de echar una buena noche de toros. El pasado jueves, por cierto, concluía el tramo de novilladas picadas y lo hizo brindando una grata sorpresa: la del riojano Fabio Jiménez, un proyecto de torero a seguir. Ahora sí que nos vamos, enviando un fuerte abrazo al V Califa del toreo. Al viejo Cordobés le han colocado un marcapasos a punto de cumplir 90 gloriosos años. Hay Benítez para rato.
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