La personalidad de Bombita le coloca en el umbral de la final

El calor dio una tregua y el cartel, al menos sobre el papel, estaba plagado de alicientes. El duelo de escuelas y canteras estaba servido con la papeleta primordial de mejorar el tibio nivel global que se había testado en el primer festejo clasificatorio. Las sensaciones, a priori, eran otras y el ambientazo, de primera, estaba reforzado por los fieles de algunos aspirantes como el cordobés Manuel Quintana o el sevillano Bombita que habían poblado los tendidos maestrantes de una nutrida y sana legión de seguidores.

Había abierto cartel el novillero maño Daniel Artazos en representación de la escuela valenciana. Se templó con el capote y se empleó en una faena de mayor acompañamiento que mando, con una peculiar compostura y un curioso codilleo pero, en definitiva, también con falta de acople.

Manuel Quintana, que ya había captado la atención en su turno de quites, salió muy arrebatado para recibir al segundo, un novillo bonito y manso al que sujetó por bajo, toreándolo con trazo firme y, sobre todo, buscando resolver los muchos problemas que planteó el animal. El espadazo, a la segunda, fue fulminante pero la petición, más que nutrida, no iba a ser atendida por el palco.

Bombita, eslabón contemporáneo de la saga de Tomares, busca hacer las cosas con regusto a pesar de su verdor. Los ayudados iniciales y finales tuvieron un aire evocador. Fue el principio y el fin de una faena de aplomo natural que, con sus altibajos, tuvo el don de la personalidad. El espadazo cantó la oreja y le abrió la puerta de la final.

Miguel Vázquez, también sevillano, iba a tener delante un eral de medio viaje y demasiadas asperezas al que pasó en una labor voluntariosa, con atisbos de personalidad y firmeza, que tuvo el mérito de querer torear mejor de lo que permitía la embestida del bicho, a la postre el más complejo del envío de Villamarta.

Se hablaba bien del representante de la Escuela de Badajoz, David Gutiérrez, que confirmó las buenas referencias menajando el capote con solvencia y autoridad. Le iba a tocar resolver los problemas iniciales de un ejemplar berreón al que tragó en cada cite, llegándole a torear con excelente trazo al natural hasta meterlo en la canasta por completo. Resultó cogido sin consecuencias y se acabó pasando de metraje, marrando con el acero.

Cerraba cartel un francés, Clovis, que también se prodiga en el segundo tercio. Después de colocar los palos con entusiasmo iba a enfrentarse a un eral informalote y blando al que toreó firme pero un punto forzado poniendo fin a este segundo festejo clasificatorio que se vivió con inmejorable ambiente.