MAPPING
Este viernes salen a la venta las entradas de Navigalia: precios y cómo conseguirlas

Retorno a los paraísos perdidos...

TOROS Y LETRAS

Mariana Gasset vuelve a bucear en las fotos sepia de las ganaderías de lidia en el segundo volumen de sus ‘Memorias del campo bravo’

Las dehesas de la tierra de Sevilla siguen siendo el hilo central del libro

Aquellos tiempos que se fueron...

La Real Unión de Criadores desvela su 'Libro Verde' del toro bravo

José Luis de Pablo-Romero Artaloitia corriendo un tentadero de machos de Conradi. / Memorias del Campo Bravo II

El viaje, de alguna manera, había quedado inconcluso. Hace un año largo Mariana Gasset, al frente de su propio sello editorial Verso Suelto, había dado a la imprenta sus Memorias del campo bravo que, quizá sin pretenderlo, acabó conformando un auténtico poema visual, un retablo de modos y usos y el canto a un campo que, en algunos casos, ya ni existe. La base del trabajo fue la recopilación de valiosas fotografías familiares, ganadería a ganadería, apellido a apellido, que supusieron tres largos años de viajes, recopilación, digitalización y hasta persuasión de algunas voluntades reticentes...

La presentación de la publicación en Sevilla fue todo un acontecimiento para el gremio del zahón y la espuela que, de alguna manera, iba a encender la chispa de este segundo volumen que ha sido presentado este mismo jueves en la plaza de la Real Maestranza en un acto que contó con las intervenciones de Lorenzo Clemente, los ganaderos Curro Núñez y Rafael Peralta Revuelta y el diestro Francisco Rivera Ordóñez.

Joselito y Darío López en los llanos de Juan Gómez. / Memorias del Campo Bravo II

“Nunca pensé en hacer este volumen;era muy reticente y pensaba que las segundas partes nunca pueden ser buenas pero al día siguiente de la presentación del anterior en Sevilla recibí las llamadas de dos ganaderos que habían estado en el acto y me ofrecían su archivo fotográfico... aquello me animó a seguir”, evocaba Mariana a este periódico en vísperas de la segunda puesta de largo de sus segundas Memorias del campo bravo. Con un libro recién impreso se puso manos a la obra del siguiente que funciona a modo de ampliación imprescindible. Volvía a contar con la colaboración inestimable de Luis Rufino Charlo, descendiente de criadores de bravo, Eduardo González de la Peña y el fotógrafo Carlos Nuñez.

“Nos sentamos en el bar Taquilla, hicimos un índice y vimos las cuarenta ganaderías potenciales que podían estar en el libro, incluyendo algunas que, por unas cosas u otras, no había sido capaz de incluir en el anterior...” El éxito de aquel primer volumen, además, había servido para allanar cualquier escollo anterior. El proceso, de alguna forma, se había invertido. “Ahora eran las propias ganaderías las que venían a mí en vez de tener que ir a buscarlas”. Mariana Gasset volvía a sumergirse en esos álbumes familiares que cuentan la historia del campo bravo desde las tierras de Cádiz -la mitad del mundo, que sentenció Fernando Villalón- pasando por las marismas del Guadalquivir, dos emblemáticas ganaderías cordobesas que cambiaron de manos, las tierras extremeñas, las dehesas toledanas, los toros de la tierra de Colmenar Viejo y finalmente, la hermosa e inconfundible geografía que da carácter al campo charro.  

El célebre cabestrero de Concha y Sierra montado sobre un buey. / Memorias del Campo Bravo II

El recorrido temporal -un siglo de vida y toros- sigue abarcando entre 1860 y 1960 y recorre todas esas zonas tradicionales del campo bravo español. No deja de ser un recorrido sensorial, apoyado en textos aportados por las propias familias, que demuestra todo lo que hemos cambiado pero, también, lo que permanece. “El libro funciona como reflejo de una época y me llama la atención que el campo aparece como centro de toma de decisiones importantes”, señala a autora aludiendo a la presencia de personalidades o la veneración a toreros que, como Manolete, pasaron por las casas ganaderas dejando una huella indeleble, especialmente en Salamanca.

Pero los distintos hierros y sus circunstancias, los toros que marcan, los caballos y los hombres no pueden entenderse sin el medio en que son retratados. Algunas ganaderías siguen vinculadas a la tierra matriz -a veces de forma casi testimonial- pero otros parajes vieron desaparecer para siempre la imponente presencia del toro bravo que cedió su imperio al dictado de la economía y la agricultura.

Salvador Suárez Ternero y José Luis Andrada Vanderwilde en la finca El Vado. / Memorias del Campo Bravo II

Sevilla y sus antiguas vacadas, no podía ser de otra manera, prestan el principal hilo conductor a libro. Por sus páginas aparecen, entre otros, los gracilianos de la familia Escobar en los lucios de Isla Mínima; los urquijos en Juan Gómez, junto a Los Palacios; aquellos toros de los López Plata -hoy anunciados como Soto de la Fuente- en El Roque, a dos pasos de Las Pajanosas; los guardiolas en El Toruño, en un campo utrerano que ha cambiado tanto; los toros del conde de Santacoloma en San José de Bucaré, una saga sustituida por la familia Buendía, definitivos forjadores del encaste. ..

En la marisma, donde el toro fue rey, desfilan los contreras de la familia Peralta en el Rancho El Rocío; La Abundancia de los Pareja Obregón; aquellas reses de Pérez de la Concha en La Vuelta del Cojo y Poco Abrigo... Hay apellidos sin los que no se puede trazar la propia genealogía del toro bravo, con los Ybarra a la cabeza. Pero la lista es más larga y abarca a los Vázquez, Suárez Ternero, Surga, Conradi...

“Mi aspiración, mi humilde intención, era poner en valor el trabajo que siguen hacen los ganaderos desde tiempos inmemoriales; que haya gente que hoy se sigue dedicando a esto me parece milagroso, son unos héroes’’, concluye Mariana Gasset.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último