Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
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Cada 2 de noviembre, Sevilla cambia el rítmo frenético de sus abarrotadas calles por pulso y el silencio respetuoso del cementerio de San Fernando. Desde primera hora, un incesante goteo de visitantes recorre sus avenidas de cipreses con ramos de crisantemos, lirios o claveles entre las manos. Son hijos, nietos y amigos que perpetúan una costumbre tan antigua como la propia ciudad: la de acudir a honrar a quienes ya no están. En estas fechas, el camposanto se transforma. Las lápidas se cubren de color y aroma, en un desfile floral que es, al mismo tiempo, homenaje y consuelo. El Día de los Fieles Difuntos, que sigue a la festividad de Todos los Santos, conserva en Sevilla un tono íntimo y familiar; donde se mantiene viva la costumbre de mirar al pasado con ternura y respeto llevando flores, especialmente crisantemos, a quienes ya no están.
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