Una vida grabada a mano
Por el taller que Cristina Quintero abrió hace tres años en la Ronda de Capuchinos pasan profesionales y aficionados de la estampación que comparten su pasión por el arte
Como el tórculo con el que trabaja, la vida de Cristina Quintero Prieto siempre ha girado en torno al grabado. Un arte que domina y enseña en su taller del número 6 de la calle Florencio Quintero. Mezzotinto es el nombre de este espacio que, tras una dilatada trayectoria, abrió hace tres años y que hoy sirve de local de trabajo para profesionales y aficionados que encuentran en este lugar el confort de un cuidado estudio y el buen hacer de esta sevillana que no sólo ofrece su sabiduría sino su buen humor y amistad.
Titulada en Bellas Artes, durante quince años ejerció como profesora de Dibujo Lineal y Artístico. Especializada en escultura y grabado, pronto descubrió las virtudes de este último y se volcó en él. "Se trata de una disciplina que no todo el mundo es capaz de valorar o de, incluso, diferenciar de un dibujo o de una pintura", explica Cristina Quintero, que ve en las numerosas exposiciones colectivas e individuales que ha realizado hasta el momento otra ocasión para promocionar este arte y aprender de él. Ahora, sus creaciones pueden verse en Doña Paulina (C/ Santo Domingo de la Calzada).
Tras su paso por el taller de Margarita Albarrán, donde en 2007 expuso una de sus muestras más importantes, apostó por abrir su propio centro junto a la Ronda de Capuchinos y continuar con sus dos vocaciones, la enseñanza y el grabado.
La obra de Quintero, dice, tiene mucho de ella. "Voy observándolo todo, buscando captar una imagen que me pueda conducir a algo que pueda reflejar. La Alameda de Hércules, antes de la última remodelación, inspiró muchas de mis obras. Me encantaba pasear por allí, detenerme y luego reflejar sus escenarios".
La versatilidad de la estampadora le ha hecho trabajar sobre distintos materiales (cinc, cobre, metacrilato, aluminio...) y técnicas (aguatintas, aguafuertes, monotipos, barnices blandos, linóleos). "Hago de todo, desde figurativo hasta abstracto. Lo que sí tengo claro que a la plancha hay que enfrentarse sabiendo lo que se quiere hacer".
El resultado después de un laborioso trabajo, "donde hay que cuidar la temperatura o la graduación de los ácidos que se aplican sobre la plancha, entre otros aspectos", es una cuidada composición que recoge hasta el mínimo detalle. "Es importante insistir hasta alcanzar la perfección", añade. Una meticulosidad que se aprecia más allá de su obra en su propio taller de más de 200 metros cuadrados, y que sorprende, respecto a otros del gremio, por estar impoluto.
El grabado y el dibujo son sus pasiones. Un amor incondicional que sólo comparte con el cariño a las personas que le rodean y en el que mucho tuvo que ver el apoyo que su padre le dio. "A mi padre, Manuel Quintero, era a la única persona que permitía que me viese trabajar", recuerda con especial cariño la propietaria de Mezzotinto.
Encargada de propiciar exposiciones para otros artistas como promotora, de diseñar los catálogos de las mismas así como de la cartelería, aquellos alumnos que se inscriben en el taller también ven su obra expuesta al final de cada curso.
Entre otras materias, aquí se imparten cursos de grabado calcográfico, técnicas mixtas y nuevas técnicas, aunque, reconoce, está abierto tanto en horario como en técnicas, según la disponibilidad e interés del propio alumno. Con esta misma libertad también trabaja Quintero: "Les ayudo a introducirse en el mundo del grabado con unas nociones básicas, pero es el propio autor quien tiene que decidir qué quiere estampar sobre la plancha. Lo cierto es que a quien guarda inquietudes artísticas, le engancha".
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