Medio ambiente

Jorge Molina: "Ha llegado la hora de sentarse a hablar para que no pierda Doñana"

El periodista y escritor, Jorge Molina.

El periodista y escritor, Jorge Molina. / M. G.

El periodista y escritor Jorge Molina (Cumbres Mayores, 1964) presenta el próximo jueves 22 de junio en la Fundación Cajasol la reedición de su libro Doñana, todo era nuevo y salvaje (Fundación José Manuel Lara), un relato de cómo nació el parque nacional entre 1940 y 1970 y que ha cobrado actualidad por la proposición de ley que se está debatiendo en el Parlamento andaluz.

–¿La historia se entiende mejor novelada?

–Cuando das un toque novelado a un ensayo, llega mejor a la gente. Hace 12 años fue ese el objetivo, porque pensaba que el tema podía ser un poco árido, y fue muy bien. Y ahora también.

–¿Doñana es frágil por definición?

–Doñana es muy frágil, porque es muy accesible. No es Ordesa, ni Picos de Europa ni las islas Cíes. Tiene una gran población alrededor, cada vez más, y su ecosistema más paradigmático, la marisma, es especialmente frágil cuando se le cortan las venas por arriba, que es lo que ha ido ocurriendo durante mucho tiempo.

–¿Somos conscientes de la suerte que tuvimos de que la iniciativa de unos notables y el biólogo José Antonio Valverde saliera adelante?

–No lo somos. Creo que Doñana no está suficientemente valorada. Doñana son tres ecosistemas: marismas, montes y dunas. Es un territorio poco valorado porque la gente cuando quiere ver naturaleza busca las montañas, las cascadas, los tupidos bosques... No es consciente de la serie de casualidades y de empeños quijotescos de gente con intuición y con ganas que motivaron que Doñana se convirtiera en Parque Nacional en el 69. Por ejemplo, WWF, la gran organización conservacionista actual, nace para recaudar dinero con el fin de comprar tierras en Doñana.

–¿Se estuvo cerca de que todo fuese una gran plantación de eucaliptos?

–Sí, hay un decreto en el BOE del Gobierno central de la época, franquista, en el que se establecían incluso los límites. En el caso de Doñana eran desde Huelva hasta Sanlúcar de Barrameda, para que esa zona que, se consideraba improductiva, fuese expropiada y el Estado se encargara de ello. La prueba de que el Estado se encargó fue la plantación por la costa de Huelva de millones de eucaliptos.

–¿Pueden convivir agricultura y ecosistema?

–Claro que pueden convivir. Depende de la agricultura que se realice. En el entorno de Doñana la agricultura ha sido de secano históricamente y es totalmente sostenible. Incluso el regadío hoy día puede ser sostenible. Lo que ha ocurrido aquí es que ha habido una avalancha de okupación, con k, con perforación de pozos a miles y una voracidad delictiva, aunque después se legalizaron en su mayor parte y ahora se quiere legalizar en su integridad.

"Ni ayuntamientos ni la Confederación ni la Junta vigilaron y ahora el problema es colosal, que diría Miguel Delibes"

–¿Son los fondos de inversión o el pequeño agricultor el peligro para Doñana?

–Mire, esta conflictividad contemporánea por Doñana viene por parte de los ayuntamientos. Los ayuntamientos, como en el caso de las construcciones ilegales, hay momentos en que dejan hacer. Y hay otros momentos en que dicen que ya nada se puede hacer. Cómo voy yo, alcalde de Lucena, por ejemplo, a iniciar un procedimiento que evite esta ocupación de suelo, esa ocupación de agua... Pondría el dedo en los ayuntamientos. Es cierto que hay unas personas concretas, incluso empresas de cierta relevancia, que son el brazo ejecutor. Pero a la Administración se le pide también esa faceta de control de la legalidad. Tampoco la Confederación ni la Junta hicieron esa vigilancia en el momento inicial y ahora el problema es colosal, que diría Miguel Delibes.

–¿Qué solución hay, porque los agricultores tendrán que comer?

–Sí. Se han planteado a estas alturas algunas soluciones que se han aplicado en otros sitios. La permuta de esos terrenos por otros, la indemnización –en la minería se indemnizó a los mineros y se cerró la mina–, ésas pueden ser soluciones. Pero sobre todo tiene que haber una un acuerdo político para que haya una actitud decidida. Cuando el ciudadano ve que las cosas van en serio, no sigue avanzando en actividades que sabe que no están amparadas por la legalidad.

–¿El debate político ha contaminado científico?

–Hay una pelea, como ha habido otras en Doñana, porque ha habido una mala idea. Por ejemplo, la mitad de los agricultores freseros, que son básicamente los del Almonte, se han salido de la asociación y han creado otra, porque no están a favor de esta ley. Se agita el avispero y en Doñana la colmena es muy grande y surge una guerra. Ha llegado la hora de sentarse a hablar y cesar las hostilidades para que no pierda Doñana

Jorge Molina, durante la entrevista. Jorge Molina, durante la entrevista.

Jorge Molina, durante la entrevista. / Antonio Pizarro

–¿Qué le pareció la intervención de Miguel Delibes en el Parlamento?

–Le tengo un aprecio infinito y es una referencia moral. Miguel Delibes nunca ha flaqueado ni en sus convicciones ni en el sentido común. Todo lo que dice Delibes tiene sentido común. Y vio que fue poco a poco enfadándose y que se enoje Miguel me hace pensar que no se rinde y que su liderazgo moral y científico, que lo tienen sin duda, hacen de él un buen capital del sentido común. Ahí hay una esperanza.

–¿Por qué Europa pone tanto interés?

–La recaudación de dinero para comprar las primeras 7.000 hectáreas de Doñana, lo que hoy se llama Reserva Biológica de Doñana, se hizo en Europa gracias a las Doñana Expedition, donde vino gente de muchísimo nivel. Así está recogido en el libro. De ahí nace el interés real en Europa por Doñana. La consideran parte suya, al margen del hecho ecológico, porque todas las aves que ellos disfrutan en sus tierras paran primero en Doñana.

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