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Miguel Pasquau: "Los jueces no tenemos obligación de ser imparciales o ponderados en fútbol, gastronomía o literatura"

"A veces nos sentimos instrumentalizados, pero en los jueces está no prestarse a abrir falsos terrenos de juego para estrategias políticas"

El magistrado del TSJA presenta en Sevilla su libro "El oficio de decidir: Dudas y certezas de un juez en activo"

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El magistrado del TSJA Miguel Pasquau, antes de presentar su libro "El Oficio de decidir" en el Colegio Notarial de Andalucía. / antonio pizarro

El magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) Miguel Pasquau acaba de publicar el libro "El oficio de decidir: Dudas y certezas de un juez en activo", que ha presentado en el Aula de Cultura del Colegio Notarial de Andalucía y en el que ofrece una visión de la labor del juez tras más de dos décadas sirviendo como magistrado en el Alto Tribunal andaluz. En esta entrevista cuenta su visión sobre la labor del juez y se pronuncia sobre la judicialización de la política, la figura del jurado popular o la reforma de los tribunales de instancia.

Pregunta.En el libro, usted desgrana cómo es la profesión de juez... En su opinión, ¿qué es lo mejor y lo peor de su trabajo?

Respuesta.Lo mejor es la motivación extra con la que vas al trabajo, consciente de que merece la pena dar lo que tienes, por la importancia para los demás de las decisiones que te confían. Es un oficio que te mantiene en tensión, te plantea retos, pone en tus manos conflictos en los que puedes “hacer justicia”, es decir, dar la razón a quien la tiene, hacer valer un derecho frente a una posición de poder o de abuso, esclarecer una verdad en disputa. Lo peor es la constante sensación de no estar a la altura de tanta responsabilidad, y la certeza de que en no pocas ocasiones (no sabes cuáles) has hecho daño equivocándote. Y te has equivocado no porque estuviera así escrito en alguna parte, sino porque tú no has hecho bien tu trabajo.

Miguel Pasquau. / antonio pizarro

P.Habla usted de que el más mínimo error del juzgador puede arruinar vidas... ¿cómo afronta esa complicada labor un magistrado?

R.No hay otro método mejor para afrontarla que el de la modestia. Ni siquiera me refiero a la virtud de la modestia (es decir, a la humildad), sino simplemente a una inteligente manera de verte como lo que eres: una simple pieza de un gran sistema de toda de decisiones, lleno de personas, reglas, criterios, normas, equilibrios, garantías, debate y segundas oportunidades, que es el sistema judicial. Hay asuntos que pasan por ti. El sistema te pide que decidas tú después de presenciar un juicio y enfrentarte a argumentos antagónicos. Debes intentar acertar, pero te vas a equivocar y hacer daño de vez en cuando.

La imparcialidad y la propia competencia profesional no es un atributo mágico del juez, tienes que trabajarlo toda tu vida, cada mañana"

R.¿Eso es todo? No, eso no es todo. La conciencia de tus limitaciones (incluidas debilidades, perezas, sesgos, atajos, inclinaciones, etc.) en un contexto, por definición, de incertidumbre (porque en todo proceso judicial hay al menos dos posturas en disputa empeñadas en ganar el juicio) te obliga a convivir con un incómodo fondo de complejidad en tu trabajo, incompatible con la autocomplacencia. Esto es fundamental: la imparcialidad y la propia competencia profesional para tomar decisiones no te vienen dadas por ser juez, como si fuera un atributo mágico. Tienes que trabajarlo toda tu vida, cada mañana.

P.Hoy en día todo se judicializa hasta el punto de que incluso hay una judicialización de la política... ¿cómo lo viven los jueces?

R.Es cierto que hay conflictos que cuando entran en el entorno judicial se desnaturalizan, por no decir “se estropean”. En particular, si interviene la ruda y contundente lógica del proceso penal. Hay conflictos familiares, sociales, y es verdad, también políticos, que no tienen fácil encaje en los tribunales, o que los tribunales no van a solucionar mejor que lo haría un mediador, un proceso de diálogo o un ejercicio de tolerancia. A veces nos sentimos instrumentalizados. En el tribunal en el que estoy destinado tenemos competencia para investigar y juzgar a aforados, y no es raro que advirtamos en algunas denuncias o querellas un intento de obtener trascendencia mediática por la notoriedad de la persona denunciada. En los jueces está, de todas formas, impedirlo, no prestarse a abrir falsos terrenos de juego para estrategias políticas. El derecho penal es algo muy serio como para malbaratarlo en tácticas oportunistas, y por esa razón son muchas las querellas que ni siquiera se admiten a trámite.

P.La otra variante es la politización de la Justicia... ¿Cómo cree usted que deberían ser elegidos los vocales del CGPJ?

R.Dado que, en el Parlamento, los partidos políticos mayoritarios (PP y PSOE) vienen históricamente degradando la idea de consenso en los nombramientos de vocales y sustituyéndolo por el sistema de cuota y reparto (estos los nombras tú y estos otros yo, y nos votamos recíprocamente), y dado que dentro del Consejo, las asociaciones judiciales reproducen esa lógica para el nombramiento de los cargos discrecionales (para ti la Audiencia Provincial de Sevilla, para mí una plaza en la Sala Tercera del Tribunal Supremo), yo propongo desde hace tiempo el sistema de sorteo de entre los candidatos que reúnan las condiciones legales que se establezcan.

La Justicia nunca está preparada para cambios importantes, en particular si son cambios organizativos. No es una maquinaria ágil"

P.La Justicia se enfrenta ahora a una reforma de gran calado con la llegada de los Tribunales de Instancia… ¿Está preparada la Justicia para este drástico cambio?

R.La Justicia nunca está preparada para cambios importantes, en particular si son cambios organizativos. No es una maquinaria ágil. Y sin embargo somos conscientes de que avances en una colegiación de la primera instancia supondrían un mejor aprovechamiento de los recursos de que disponemos. La idea de los tribunales de instancia es una larga reivindicación desde hace años, que viene avalada por la experiencia en tal sentido de países como Francia e Italia. Pero cuando llega el momento aparece la inercia, la perplejidad, las dudas y los desajustes. Va a haber problemas durante algún tiempo, pero yo tengo la seguridad de que dentro de dos, cuatro años, nos preguntaremos cómo era posible que no lo hiciéramos antes.

R.Cierto que la reforma, para maximizar sus ventajas y minimizar sus inconvenientes, debe venir acompañada de un mayor esfuerzo presupuestario y de la máxima flexibilidad para ir adaptando el modelo a la realidad.

P.¿Los jueces deben expresar libremente sus opiniones, por ejemplo, en las redes sociales?

R.Un juez, una jueza, somos mucho más que juez o jueza: somos ciudadanos, lectores, viajeros, padres o hijos, aficionados a un equipo de fútbol o a la fotografía, etc. Supongo que nadie encuentra inconveniente en que se interaccione en público sobre esos aspectos de la vida. Los jueces no tenemos obligación de ser imparciales o ponderados en fútbol, gastronomía o literatura…

R.Más problemas tienes si entras en asuntos judiciales (no, obviamente, los que tú llevas) o políticos. Lo menos complicado es abstenerse de entrar en esos temas: evitas pisar charcos, te apartas del ruedo en asuntos que tienden a la polarización y cuidas la apariencia de neutralidad, lo cual es importante. Pero si tu vocación por comunicar te lleva a querer matizar, contextualizar, aclarar o incluso expresar tu crítica, te va a traer, a veces, alguna complicación. Es posible que algún compañero te mire con prevenciones. La absolutamente importante es no entrar en juegos propiamente partidistas, en lamentables peleas en público, o en vehemencias no controladas. Por lo demás, no crean que quienes se callan en público son más neutrales que quienes sí se exponen… Desconfíen de los apolíticos o de los aparentemente indiferentes.

El jurado es un sistema que ofrece equilibrios y garantías más que suficientes"

P.En el oficio de decidir también intervienen desde hace 30 años los ciudadanos, a través de los jurados populares... ¿Qué opinión le merece esta forma de participación de la ciudadanía en la impartición de la Justicia?

R.Treinta años de experiencia de juicios con jurado dan mucho de sí. Miles y miles de ciudadanos se han visto ya en la tesitura de juzgar, de ser “jueces por un día”, y según algunas estadísticas, por lo general ha sido para ellos mejor experiencia que lo que esperaban. Quizás ya deberíamos pasar del debate entre juradistas y antijuradistas, y pensar con tranquilidad qué reformas podrían mejorar el sistema. En términos generales, tras más de veinte años resolviendo en la Sala civil y penal del Tribunal Superior de Justicia recursos de apelación contra sentencias dictadas en juicios con jurado, pienso que, si el magistrado presidente hace bien su trabajo, es un sistema que ofrece equilibrios y garantías más que suficientes. Se podría vivir sin Jurado, pero el Jurado es, en España y en otros muchos países, un procedimiento de enjuiciamiento con no pocas ventajas.

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