"He tenido que empezar a rechazar proyectos, y duele"
Pablo Barragán | Clarinetista
El clarinetista sevillano Pablo Barragán presenta su segundo disco, un álbum de sonatas del siglo XX junto a la pianista alemana Sophie Pacini
La ficha
Boundless
Francis Poulenc (1899-1963): Sonata para clarinete y piano FP 184 (1962)
Leonard Bernstein (1918-1990): Sonata para clarinete y piano (1941-42)
Mieczysław Weinberg (1919-1996): Sonata para clarinete y piano Op.28 (1945)
Serguéi Prokófiev (1891-1953): Sonata para flauta en re mayor (1943) [transcricpción para clarinete de Kent Kennan y Pablo Barragán]
Pablo Barragán, clarinete
Sophie Pacini, piano
Aparté
Aprovecho que está de paso por Sevilla para impartir clases en la Academia Barenboim-Said para hablar con Pablo Barragán (Marchena, 1987) que después de seis años de residir en Berlín se siente siempre feliz por volver a su tierra: "Para mí esto es genial, porque no tengo tanta experiencia como docente, y estoy aprendiendo mucho. Tengo además cuatro alumnos que son cuatro diamantes en bruto. Estoy ilusionadísimo".
–¿La residencia berlinesa es necesaria para su carrera?
–Berlín es el centro de mi vida profesional. Lo que se mueve por allí es increíble. La cantidad de proyectos, de interrelaciones que he tenido en estos años..., muchos, en sitios de los más inesperados, y sale una cosa detrás de otra. Es muchísimo trabajo para mí, yo en el tren voy haciendo ejercicios de respiración o anotando partituras, pero estoy encantadísimo. Jamás imaginé que podría hacer tantísimas cosas con tantísimos músicos de primerísimo nivel.
–¿Ha tenido que empezar a decir que no?
–Este año. Estoy empezando a rechazar algunos proyectos, y duele. Yo intento cuadrarlo todo, porque son cosas que me interesan, gente que ya has conocido y que te llama expresamente a ti, que quiere hacer cosas contigo… Luego, llamadas de algunos sitios, que son oportunidades que abren cosas de interés para el futuro y que no quiero dejar pasar… Pero es lo que hay, no se puede vivir en constante tensión.
–Este es el segundo disco de su carrera, ¿Cómo nace la idea?
–La SWR [Südwestrundfunk, es decir, Radio del Suroeste de Alemania] me propone una coproducción de dos proyectos. Pensé que lo suyo era hacer un disco con piano con un repertorio que me identificara a mí como intérprete. Prokófiev lo quería tener, llevo trabajando mucho esa obra y la tenía interiorizada. Estaba la de Poulenc, obra muy identitaria para mí, porque me ha acompañado toda la vida. También la tenía en un punto de madurez como para aportar algo con ella. La enlazamos con Bernstein, por sus relaciones con Poulenc. Y Weinberg era como traer algo diferente. La había tocado ya, aunque nunca trabajado tan a fondo.
–¿Había trabajado anteriormente con Sophie Pacini?
–No. Fue una sugerencia de mi agente. Yo sabía de su prestigio, que era una artista de una dimensión extraordinaria, pero no había tocado nunca con ella y tenía mis dudas de si iba a ser lo mejor. La llamé, quedamos para tocar un poco y enseguida me di cuenta de que era una bomba. Es espectacular, tiene mucha potencia y una comprensión de la música en muchas direcciones. Tiene un paso de 0 a 100, un reprise, brutal. Ella tampoco había hecho ninguna grabación específica de cámara. Era algo nuevo. Se motivó mucho. Estoy muy contento de lo que hemos aportado.
–¿Y el sello Aparté? ¿Venía impuesto?
–No. Lo busqué yo a través de una recomendación. Los llamé, les expliqué mis intenciones y hubo buen feeling desde el principio. El disco lo grabamos en dos días entre junio y julio del año pasado.
–¿Cuáles eran exactamente esas intenciones?
–Quería algo no voy a decir nuevo, porque eso es casi imposible ya, pero sí, algo auténtico, genuino, que me identificara como intérprete. Yo no soy de vamos a sacar un disco por sacar un disco. Tratamos de hacer algo sólido, hemos buscado alejarnos del clarinete como instrumento y mirar más la dimensión de la música y adónde la podemos llevar.
–¿Qué espera profesionalmente del disco?
–Por un lado, es una declaración de intenciones a nivel artístico: quiero pensar en la música, no sólo en el clarinete. Y el hecho de hacerlo con Sophie que es una pianista ya consagrada, sólida, que ha tocado en todos los sitios importantes, a la que tienen tanto respeto en todas partes, que acaba de publicar en BluRay un concierto que hizo con Martha ArgerichMartha Argerich a dos pianos, para mí es fundamental. Quiero un pianista que me esté poniendo siempre al límite y que me proponga cosas musicales. Por otro lado, están empezando a salirnos conciertos. Tenemos ya 4 o 5 este año. La idea es empezar a hacer giras juntos, conectar con otros artistas y hacer más música de cámara. No creo que un disco haga mi carrera, pero sí que puede poner un granito de arena a lo que el día de mañana sea lo que yo haya podido aportar al mundo desde la parcela musical. Es un trozo de mi corazón, de mi intelecto, de mi visión artística lo que comparto con el mundo. No quiero meterme en la dinámica de tener que sacar un disco al año, por estar en tal o cual revista. Hemos sentido que este proyecto tenía potencia suficiente, lo dimos todo en la grabación, tenemos también un equipo de gente muy buena detrás, que nos está ayudando mucho, dándole al producto un camino. Luego lo que aporte, ya se verá.
–¿La música de cámara sigue siendo su dedicación principal ahora mismo?
–Yo diría que es el 80% aproximadamente de mi actividad, pero las colaboraciones con orquesta van también a buen ritmo y no dejo de tener propuestas.
–En octubre pasado hizo con la ROSS uno de los conciertos más difíciles del repertorio, el de Lindberg, ¿cómo fue la experiencia?
–Brutal. Estuve un año dedicado a prepararme ese concierto. La experiencia fue genial, un trance, no sabía a dónde iba a llegar, aunque iba en una nave segura, porque la orquesta fue fantástica. Oliver Díaz se portó además muy bien, para él también fue un reto. Me sentí muy bien. Weber, Mozart, Copland... me encantan, o Nielsen, más cercano a lo que yo suelo hacer, pero cuando me dijeron desde Sevilla, Lindberg, contesté inmediatamente que sí. Si me lo piden en Helsinki a lo mejor la primera vez habría dicho que no. Pero yo sabía que me iban a tratar bien, que tendría más ensayos, Óliver me llamó desde un principio, me tranquilizó. Es lo más difícil que he tocado en mi vida. Físicamente es muy exigente. Acabé emocional y físicamente reventado. Pero es un regalo. Para el público fue un poco un shock, pero abrió una puerta: era como mostrar que el clarinete no se quedó en Mozart ni en Weber; yo encantado de que me dieran la oportunidad a mí de hacer algo así.
–¿Se lo han vuelto a pedir?
–Justo lo toco la temporada próxima con una orquesta finlandesa con la que había hecho ya el Concierto de Nielsen. Estoy deseando ir, porque además quiero conocer personalmente a Lindberg, que por el coronavirus no ha sido posible hasta ahora.
–¿Algún otro concierto nuevo que esté preparando?
–Tengo entre ceja y ceja el de Kalevi Aho, un concierto increíble. Va en la dirección del de Lindberg, pero con un lenguaje diferente, un discurso quizás más operístico. El problema es programarlo, porque lleva un orquestón.
–Me dijo antes que el proyecto con la SWR era doble. ¿Puede avanzarme de qué irá la segunda parte?
–Se lo adelanto en primicia. Grabamos en julio. Será un disco junto a dos artistas increíbles. Por un lado el pianista alemán Frank Dupree, con el que empecé a trabajar por un encargo que le hizo la Bayerisches Rundfunk durante la pandemia: montamos un programa junto al violonchelista Kian Soltani y la percusionista Mimi Vasilieva, y luego empezamos a hacer muchas cosas juntos. Él tiene un trío de jazz, es compositor, improvisador, arreglista..., es un músico muy flexible. Y por el otro, una violinista holandesa muy joven, Noa Wildschut. La escuché tocando en Utrecht en el Festival de Janine Jansen y flipé. Es un espectáculo. Y me dije, yo tengo que hacer algo con esta chica. La llamé y me dijo que sí.
–¿Podemos saber el contenido del disco?
– Las obras centrales serán Contrastes de Bartók y el Trío de Paul Schoenfeld, que es música klezmer, por su herencia judía, aunque no deja de ser un compositor clásico, americano. Estoy deseando ponerme a grabar. Hemos hecho conciertos juntos en Alemania y creo que va a ser divertidísimo. En principio, están interesados también en Aparté, aunque Noa es artista Warner y Frank también tiene un contrato con otra discográfica, pero creo que no habrá problema.
De lo habitual y de lo insólito
Si las obras de Poulenc y Bernstein son de repertorio de cualquier clarinetista, la de Weinberg "es uno de los dos descubrimientos de la grabación. Es un compositor nuevo para mucha gente, incluidos colegas clarinetistas. En su música se refleja mucho de algo que vivimos ahora: fue capaz de escapar de una realidad terrible, su familia fue asesinada en los campos de exterminio nazis, tuvo que huir de Polonia para refugiarse en Rusia. Era una persona muy introvertida, que pasó por experiencias muy traumáticas; cómo se expresa eso en música. El segundo movimiento tiene un toque judío, folclórico, de optimismo, y el tercer movimiento me parece por completo devastador, dramático, con ese principio en el que el piano expande todo su registro y esa cadencia del clarinete, que vuelve una y otra vez. Me parece un juego mágico de armonía, con notas blues, me parece casi jazzístico. El último acorde no deja de ser optimista, tiene luz, tiene aire de inspiración. Es una sonata muy conectada al presente".
En cuanto a la Sonata de Prokófiev, "me encanta tanto en su versión de violín como de flauta. Trabajé a partir de la transcripción para el clarinete de Kent Kennan. En ella hay pasajes en que Kennan pausa el clarinete y mete parte de la melodía al piano, supongo que para que el clarinetista pueda respirar, y yo me dije, bueno estamos en 2022, se hace respiración circular… y devolví la melodía al clarinete. Sophie estaba muy motivada con los tiempos del segundo movimiento que usan Argerich y Kremer. Ellos lo llevan a 98, por qué no probamos a 103, me decía… Estuvimos experimentando, y al final conseguimos una versión sólida, compacta, con cuatro cuadros muy distintos, ya que cada movimiento es una escena diferente, el lento es un blues; el cuarto, es explosivo, con esa fuerza indómita que tiene; el primero es como una oda a la alegría pero muy íntima; y el segundo, ese Scherzo tan loco y salvaje. La toqué por primera vez en 2012 y poder ofrecer ahora una versión sólida con una compañera como Sophie, es un lujo para mí".
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