La guerra junto al verde río

Faruk Šehić, escritor y excombatiente en la guerra de Bosnia, describe su sórdida experiencia al amparo del hermoso curso del río Una

Faruk Šehić. / DS
Javier González-Cotta

21 de mayo 2023 - 06:00

Ficha

Bajo presión. Faruk Šehić. Traducción de Miguel Roán. La Huerta Grande (colección Las Hespérides). 216 páginas. 19 euros

En la obra del poeta y narrador bosnio Faruk Šehić traducida al español (Las aguas tranquilas del Una, Cuentos con mecanismo de relojería y recientemente este Bajo presión), se reflejan, con magistral equilibrio, la sordidez de la guerra y la salvación moral, atravesada por el recuerdo, que regala la naturaleza y sus paisajes cercados por el odio étnico. Sehić es oriundo de Bihać, región del noroeste de Bosnia-Herzegovina, por donde discurre, casi fronterizo con Croacia, el curso fluvial del río Una (cascadas salvajes y estampas ribereñas, como las de Martin Brod, Kulen Vakuf y Strbacki Buk, conforman el idílico paraje del Parque Natural del Una). Como tantas veces ocurre en Bosnia, lo que acongoja es comprobar una y otra vez cómo ciertos parajes se convirtieron en escenarios de horribles matanzas en la última guerra de los Balcanes. De esta dislocación cuesta reponerse.

Bajo presión recoge el relato bronco, en primera persona, de quien ha combatido en la olla del frente como soldado de la Armija (el ejército bosnio) contra los serbios. En los mapas de la guerra, aquel enclave fue conocido como “el bolsillo de Bihać”. Sufrió el mismo asedio que Sarajevo, incluso sus condiciones fueron aún más severas. Pero casi pasó inadvertido por el doloroso magnetismo que ejercitaba la capital sarajevita. Bajo presión no debe disuadir a quienes refutan de las guerras. Lo que hace peculiar el tono y la mirada de Sehić, estupendo escritor, es esa bifurcaciónpoética que se abre siempre entre lo soez, lo deprimente y lo sucio (el sexo rápido, las curdas y sus resacas, el tabaco y las drogas, los compañeros heridos, el olorín a cadáver en las trincheras). La sordidez expande su contorno. Se impone el infierno cotidiano, al que uno se acostumbra por fuerza, como fue el caso del escritor. Lo que atrae es el uso metafórico, el vuelo poético que alcanza esa misma experiencia descrita desde la alcantarilla. De ahí, muchas veces, el contraste abrupto y armonioso a la vez con los dones que ofrece la naturaleza. “Al principio era el Edén, del que fuimos expulsados. Observábamos cómo las nubes se acumulaban sobre las colinas, y cómo por debajo, el Una fluía hacia nuestro pueblo. Primero eran claras, luego adquirían el color oscuro de la nieve sucia. El aire era eléctrico, como siempre antes de un chaparrón estival”.

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