Manuel Ferrand, el humanista que no hablaba en cursivas

Feria del Libro de Sevilla

La Felise recuerda al escritor en su centenario con un acto en el que Carmen Camacho e Ignacio Camacho destacan su vigencia, la sobriedad de su estilo y su apego a Sevilla desde la modernidad.

En el año de Manuel Ferrand

Carmen Camacho e Ignacio Camacho dialogaron con el hijo del autor, Manuel Ferrand. / Juan Carlos Muñoz

Manuel Ferrand (Sevilla, 1925-1985), el autor cosmopolita que se quedó en Sevilla, el narrador que cambió de registros aunque siempre mantuvo la elegancia, habría cumplido cien años el pasado julio, pero su obra se conserva inesperadamente joven y le habla al presente. Sus textos, leídos hoy, poseen el don de la modernidad y al mismo tiempo son eternos, como ese underground que afloraba en su entorno mientras él redactaba sus artículos, ensayos y novelas, en parte por una erudición que nunca quiso aislarse del mundo y se completaba en las calles y en la vida. Un encuentro en la Feria del Libro de Sevilla (Felise), este lunes, organizado por el Centro Andaluz de las Letras, con la poeta y columnista de Diario de Sevilla Carmen Camacho y el filólogo, escritor y periodista Ignacio Camacho como participantes y uno de los hijos del escritor, Manuel Ferrand, como moderador, celebró la voluntad de estilo y la vigencia de este creador versátil, una figura fundamental en la cultura de la ciudad.

La editorial El Paseo ha rescatado con motivo del siglo alcanzado por Ferrand algunas de sus piezas más emblemáticas: Con la noche a cuestas, la novela con la que conquistó el Premio Planeta en 1968, que el prologuista Fran G. Matute considera una obra clave "para entender el proceso de cambios al que se vio sometido este país durante el tardofranquismo"; y la trilogía que componen Calles de Sevilla (1976), La naturaleza en Sevilla (1977) y Gastronomía sevillana (1985), volúmenes que llegan a las librerías (y a la Feria del Libro) arropados por las introducciones de Eva Díaz Pérez, Carmen Camacho y Manuel Gregorio González.

Carmen Camacho cree que la "rémora" que influyó en la valoración de Ferrand es su apego a las raíces: que el autor decidiera "quedarse en Sevilla, ser de Sevilla. Podía haberse ido a Madrid o a Barcelona, pero escribió mirando a Sevilla, que es uno de sus grandes temas. Eso, en el momento que le tocó vivir, no le benefició". Una postura con la que el escritor, sostiene la poeta, se adelantó a su tiempo. "Hoy hay mucha narrativa periférica, que explora otras maneras de hablar, y pienso en Daniel Ruiz, Silvia Hidalgo o Rosario Izquierdo, mucho audiovisual también ambientado en el sur. Pero esa manera de mirar Sevilla en la literatura no existía hasta que Ferrand la escribió. Como Vázquez Montalbán ofreció un retrato de Barcelona, él contó Sevilla sin detenerse en los geranios ni en el Barrio de Santa Cruz".

"Como Vázquez Montalbán ofreció un retrato de Barcelona, él contó Sevilla sin detenerse en los geranios ni en el Barrio de Santa Cruz", opina Carmen Camacho

Con la noche a cuestas, un recorrido por el barrio de Los Remedios con Tirso, el vigilante de una obra, y Castro, el sereno, como guías, refleja para Ignacio Camacho la novedad que planteaba la literatura de Ferrand. "Aparece una novela sociológica, urbana, con una técnica narrativa muy moderna, entre el reportaje y el género negro", observa el periodista, que señala cómo el autor de La sotana colgada o Los iluminados se distancia de sus paisanos, a los que interesaba "el mundo rural, la violencia del campo". De nuevo, irrumpe en la charla el nombre del padre de Pepe Carvalho. "En este libro está más cerca del Vázquez Montalbán de la Barcelona preolímpica que de compañeros andaluces como Manuel Halcón o de Manuel Barrios". Una libertad que se respira también en su estilo "desnudo, despojado" que se decanta por la sobriedad como manera de contar las cosas y que choca con la orfebrería barroca de otros prosistas.

El encuentro programado en Felise resaltó también la curiosidad ilimitada de un escritor que también fue "periodista consagrado a la redacción, profesor de Bellas Artes, dibujante [en publicaciones como La Codorniz], melómano y gastrónomo en una época en la que aún no habían explotado los chefs, paisajista en un tiempo en el que el urbanismo derribaba árboles", apunta Ignacio Camacho. Ferrand fue un activista cultural "que no hacía ostentación de militancia", un erudito que "llevaba lo que sabía a la calle y lo vivía", concluye por su parte Carmen Camacho, "es alguien que conecta con ese humanismo que no habla en cursivas, sino que lo hace con cariño y cercanía".

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