Cuaresming
Popularis religio
Hay que tener mucha fe en la humanidad para concebir que en algún momento Jesús Gil se guió por sanas y honestas intenciones cuando se aupó en la presidencia del Atlético de Madrid y posteriormente asaltó, por sugestión populista, la alcaldía marbellí. Este (Trump) Pionero que se observa en la HBO no deja de trazar un político de caricatura y un empresario ambicioso con avaricia y saña al que nunca le faltó la osadía caradura travestida de desparpajo. A su oronda sombra se fueron protegiendo sinvergüenzas de todo tipo de extracciones e intereses. Este domingo se verá el último capítulo de la decadencia absoluta, con la caja de Pandora destapada en aquel Salsa rosa, ante un envalentonado Julián Muñoz arropado por la siempre infeliz Isabel Pantoja.
El Pionero no es una serie documental que sea una excavadora internada por archivos profundos, ni siquiera es tremenda por estructura, narración o por contenidos. Por momentos parece la plasmación real de Crematorio. La serie de HBO es un recorrido básico de una figura que vivió mucho y mejor, adornada con algunos de sus conviventes cuyos detractores se desahogan y sus allegados lo disculpan o lo disipan aunque saben que hay poco que justificar.
La plataforma ha convertido este estreno en acontecimiento, con ruidosa operación publicitaria, porque realmente en las cadenas hay déficit de retratos de figuras semejantes y los reportajes que causan interés e incomodidad se pierden entre la competencia. En las plataformas es más sencillo rentabilizar la apuesta. Netflix por sí sola ha puesto de moda a Parchís y el suceso de Alcácer.
TVE cuenta con valiosas aportaciones documentales en En portada, Crónicas o La noche temática pero La 1 pierde el tiempo con Lazos de sangre. En estos años ha faltado en el primer canal un repaso de la sustancia de El Pionero. Una semblanza de aquel alcalde de Marbella, y de otros alcaldes que a usted se le vienen a la cabeza, serían interesante verlas en Canal Sur. Pero no las verá.
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