El parqué
Continúan los máximos
Barrio de Santa Cruz, plaza de Doña Elvira, lunita plateada, dos cruces clavadas en el monte del olvido según el papel pautado del vasco Carmelo Larrea. Aroma de azahar no más pliega el invierno, dama de noche cuando las calores aprietan, carnaza para poetas más o menos entonados, agítese antes de usarse y nos encontramos con un sueño difuminado primero y abortado ya por un perpetuo olor a fritanga y a paella de a deshoras. A hacer puñetas los motivos de inspiración para vates de toda laya, que todo lo que va de la Puerta de la Carne a la Avenida, métase usted por el Callejón del Agua o por Mateos Gago, es un inmenso comedero bajo los cielos de Sevilla. Veladores arracimados a todas horas y camisetas mostrando mensajes con ese ingenio casposo que nos atribuyen. Así es el universo de una zona que atrae al turismo, están clavadas dos cruces y huele a fritanga y a sangría, qué asco.
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